Corrientes, limítrofe con Brasil y Paraguay, fue declarada bajo catástrofe ambiental. Provincias vecinas enviaron recursos y el gobierno federal ayuda extraordinaria. El Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA) informó que en apenas dos meses ardieron 785.000 hectáreas.
Coninagro, entidad que agrupa a cooperativas agropecuarias, estimó que el sector arrocero en Corrientes perdió 44 millones de dólares; el yerbatero (yerba mate), 4,12 millones; y 78 millones, el ganadero. Atizados por dos años de sequía inédita, los incendios han destruido campos ganaderos, arrozales, yerbatales y pinares. No hubo reportes de víctimas fatales, pero sí decenas de evacuados y casas destruidas.
También calcinaron bosques nativos y pastizales del Iberá, un humedal de 1,3 millones de hectáreas de una gran biodiversidad que alberga especies amenazadas como el venado de las pampas y en reintroducción como el yaguareté y los guacamayos rojos.
Arrasan humedal de Iberá
En el paraje Uguay todo es angustia. Sus casi 60 familias temen que les alcance el fuego que asola Esteros del Iberá, en Corrientes, provincia del noreste de Argentina donde desde diciembre los incendios han devorado el 9% del territorio, causando daños ambientales y productivos incalculables.
Uguay, a 780 kilómetros al norte de Buenos Aires, está en vilo por temor a que la única escuela sea alcanzada por los incendios del lindero Parque Nacional Iberá, donde del domingo al lunes ardieron 50.000 hectáreas.
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Carlos Sánchez es un pequeño ganadero que lucha a brazo partido junto a los bomberos para ahogar las llamas con contrafuegos en un incesante ir y venir de cisternas cargadas con agua. “Hacemos turnos de a 10 o 12 vecinos y ayudamos con nuestros recursos”, dice a la AFP con los ojos enrojecidos por el humo.
“Nunca tuvimos nada igual, el problema no es solo ahora, el fuego, sino lo que se viene en lo económico y social. Yo nunca lloro, pero creo que a veces el hombre tiene que llorar, la cantidad de recursos económicos se va a reducir al 30%”, explica.
Incontrolable
Los márgenes del camino de la ruta 40 que conduce a Uguay son un lecho ennegrecido de cenizas. Los pinares se quemaron hace una semana y aún hay humaredas, basta un soplo de viento para hacer renacer las llamas.
Aviones hidrantes y helicópteros combaten los focos que reaparecen aquí y allá. Brigadistas encienden cortafuegos en frentes de varios kilómetros para desviar el fuego de zonas pobladas o productivas.
“La situación es crítica, el fuego es incontrolable”, explica Mauricio Alba, bombero en jefe de la brigada especializada en catástrofes que envió la provincia de Córdoba. “El viento es muy cambiante en Corrientes y los pronósticos de lluvias bajaron al 20%. El fuego no da tregua, la lluvia sería lo único que ayudaría”, asegura.
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“Bomba de tiempo”
En Corrientes hace más de un mes que no llueve, salvo chubascos que se evaporan al tocar el suelo bajo temperaturas de hasta 44 grados. “Es una bomba de tiempo”, lanza a la AFP Sofía Heinonen, bióloga y directora de Rewilding Argentina, una ong dedicada a la conservación de especies en el Iberá.
El humedal “junta materia en descomposición que está siempre flotando, pero si se seca pasa a ser una turba y esa materia orgánica es lo que queda quemándose”, explicó. “El fuego está en el corazón de los esteros (del Iberá) donde hay una isla en la que se están reproduciendo los yaguaretés”, detalló.
Los osos hormigueros que habían sido reintroducidos fueron evacuados, igual que los pichones de guacamayos y otros animales silvestres. Según los monitoreos, el resto de los animales de la reserva “está vivo y en el área central, resguardándose”, pero que no se sabe cuánto tiempo tardará en restaurarse el suelo ni si se perderán especies.
Fuego necesario
“No hay que demonizar al fuego, no hay que apagar todos los que suceden en Iberá”, sostiene el biólogo Sebastián Di Martino. El fuego es un recambio de los pastizales que sucede naturalmente cada cierto tiempo, pero los arroyos que antes paraban su avance ahora están secos por la sequía.
“El cambio climático ha hecho que el fuego, que es natural y deseable en Iberá, se transforme en catástrofe”, alertó. La fauna “no tiene adónde ir y si puede guarecerse, lo que va a pasar si no llueve rápido es que va a morir de hambre”.
Hay unas 77 denuncias penales por fuegos intencionales en Corrientes. Segunda zona ganadera de Argentina detrás de la pampa húmeda, se practica en pequeña escala y en modo extensivo. Los productores suelen realizar quemas controladas de pasturas en agosto y en febrero. “Hay que replantearse llevar este modelo productivo a zonas marginales, porque cada vez tendremos más cambio climático y la gente va a seguir quemando”, concluyó.
Fuente: AFP.