Una planta de la empresa Abbot Nutrition cuyo cierre generó escasez de la leche para bebés en Estados Unidos reanudó el sábado pasado la producción. La instalación en Sturges, Michigan, cumplió con los requisitos sanitarios iniciales del gobierno para la reapertura, dijo la compañía en un comunicado.
La planta había sido cerrada en febrero luego que la muerte de dos bebés generara preocupación por una posible contaminación del producto. La escasez posterior fue particularmente preocupante para los padres de bebés con alergias o con ciertas condiciones metabólicas.
Sus preocupaciones se volvieron tan agudas que el presidente Joe Biden se reunió virtualmente esta semana con ejecutivos de alimentos para bebés e insistió en que su administración estaba haciendo todo lo posible para superar la crisis.
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La escasez tuvo lugar en momentos en que se registra en el país una inflación vertiginosa y existen retrasos en la cadena de suministros. Los críticos de Biden aprovechan la situación para cuestionar la competencia de su gobierno.
Abbott, que controla alrededor del 40% del mercado de alimentos para bebés de Estados Unidos, dijo el sábado que estaba reiniciando la producción de su fórmula hipoalergénica EleCare y que el producto debería volver a estar en las tiendas alrededor del 20 de junio.
“Trabajando duro”
“También estamos trabajando duramente para cumplir con los pasos necesarios para reiniciar la producción de Similac y otras fórmulas”, señaló. “Aumentaremos la producción lo más rápido que podamos mientras cumplimos con todos los requisitos”.
La escasez de la fórmula para bebés, inicialmente causada por bloqueos en la cadena de suministro y la falta de trabajadores debido a la pandemia, se agravó cuando Abbott cerró su planta de Sturges. Esa fábrica se cerró en medio de denuncias de que carecía de protecciones adecuadas contra la contaminación por bacterias, surgidas tras una inspección ordenada por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA).
“Francamente, los resultados de la inspección fueron impactantes”, dijo el mes pasado el responsable de la FDA, Robert Califf, ante un subcomité de la Cámara de Representantes. “Había agua estancada en equipos clave que presentaban potencial de contaminación bacteriana”, además de goteras en el techo y falta de instalaciones básicas de higiene, agregó.
Pero los funcionarios de Abbott, aunque se disculparon por la escasez, dijeron que no hay evidencia concluyente que vincule la fórmula con enfermedades o muertes infantiles. “No creo que nadie haya anticipado el impacto del cierre de una instalación como esta”, dijo Biden en una reunión virtual con ejecutivos de cinco empresas de alimentación que están ayudando a compensar los problemas causados por el cierre de la planta de Abbott.
“Una vez que supimos su alcance, todo se puso en marcha”, afirmó. Sin embargo, algunos ejecutivos dijeron que ya en febrero se podía inferir la gravedad de la crisis. “Lo supimos desde el principio”, dijo Robert Cleveland, vicepresidente senior de Reckitt. Otros ejecutivos que participaron en la sesión de video con el presidente representaron a Gerber, ByHeart, Bubs Australia y Perrigo. No hubo en la reunión delegados de Abbott.
“Todavía hay trabajo por hacer”
El presidente Joe Biden reconoció el miércoles pasado que “queda trabajo” por delante para solucionar la escasez de leche infantil en Estados Unidos, al tiempo que anunció nuevos suministros masivos por vía aérea desde el extranjero.
“Aún queda trabajo por hacer, pero estamos logrando grandes avances”, dijo en la Casa Blanca, aunque estimó que pasarán “unos meses más” antes de que se vuelva a la normalidad. Biden se reunió virtualmente con representantes de cinco fabricantes: ByHeart, Bubs Australia, Reckitt, Perrigo y Gerber (Nestlé).
No estaba Abbott, que controla el 40% del mercado estadounidense. El cierre de una de sus fábricas en febrero agravó considerablemente los problemas de suministro que ya experimentaba la primera potencia mundial. Si Estados Unidos lleva un tiempo preocupándose por el suministro de leche infantil, por motivos relacionados con la pandemia de COVID-19, la crisis se agravó realmente en febrero con la retirada de productos y el posterior cierre de una fábrica del grupo Abbott.
Desde entonces, las autoridades han informado de graves problemas de salubridad en la planta. El presidente dijo el miércoles que sólo había sido informado a principios de abril y que entonces había movilizado al gobierno.
“Muy serio”
“No creo que nadie haya previsto el impacto del cierre de una planta”, dijo Biden. Pero la industria le contradijo. Uno de los representantes del sector invitados el miércoles, Robert Cleveland, vicepresidente de Reckitt, aseguró haber sabido “desde el principio” que este cierre de fábrica “sería algo muy serio”.
Murray Kessler, jefe de la empresa Perrigo, también dijo que comprendió rápidamente que este evento provocaría “una escasez considerable”. Ambas declaraciones son potencialmente costosas para el presidente estadounidense y su administración, ya muy criticados por su respuesta sobre el tema, considerada demasiado tardía.
El demócrata de 79 años reconoció el miércoles que no hay “nada más estresante que la sensación de no poder satisfacer las necesidades de tu hijo”. Todo este asunto también empaña la imagen de eficiencia y competencia que los asesores del presidente quieren proyectar, para contrastar mejor con el caos del mandato del expresidente republicano Donald Trump.
Ante los estantes vacíos y la angustia de los padres, el gobierno estadounidense ha puesto en marcha una especie de puente aéreo para traer leche en polvo infantil desde el extranjero, bajo el nombre de “Operation Fly Formula”. El miércoles, la Casa Blanca anunció la inminente llegada de leche infantil de Australia -unas 172 toneladas, suficiente para fabricar unos 4,6 millones de biberones- y del Reino Unido -unas 136 toneladas, suficiente para fabricar unos 3,7 millones de biberones-.
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La Casa Blanca organizó toda una puesta en escena en torno a estos reabastecimientos aéreos: creó un logotipo con un biberón alado y mostró soldados en uniforme descargando palés. El Ejecutivo estadounidense también activó un decreto que data de la Guerra Fría, que le otorga competencias específicas en materia industrial, con el fin de ayudar a los fabricantes a acelerar la producción.
Estados Unidos ya enfrentaba problemas de mano de obra y de suministro vinculados al COVID-19 cuando Abbott cerró una fábrica de fórmula infantil en febrero después de un retiro del mercado de productos sospechosos de causar la muerte de dos bebés.
Desde entonces, el fabricante se disculpó, mientras que la agencia estadounidense de medicamentos (FDA) denunció graves problemas de salubridad en el sitio. La crisis ha reavivado el debate sobre la concentración extrema de este mercado, controlado en un 90% en Estados Unidos por tres empresas, y cerrado a las importaciones de leche fabricada por empresas europeas.
Fuente: AFP.