Por Ricardo Rivas

Corresponsal en Argentina

Una vez más -a las 9.53 horas de Argentina (8.53 en Paraguay)- el ulular de una sirena cruzó Buenos Aires. Como cada año, desde 1994, a esa hora, esta capital hizo silencio. El Tokea hizo sonar el Shofar. Algunas lágrimas brotaron en los ojos de muchos y muchas argentinas que con respeto y congoja recordaron -como lo hacen desde hace ya 28 años- la muerte de 85 personas que cayeron como consecuencia del más grande ataque terrorista en la historia argentina.

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A las 9.53 fue el momento exacto en que el coche-bomba, cargado de explosivos, detonó contra el edificio de la calle Pasteur 633, en el tradicional barrio del Once. El edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) se derrumbó. Espeluznante. Un grupo de personas, algunas de ellas con las fotos de quienes fueron víctimas fatales, esta mañana allí están.

Desde Pasteur y Viamonte miro el entorno hoy y recuerdo aquella calle y la zona desde la que el día de la tragedia, de aquel nuevo holocausto se elevó un hongo alargado de muy denso humo negro al tiempo que ese espacio se saturó de muerte, desolación, ayes de dolor, órdenes de servidores públicos que no sabían muy bien qué hacer, gritos desgarradores, escombros, sangre, rezos y ruegos para que la violencia y sus crueles efectos cesaran.

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Duele recordar. Lastima ver imágenes de entonces. Sin dudas. Pero mucho más duele saber que toda aquella operación criminal para asesinar a 85 inocentes y herir a más de 500 personas, desde el minuto de la explosión, está impune. ¿Cómo explicar esa impunidad? ¿Cómo? ¿Será por esa carencia de respuestas que la presencia gubernamental en el recordatorio fue mínima?

Solo el ministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, acompañaron a las y los dolientes y a las y los que piden justicia. El abogado Alberto Fernández, ausente, emitió un tuit desde su cuenta personal @alferdez: “A 28 años del atentado a la AMIA, volvemos a decir ‘presente’. Por las 85 personas asesinadas aquella mañana, por sus familias y por toda la Argentina. Tenemos memoria. Buscamos justicia. #AMIA28Años”.

¿Presente en qué, en dónde, codo a codo con quiénes? No fue una expresión oficial. Sus palabras ganaron espacio desde su cuenta personal. Vale reiterarlo. El Presidente argentino, el Jefe de Estado, no estuvo, no fue, no se condolió tampoco desde ninguna cuenta oficial.

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¿Algún funcionario puede explicar -más allá de las formalidades y/o de las palabras vacías de contenido- quiénes buscan a los terroristas Ibrahim Hussein Berro, Hadi Soleimanpour, Imad Mugniyah, Ali Fallahijan, Mohsen Rabbani, Ahmad Reza Asghari, Ahmad Vahidi, Mohsén Reza, sobre quienes pesan órdenes de captura internacionales emitidas por la justicia de este país? ¿Es posible dejar a un lado la historia judicial reciente que pudo probar que un presidente, Carlos Menem, supo de una maniobra de encubrimiento de quienes panificaron y concretaron el ataque y no la impidió?

¿Será posible explicar que el gobierno de Cristina Fernández -actual vicepresidenta- impulso con un memorándum con Irán para que la justicia argentina interrogara a los sospechosos de criminalidad en suelo iraní? Sofía Guterman, familiar de una de las víctimas de aquel ataque terrorista en territorio soberano argentino, en algún momento del recordatorio, con diez palabras, expresó no su sentir doliente sino el que también es el parecer de millones de personas: “Tengo indignación por la falta de justicia y la impunidad”. Nada que agregar.

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