El 26 de febrero, dos días después del inicio de la invasión rusa, el Lada azul de su familia quedó atrapado en un tiroteo entre las fuerzas rusas que intentaban entrar en la capital y los soldados ucranianos. Los disparos alcanzaron la mandíbula, la espalda, el brazo y la pierna de Volodimir, de 13 años, que sobrevivió de milagro. Su padre y su primo murieron en el acto.
“Aún no puede caminar, pero los médicos le dijeron que sería para pronto”, explica extenuada Natalia, su madre, de 34 años. Antes de la guerra, le gustaba jugar en el celular y pasear con su perro, recuerda. Hoy, permanece en una cama de hospital con una gran cicatriz en el rostro. Murmura, con dolor, que está “bien”.
“No sabíamos bien quién estaba disparando”, explica Natalia, recordando el día en que trataron de huir. “Pero cuando los tiroteos cesaron, entendimos quién estaba detrás de todo eso. Serán castigados”, dice, con rabia, tocándose el brazo de manera nerviosa. Natalia fue levemente herida. “Mis heridas curarán. Pero no puedo traer de vuelta a mi marido o a mi sobrino. Apenas tenía seis años”, lamenta.
“Difícil, atroz”
El hospital pediátrico, el mayor de Ucrania, es testigo de los traumatismos de la guerra. “Es verdaderamente terrible, es difícil, es atroz”, denuncia la pediatra Svitlana Onysko. Ahora, “vivimos en este hospital. Ya no vamos a casa, estamos disponibles las 24 horas del día, todo el tiempo. Mañana, tarde y noche, ayudamos a los niños”, dice.
El presidente ruso, Vladimir Putin, justificó la invasión de Ucrania con el objetivo de “desmilitarizarla” y “desnazificarla”. Pero el conflicto está causando un número creciente de víctimas civiles, especialmente en ciudades asediadas como Járkov (este) y Mariúpol (sureste).
También Kiev, la capital, ha sido golpeada, pero actualmente no está bajo bombardeo constante, como en otros lugares. Según el ayuntamiento, cuatro niños murieron y 16 resultaron heridos en Kiev, la mayoría de ellos hospitalizados en Okhmatdyt, el hospital pediátrico.
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El personal sanitario no olvida las víctimas de estos ataques. Como una madre, que usó su cuerpo como escudo para proteger a su hija de un mes durante el bombardeo de su edificio. Los médicos le extrajeron varios trozos de metralla.
O el niño de cuatro años, que llegó herido en una camilla. O la niña de seis años que recibió un disparo en las piernas en un ataque en Gostómel, una ciudad al noroeste de Kiev, que mató a su madre. “Es difícil psicológica y moralmente, porque se trata de niños”, dice la pediatra Svitlana Onysko.
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“Hacer abstracción”
La sala de neonatos de este hospital también fue alcanzada por los ataques del ejército ruso. En los primeros días del conflicto, las madres y sus bebés tenían que refugiarse en el sótano en cuanto sonaban las sirenas antiaéreas. A pesar de ello, el personal médico, que no tenía experiencia previa en medicina de guerra, hace todo lo posible para seguir trabajando.
“Desde el comienzo de la guerra, hemos tenido que atender a los heridos, no sólo a los niños sino también a los adultos, alcanzados por los misiles y el fuego”, dice el cirujano ortopédico Vlasii Pylypko. La mayoría de sus colegas “intentan hacer abstracción”, pero “quizás después de la guerra algunos de nosotros necesitaremos ayuda psicológica”, dice. Mientras tanto, “nos concentramos únicamente en las personas hospitalizadas”, como el pequeño Volodimir, prosigue. “Tenemos que volver a operarle. Tiene balas al lado de la columna vertebral”, afirma.
Fuente: AFP.