El presidente ruso enfrenta una situación más difícil de lo que imaginaba cuando hace un mes ordenó invadir la exrepública soviética, pero está determinado a redoblar esfuerzos para alcanzar sus fines, afirman analistas.

Una victoria que suponga una ocupación total de Ucrania confrontaría además a Putin a otros desafíos explosivos, afirman los expertos, que también mencionan una posible salida diplomática de la guerra, con conquistas territoriales para Rusia.

Estos no han cambiado desde el inicio de la invasión, el 24 de febrero: obtener la “neutralidad” y la “desmilitarización” de Ucrania, es decir, impedir que este país adhiera a la OTAN. El Kremlin ya no apuesta necesariamente en un derrocamiento del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, convertido en un símbolo de la resistencia a la invasión.

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“El plan inicial, que consistía probablemente en una guerra relámpago que permitiera la toma rápida de Kiev y la caída del gobierno ucraniano no funcionó”, apunta Marie Dumoulin, especialista del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR), un centro de reflexión sobre asuntos europeos.

La resistencia ucraniana complicó los planes de Putin, habituado a éxitos militares rápidos o contundentes, como en los casos de la anexión de Crimea en 2014 y de la intervención en apoyo del presidente sirio, Bashar al Asad.

“Putin se mueve aún partiendo de que [la guerra] no durará, que acabará imponiéndose por su propia masa militar, poco importa las resistencias en el terreno”, afirma Frédéric Charillon, profesor de Relaciones Internacionales en la universidad francesa de Clermont Auvergne y autor de “Guerres d’influence” (Guerras de influencia).

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Pero ante las dificultades para avanzar en el terreno y las duras sanciones internacionales contra Rusia, Putin “se encamina cada vez más hacia una guerra de destrucción”, agrega. “El tema no es tanto lo que Putin pretende obtener, sino de qué manera y a qué precio”, estima Tatiana Stanovaya, investigadora del Carnegie Moscow Center.

“Le llevará tiempo y provocará más dramas, pero está convencido de que no tiene opciones y que está investido de una misión histórica”, consistente en restaurar las zonas de influencia rusa, agregó.

Ganar la guerra ¿a qué precio?

Si el ejército ucraniano se desploma bajo la presión militar en el este, Rusia podría tomar el control de un país de 40 millones de habitantes, de una superficie mayor que la de España, que servirá de zona tapón frente a la OTAN.

Pero en ese caso, Rusia corre el riesgo de enfrentar una situación insurreccional. “Deberá mantener el control del terreno. Y mantener el dominio en una insurrección es muy difícil”, señala Charillon, recordando que Estados Unidos debió lidiar con ese tipo de situación en Irak y Afganistán.

Hay quienes temen que Rusia se lance a una escalada militar, con armas químicas o ataques contra los convoyes occidentales de ayuda militar o humanitaria. “Lo más probable es que Putin redoble sus esfuerzos y que adopte una estrategia de guerra sucia para aumentar el costo humano y forzar a los ucranianos a capitular”, considera Dumoulin.

¿Hay puertas de salida?

Si la situación se arrastra o permanece incierta, Putin puede salvar las apariencias arrancándole a Kiev concesiones políticas y ganancias territoriales. “La clave de Putin es la fuerza, la presión y la victoria. No puede retroceder sin haber obtenido algunos trofeos”, sostiene Abbas Gallyamov, un analista independiente ruso y exredactor de discursos del Kremlin.

Putin “necesita un acuerdo sobre la neutralidad de Ucrania. Pero eso evidentemente es insuficiente. También quiere el reconocimiento [de la anexión] de Crimea y de [la independencia de] las repúblicas separatistas prorrusas de Lugansk y Donetsk”, añade.

Y si Ucrania rehúsa esas concesiones, Rusia siempre podría de todos modos ostentar conquistas en el este, con el objetivo esencial de establecer una continuidad territorial entre la región de Donbás, el puerto de Mariúpol, sobre el mar de Azov, y el sur de Crimea. En ese caso, “no se puede excluir que los rusos traten de proseguir la ofensiva hasta Odesa, para controlar todo el litoral ucraniano del mar Negro”, estima Dumoulin.

¿Putin amenazado?

Si la guerra se prolonga “sin perspectiva de solución rápida”, las tensiones podrían agravarse hasta provocar “un quiebre del sistema de poder en el Kremlin”, según una nota del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri). Algunos analistas creen incluso que actores de peso en ese sistema, como ciertos oligarcas y jefes de los servicios de seguridad, podrían verse tentados de frenar a Putin, o incluso de derrocarlo.

“Por el momento, no veo ninguna señal de ese tipo en la élite rusa. Incluso si una parte está molesta con esa guerra, no está dispuesta a levantarse en contra de ella”, considera, por el contrario, Stanovaya.

Economía mundial en plena tormenta

Un mes después de la invasión rusa de Ucrania, la economía mundial vive al ritmo del conflicto y de sus consecuencias, desde la subida de los precios de las materias primas hasta el riesgo de los efectos colaterales de las sanciones a Rusia. Estas son algunas de las consecuencias de un terremoto geopolítico que se convirtió en terremoto económico.

El conflicto ha disparado los precios de las materias primas, empezando por el petróleo. El barril de Brent del Mar del Norte valía 90 dólares en febrero y alcanzó los 139,13 el 7 de marzo, el nivel más alto desde la crisis financiera de 2008. Desde entonces se ha mantenido muy volátil.

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La subida se nota en las gasolineras, obligando a muchos países a tomar medidas, como las rebajas fiscales en Suecia o la limitación de precios en Hungría. A diferencia de Estados Unidos, la Unión Europea, muy limitada por su dependencia de Moscú, decidió de momento no imponer un embargo a los hidrocarburos rusos, aunque quiere independizarse de la energía rusa en 2027.

En la estela de los precios de la energía, los metales producidos en Rusia, como el níquel o el aluminio, también se han disparado hasta niveles sin precedentes, provocando un aumento de los costes de producción. También han vuelto las rupturas en las cadenas de suministro, sobre todo en la industria del automóvil, como ya ocurrió con la pandemia de COVID-19.

Amenazas a la seguridad alimentaria

“La guerra en Ucrania significa hambre en África”, advirtió el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la ONU alertó de un “huracán de hambrunas”. El conflicto actual implica a dos superpotencias agrícolas, Rusia y Ucrania, que representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, por lo que la subida de los precios de los cereales y del aceite fue inmediata.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte que, si la guerra continúa, entre 8 y 13 millones de personas suplementarias podrían sufrir desnutrición en todo el mundo. De momento ningún barco está saliendo de Ucrania y la siembra de primavera podría ser entre un 25% y un 40% inferior a lo habitual. Aunque Estados Unidos, India y Europa podrían sustituir parte del trigo que faltará, la situación es más compleja para el aceite de girasol y el maíz, de los que Ucrania era el primer y cuarto exportador mundial, respectivamente.

Temor a un default ruso

El año 2022 comenzó con resultados empresariales que auguraban una reactivación económica tras el COVID-19. Sin embargo, la guerra sumió a los mercados en un estado febril. En Rusia, las sanciones occidentales han paralizado parte del sistema bancario y financiero y provocado la caída del rublo hasta 177 rublos por dólar el 7 de marzo, frente a los los 75 por dólar de principios de febrero.

Además 300.000 millones de dólares de reservas rusas en el extranjero fueron congeladas. Estas medidas hicieron temer un default ruso por primera vez desde 1998, que finalmente no se produjo. La bolsa de Moscú estuvo cerrada casi tres semanas y reabrió parcialmente el lunes.

El dilema de las empresas occidentales

Cientos de empresas occidentales han anunciado su retirada o al menos la congelación de sus actividades en Rusia, de forma voluntaria o involuntaria, bien por miedo a las sanciones, a la opinión pública o por presión política.

Grandes empresas como la petrolera británica BP, Ikea, McDonald’s o Coca-Cola decidieron congelar sus actividades en Rusia. Otras, en cambio, decidieron continuar su actividad argumentando que no podían abandonar a sus empleados o privar a la población de productos básicos.

Freno al crecimiento económico

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) prevé una reducción de un punto en el crecimiento económico mundial por el impacto de la guerra y el FMI tiene previsto rebajar su previsión, actualmente de 4,4% para 2022.

El 18 de marzo, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), el FMI y el Banco Mundial dijeron estar “profundamente preocupados” por “la ralentización del crecimiento, las interrupciones del comercio” y un impacto especialmente grave en “los más pobres y vulnerables”.

Una guerra de desgaste con Ucrania

Tras haber fallado en obtener ganancias rápidas a inicios de la invasión de Ucrania, el ejército ruso sigue buscando victorias militares decisivas un mes después, pero parece encaminarse hacia una guerra de desgaste devastadora para la población civil. Según Estados Unidos, Rusia amplió en los últimos días sus operaciones aéreas y navales en el país ante la resistencia de las fuerzas ucranianas, que siguen frenando el avance enemigo.

“Lo que vemos es una tentativa desesperada rusa de recuperar impulso”, afirmó esta semana un alto responsable del Pentágono, en momentos en que las fuerzas rusas seguían bloqueadas 15 km al noroeste y 30 km al este de la capital, objetivo de bombardeos regulares.

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La toma de Kiev parecía ser el objetivo principal de los rusos cuando cruzaron la frontera, el 24 de febrero, con miras a hacer caer al régimen del presidente Volodimir Zelenski. Pero, según opinión unánime de los expertos occidentales, los 150.000 a 200.000 hombres movilizados por Vladimir Putin fallaron la entrada en la guerra al suponer una débil resistencia de sus adversarios, un fracaso de la inteligencia rusa, pues descuidaron sus necesidades logísticas.

Laguna táctica muy importante, los militares rusos no lograron establecer su superioridad aérea en el cielo ucraniano. Además, “hay carencia entre los rusos de una verdadera política de comando y conducta”, subraya un exalto militar francés, al constatar una falta de coordinación entre fuerzas aéreas y terrestres, y bombardeos rusos de poca precisión.

El arma aérea

Aunque el número de militares muertos es imposible de verificar, los cálculos son impresionantes: los rusos habrían perdido más de 7.000 soldados en un mes, según fuentes de inteligencia citadas por el New York Times. O sea, una cifra superior a las pérdidas estadounidenses combinadas en Irak y Afganistán. Ucrania, por su lado, afirmó el 12 de marzo que perdió 1.300 militares, cifra sin duda inferior a la realidad.

A falta de avances significativos, la ofensiva rusa parece centrarse en aterrorizar y desmoralizar a los ucranianos, 10 millones de los cuales huyeron de sus hogares. “Mientras más se estanca la infantería rusa, el ejército incrementa la brutalidad de sus acciones y el uso desproporcionado del arma aérea”, dice a la AFP una fuente europea cercana a la OTAN. “Putin necesita un acuerdo, y por lo tanto requiere victorias”, agregó.

A falta de tomar el control de las ciudades, los rusos las bombardean incesantemente en el noreste, como en Járkov, la segunda ciudad del país, y al mismo tiempo ejerce presión constante en las del este y del sur. Mikolaiv (suroeste), último punto estratégico antes del puerto de Odesa, sigue siendo atacado.

Creciente destrucción

En Mariúpol (sur), gran ciudad portuaria asediada y bombardeada desde hace semanas, unos 100.000 habitantes siguen bloqueados entre ruinas con cadáveres y carecen de todo lo necesario. Un encarnizamiento revelador del peso estratégico de la ciudad para los rusos. Apoderarse de Mariúpol les posibilita establecer un puente terrestre entre sus fuerzas en Crimea, en el suroeste, y los territorios separatistas prorrusos del Donbás en el este. En esta región, los rusos esperan cercar a las fuerzas ucranianas para cortarlos del resto del país.

“El próximo episodio de ese conflicto puede ser más desagradable aún pues podría convertirse en una guerra de desgaste, con bombardeos crecientes sobre zonas civiles. Las fuerzas rusas tratarán probablemente de compensar sus bajos resultados con más destrucciones”, considera Michael Kofman, del centro de reflexión estadounidense CNA.

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A falta de una solución negociada, “la guerra de desgaste es la posibilidad más factible, con tácticas de asedio y bombardeos reforzados, como en Alepo o Grozny”, opina William Alberque, del International Institute for Strategic Studies (IISS).

Alberque advierte de la tentación de obligar a Ucrania a aceptar un cese del fuego bajo la presión de las opiniones públicas occidentales, horrorizadas por las imágenes de la destrucción y la situación de la población civil atrapada. “Nuestro deseo de terminar con los sufrimientos de los ucranianos podría ayudar a los rusos. Usarán un cese del fuego para reconstruir sus fuerzas”, afirma a la AFP, temiendo que el conflicto se instale en la duración.

Fuente: AFP.

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