El pontificado de Francisco entra en una nueva etapa sin la sombra de su predecesor Benedicto XVI, fallecido el sábado a los 95 años, por lo que las especulaciones sobre su eventual renuncia podrían multiplicarse, así como las críticas a sus reformas.

Por primera vez desde su elección en 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio lidera a la Iglesia Católica y a sus 1.300 millones de fieles sin el peso de otro pontífice viviente, también vestido de blanco y que residía en el Vaticano. Hasta ahora la presencia del teólogo conservador alemán en el Vaticano había desatado interrogantes y alimentado la saga de los “dos papas”.

“Es el final de un malentendido, de una época en la que Benedicto XVI podía ser instrumentalizado por los enemigos de Francisco y usarlo como bandera”, explicó a la AFP el veterano vaticanista italiano Marco Politi, autor de una biografía sobre el papa latinoamericano.

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A pesar de las excelentes relaciones personales entre los dos hombres, “la presencia del alemán Joseph Ratzinger, con su visión doctrinal conservadora y su talla intelectual, se convirtió de hecho en un foco de tensión para el pontificado de Francisco, que tiene en cambio una visión más amplia”, añadió.

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Se trataba de una situación inédita en la historia, pero que no impidió que el jesuita argentino llevara a cabo sus reformas, entre ellas la reorganización de la Curia romana, el poderoso gobierno de la Santa Sede. También recuperó el control de varias organizaciones católicas, entre ellas el influyentes Opus Dei y la aristocrática Orden de Malta.

Dotado de un lenguaje directo e incisivo, Francisco, que maneja con mano firme el timón de la Iglesia, podría decidir otras medidas que susciten la ira de los conservadores y tradicionalistas, como ocurrió con la prohibición de la misa latín, autorizada justamente por su predecesor.

“Guerra civil”

La muerte de Benedicto XVI de todos modos no pone fin a las críticas internas a Francisco. “Continuará la guerra civil dentro de la Iglesia Católica. Hay fuerzas que quieren que Francisco abdique y que desean que no deje su huella en el próximo cónclave”, explicó Politi. Esas críticas se manifiestan “a través de peticiones públicas o en internet”, subraya.

“El manifiesto sobre el COVID, que afirmaba que la libertad de la Iglesia estaba amenazada por las medidas sanitarias, es un ejemplo perfecto de cómo operan las fuerzas conservadoras”, subrayó. El sínodo mundial en curso, una vasta consulta sobre el gobierno de la Iglesia, cuya primera fase finalizará con una asamblea general en octubre, permitirá medir las relaciones de fuerza internas sobre grandes temas y debates, como el lugar de la mujer en la Iglesia, la gestión de la pedofilia y la situación de los divorciados que se vuelven a casar.

Temas que obligan a Francisco a permanecer en el trono de Pedro hasta al menos el 2024, año en que fijó la clausura de esa consulta sobre esos delicados asuntos para el futuro de la institución. Pese a ese compromiso, las especulaciones para que abandone el timón de la barca de Pedro se han disparado debido sobre todo a sus problemas de salud, ya que se moviliza en sillas de ruedas y sufre de problemas en una rodilla.

¿Renunciar?

“Mientras Benedicto XVI estuviera vivo, era impensable imaginar la existencia de tres papas. Hoy en día la posibilidad de que renuncie es concreta”, aunque “sus condiciones de salud no le han impedido por el momento cumplir con su misión”, reconoce Politi. A los 86 años, el papa argentino no ha tenido que reducir tanto sus compromisos y confirmó su viaje a finales de enero y principios de febrero a África y otro a Portugal en agosto.

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Aunque en varias ocasiones ha dicho que no descarta renunciar si su salud no le permite gobernar a la Iglesia, esa opción no parece contemplarla, también para evitar la dimisión de dos papas seguidos. Pero en caso de que las circunstancias lo obliguen a abdicar, va a “evitar repetir el patrón de dos papas que residen en el Vaticano, vestidos de blanco y con el mismo título”, asegura Bernard Lecomte, autor del libro “Todos los secretos del Vaticano”.

“Hay un vacío legal en el derecho canónico sobre ello. Llegó el momento de redactar una norma”, sostiene por su parte el obispo Patrick Valdrini, profesor emérito de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. “Se necesita que Francisco lo desee”, admitió, tras sugerir que adopte como título el de “obispo emérito de Roma” y no papa emérito como optó el fallecido Benedicto XVI.

Fuente: AFP.

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