Shanghái volvió lentamente a la vida este miércoles después de que las autoridades suavizaran las estrictas restricciones anti-COVID que implicaron un confinamiento de dos meses y asestaron duro un golpe a la economía china.
En los últimos días ya se habían relajado algunas medidas debido a una fuerte disminución de los contagios, pero la población solo podía salir en el mejor de los casos unas horas al día, si vivía en un barrio sin infectados. El miércoles por la mañana, los habitantes pudieron volver a las oficinas, escaneando unos códigos QR para demostrar no tenían COVID. El metro y los transportes públicos funcionaban nuevamente, constataron periodistas de la AFP.
Los lugareños se juntaban en pequeños grupos para hablar en el parque y los trabajadores de comercios y mercados limpiaban sus tiendas y preparaban sus estantes a la espera de volver a recibir clientes. “Es el momento que esperábamos desde hace mucho tiempo”, celebró el gobierno municipal de Shanghái en las redes sociales.
Sin embargo, el regreso total a la normalidad todavía no era completo y más de medio millón de personas siguen sometidas a fuertes restricciones el miércoles, según las autoridades. Los centros comerciales, supermercados, farmacias y salones de belleza solo pueden funcionar al 75% de su capacidad. Gimnasios y cines siguen en su mayoría cerrados y la reapertura de los centros escolares se hará caso por caso.
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Pero después de dos meses sumida en el silencio, la ciudad volvía a recuperar algunas estampas de normalidad. Las imponentes vallas amarillas que rodeaban los edificios de viviendas fueron retiradas el martes, permitiendo a algunos curiosos dar sus primeros pasos en una nueva libertad. Y la célebre arteria histórica de Bund, a orillas del río Huangpu que cruza la ciudad, recobraba cierta vida con habitantes impacientes por tomarse fotografías.
Chen Ying, que trabaja en el comercio electrónico, seguirá trabajando desde casa, pero aprovechará esta flexibilización para dar un largo paseo por el aire libre con su hijo de dos años. “Deberíamos haber sido libres desde un principio, así que no esperen que esté profundamente agradecida”, dijo a la AFP. El encierro de la mayor ciudad de China fue un mazazo para su población.
A pesar del aumento vertiginoso de casos positivos en marzo, el gobierno municipal descartó al inicio un confinamiento, argumentando la importancia de Shanghái para la economía. Pero las autoridades se retractaron a principios de abril y confinaron toda la ciudad. Algunos habitantes ya habían sido encerrados desde antes de esa fecha. Durante este tiempo, muchos se mostraron molestos por los problemas de abastecimiento de productos frescos y de acceso a atención sanitaria no vinculada con el COVID.
“Acelerar la recuperación”
El confinamiento de Shanghái es el segundo más largo en China desde el inicio de la pandemia. En 2020, el practicado en Wuhan, la primera ciudad afectada por el virus, duró 76 días. Después de más de dos años de pandemia, China es la única gran economía mundial que persiste en su estrategia “cero COVID” consistente en buscar la erradicación total del virus en su territorio mediante severas restricciones.
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Esta estrategia, especialmente con su aplicación en un centro empresarial como Shanghái, ha dañado la economía del país, socavando la producción, limitando el consumo y perturbando significativamente las cadenas de suministro. “La tarea de acelerar la recuperación social y económica se vuelve cada vez más urgente”, reconoció el gobierno municipal de Shanghái.
Aunque el levantamiento de estas medidas permitirá reanudar la actividad de comercios y fábricas, existen temores de que la recuperación no sea inmediata. “Definitivamente tengo inquietudes, las cosas están fuera de tu control (...) No puedes saber con la pandemia”, dijo Chen Ribin, propietario de un café. “Vino en abril, pero nadie puede decirte si no volverá en julio o agosto (...) Solo podemos ir paso a paso. Creo que tardaremos dos o tres meses en volver a los niveles de negocio de antes”, apuntó.
Fuente: AFP.