Este sábado 27 de agosto en la Basílica de San Pedro, ante la presencia de unos 7.000 fieles, el papa Francisco presidió el consistorio público ordinario para la creación de 20 nuevos cardenales, entre ellos el primer cardenal paraguayo, monseñor Adalberto Martínez Flores.
En la ocasión, el santo padre habló acerca del fuego. Esto a partir del Evangelio de San Lucas (“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!”).
El fuego es la imagen que eligió para llevar a cabo la reflexión durante el consistorio cardenalicio. En este sentido, dijo que este es el fuego que Jesús ha venido a “traer sobre la tierra” y que el Espíritu enciende también en los corazones, en las manos y en los pies de quienes lo siguen.
Después habló del otro fuego, el de las brasas. “También esto quiere transmitimos el Señor para que, como Él, con mansedumbre, con fidelidad, con cercanía y ternura, podamos hacer que muchos disfruten de la presencia de Jesús vivo en medio de nosotros”, refirió.
Mencionó que este fuego arde de modo particular en la oración de adoración, cuando estamos en silencio cerca de la Eucaristía y saboreamos la presencia humilde, discreta, escondida del Señor, como un fuego en ascuas, de manera que esta misma presencia se convierte en alimento para nuestra vida diaria.
“El fuego en las brasas nos hace pensar, por ejemplo, en san Carlos de Foucald, quien, al haberse encontrado por mucho tiempo en un ambiente no cristiano, en la soledad del desierto, centró toda su atención en la presencia, tanto la presencia de Jesús vivo en la Palabra y en la Eucaristía, como la propia presencia del santo, que era fraterna, amigable y caritativa”, aseguró.
Mensaje a los cardenales
“Queridos hermanos cardenales, a la luz y con la fuerza de este fuego camina el Pueblo santo y fiel, del cual hemos sido convocados y al que hemos sido enviados como ministros de Cristo, el Señor. ¿Qué me dice a mí y a ustedes, en particular, este doble fuego de Jesús? A mí me parece que nos recuerda que el fuego del Espíritu mueve al hombre lleno de celo apostólico a cuidar con valentía tanto las cosas grandes como las pequeñas”, enfatizó.
Igualmente, resaltó que “un cardenal ama a la Iglesia siempre con el mismo fuego espiritual, ya sea tratando las grandes cuestiones, como ocupándose de las más pequeñas; ya sea encontrándose con los grandes de este mundo, como con los pequeños, que son grandes delante de Dios”, expuso.