La llegada del Año del Tigre tendrá lugar en la medianoche del 31 de enero al 1 de febrero. Este día da el pistoletazo de salida a la “Fiesta de la Primavera”, la reunión familiar más importante del año en China, el equivalente de las fiestas de Navidad en el mundo cristiano.

Hace casi dos años, desde la primavera de 2020, que el gigante asiático ha conseguido dominar la pandemia del COVID. En un año y medio solo han lamentado dos muertes y la vida ha retomado casi su curso normal para la mayoría de sus 1.400 millones de habitantes.

Pero en los últimos meses, pequeños brotes de contagios esparcidos por todo el país han llevado a confinamientos localizados y a una recomendación de las autoridades: limitar los viajes a lo estrictamente necesario. Trasladarse a otro lugar implica el riesgo de encontrarse atrapado si las autoridades decretan repentinamente un confinamiento, una inquietud que atenaza a muchos chinos.

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Chen Hainan, una profesora treinteañera que vive en Shanghái, no pasa el Nuevo Año Lunar con su familia desde 2020 por culpa del COVID. Pero como millones de chinos, este año desafiará contrariedades y restricciones para poder volver a casa. Pero después de dos años privada de esta celebración Chen Hainan piensa volver a casa de sus padres en la provincia costera de Zhejian (este), aunque ello le suponga realizar cinco test PCR entre la ida y la vuelta.

“Al principio no contaba con volver este año”, dice justo antes de tomar su tren en la estación central de Shanghái, repleta de viajeros que regresan a ver a sus familias. “Pero después reflexioné. Hace ya dos años, así que decidí enfrentarme a todas las molestias”, añade.

Primas para quedarse

Desde mediados de 2020, los chinos han podido volver a comercios, restaurantes, bares o transportes. Pero los viajes de regreso después del Año Nuevo son, desde hace dos años, uno de los principales rompecabezas. En tiempos normales, centenares de millones de personas (obreros, estudiantes, oficinistas) tomaban autobuses, trenes y aviones una tradición que constituye la mayor migración humana anual de todo el mundo.

Los comienzos de la epidemia en la ciudad china de Wuhan estropearon el Año Nuevo de 2020. El año pasado, la persistencia de inquietudes ante el COVID hizo que el número de viajantes estuviera por debajo de la mitad del habitual. Este año es la cercanía de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín (4-20 de febrero) que pone en alerta a las autoridades ante posibles brotes que compliquen el desarrollo del evento deportivo.

Algunas provincias piden a sus habitantes no moverse durante las fiestas y en las zonas industriales incluso ofrecen primas a los obreros para que se queden. Los test PCR al partir y al llegar son casi obligatorios para cualquier pasajero. Y en algunas ciudades, contra la postura del gobierno, imponen cuarentenas a la llegada para desalentar a posibles viajeros. Pero muchos no se amilanan.

“Miedo de no poder volver”

Según la prensa, el número de viajeros es mucho mayor este año respecto a 2021. La estación de Shanghái ha estado casi toda la semana tomada por un flujo casi ininterrumpido de pasajeros. En Pekín, el dilema es más complicado. Debido a los Juegos, las autoridades enfatizan todavía más la necesidad de no desplazarse. A los que desean partir, de todos modos, les aseguran que podrán volver con un test PCR negativo.

Pero no todos confían en esta garantía. “Nos quedamos en Pekín durante las vacaciones porque tenemos miedo de no poder volver si se detectan casos en nuestra ciudad o en otro lugar”, reconoce a AFP Joanna Feng, una arquitecta originaria de Wuhan.

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“Evidentemente, los abuelos querrían ver a sus nietos por Año Nuevo. Pero iremos después de las fiestas”, explica. Según Ctrip, líder en China de reservas en línea de trenes, aviones y hoteles, las estancias cortas y las vacaciones cerca del domicilio han triunfado este año.

El adolescente de 18 años Huang Jinnan, trabajador en una fábrica de Shanghái, ni se plantea quedarse en la metrópolis económica después de haberse perdido las fiestas el año pasado. “Voy a ver a mi abuela” a la provincia de Henan (centro). “Vuelvo a casa (porque) no tengo ningún otro lado adónde ir”.

Fuente: AFP.

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