Augusto dos Santos. Desde Argentina para La Nación/Nación Media
El jueves enfilaba a ser un día más en el calendario de agendas mediáticas de los últimos tiempos en Buenos Aires. Las historias alrededor de la polaridad entre sectores políticos, las repercusiones de un crimen que tiene todos los condimentos para permanecer en la agenda: el doble homicidio de unos patrones y la empleada doméstica probablemente involucrada y el enigma de un probable nuevo virus que empezó a matar personas y que aún no tiene nombre.
Sin embargo, el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, dio un vuelco a todo: un joven con un arma de fuego y cinco proyectiles se acercó a la comitiva de la vicepresidenta y jaló el gatillo, por lo menos una vez, a centímetros del rostro de la número dos del Ejecutivo argentino.
Todo lo que pasó después describe un enigma sobre cómo habrá de resolverse dos problemas que se instalaron - grandes como el Obelisco de Buenos Aires- ¿porqué y a consecuencia de qué motivación, Fernando André Sabag Montiel, disparó contra la señora Fernández? y ¿de qué manera este hecho reacomodará las fichas en el tablero político?.
La grieta entre el mundo “K” y sus detractores tuvo un poco antes un episodio rotundo, en la tercera semana de agosto. La Justicia solicitó 12 años de prisión e inhabilitación perpetua por defraudación millonaria al Estado contra la exmandataria y actual vicepresidente. Este hecho desencadenó dos reacciones: una fuerte detonación critica por parte de la oposición, reivindicando la medida y la pertinencia de que CFK se allane a la Justicia; por otro lado, el kirchnerismo se posicionó en la teoría de la persecución política y sobre una potente operación de “lawfare” contra la expresidente.
Esta combinación de hechos, a su vez, generó un escenario tangible: un piquete político permanente de guardia frente a la residencia de CFK, en el barrio Recoleta, roces con la policía municipal liderada por sus adversarios políticos del Pro ( Rodríguez Larreta), y un fuego sostenido desde trincheras de todo el universo kirchnerista vs anti-kirchnerista, ocupando casi todo el aire de los medios.
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Si no fuera por la medida judicial, esta eruptiva confrontación hubiera estado vigente tan igual, aunque menos específica, porque el verdadero motivo de la guerra política en la Argentina, en interminables capítulos, es el problema de convivencia de sus actores políticos y mucho menos la trama que se está desarrollando en este episodio.
Al menos, eso podía catalogarse de esa manera hasta la noche del jueves, cuando se planteó un hecho cuyas consecuencias podrían haber tenido la inconmensurabilidad de una muerte en rango de magnicidio. Esto cambió mucho el escenario, porque provocó una enorme reacción solidaria nacional e internacional con CFK, que incluyó a sus enemigos políticos locales y a líderes mundiales como el papa Francisco.
Pocos días atrás, un conocido referente latino del Congreso de los Estados Unidos, Ted Cruz, solicitaba la toma de una designación por la condición de significativamente corrupta contra Cristina. Hoy temprano, se informaba que el embajador de los Estados Unidos expresó su solidaridad con la expresidenta argentina. En un día, el escenario de CFK pasó del repudio de la mitad del hemisferio argentino y de la derecha regional a la solidaridad o mínimamente al silencio.
Los próximos hechos son fácilmente visualizables: a) el frustrado magnicida es “la caja negra” de esta historia y en cuanto con mayor premura la Justicia determine las causas y las razones, se podrá descartar la opción más complicada, que existieran autores morales del atentado; b) el discurso coincidente de tirios y troyanos hoy es que todo lo que ocurre tiene que ver con el paisaje de odio y violencia que se promueve desde la praxis política argentina. Es obvio, ambos sectores adjudican a la vereda de enfrente la paternidad de tan eruptivo estado del arte de la política.
Con el correr de las horas -es lo que sucede siempre en estos casos, cuando las sociedades se reponen del susto- se agregarán las especulaciones, las teorías conspiraticias y las instalaciones, todo lo cual hará que se complique el camino de las investigaciones.
No existen razones para pensar que eso, aquí, no sucederá. Por ello, es fundamental que la Justicia corra más rápido que el rumor y la especulación y eso tampoco es una tradición en nuestros países.
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