El presidente estadounidense Joe Biden se declaró “decepcionado” por la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de anular su orden de que las empresas con más de 100 empleados exijan vacunas contra el COVID-19 o hagan pruebas de detección del virus a sus trabajadores.
“Estoy decepcionado de que la Corte Suprema haya decidido bloquear unos requisitos de sentido común (...) para los empleados de grandes empresas, que se basaban lisa y llanamente tanto en la ciencia como en la ley”, dijo el presidente demócrata en un comunicado.
Biden saludó que la Corte haya dejado en firme el requisito de que el personal sanitario de instituciones que reciben fondos federales sea inmunizado y dijo que esto afectará a unos 10 millones de personas y “salvará vidas”.
Después de meses de llamamientos públicos a los estadounidenses para que se vacunen contra el COVID-19, que ha matado a más de 845.000 personas en Estados Unidos, Biden anunció en septiembre que haría obligatoria la vacunación antiCOVID en las grandes empresas privadas.
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Los empleados no vacunados tendrían que presentar pruebas negativas semanales y usar mascarillas en el trabajo. La Administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA), una agencia federal, dio a las empresas hasta el 9 de febrero para cumplir con las reglas o atenerse a multas.
Pero los seis jueces conservadores de la Corte Suprema dictaminaron que el mandato representaría una “invasión significativa en la vida y la salud de una gran cantidad de empleados”. “Aunque el Congreso indiscutiblemente le ha dado a OSHA el poder de regular los riesgos laborales, no le ha dado a esa agencia el poder de regular la salud pública de manera más amplia”, dijeron.
“Exigir la vacunación de 84 millones de estadounidenses, seleccionados simplemente porque trabajan para empresas con más de 100 empleados, ciertamente cae en la última categoría”, agregaron. Los tres jueces progresistas discreparon, señalando que el fallo “obstaculiza la capacidad del gobierno federal para contrarrestar la amenaza sin precedentes que representa el COVID-19 para los trabajadores de nuestra nación”.
“No hacer daño”
El mandato de vacunación para el personal de salud de instituciones que reciben fondos federales fue aprobado en una votación de 5 a 4, con dos conservadores, el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, y el juez Brett Kavanaugh, sumándose a los magistrados progresistas.
“Garantizar que los proveedores tomen medidas para evitar transmitir un virus peligroso a sus pacientes es consistente con el principio fundamental de la profesión médica: primero, no hacer daño”, sostuvieron en la opinión mayoritaria.
La vacunación se ha convertido en un tema políticamente divisivo en Estados Unidos, donde solo el 62% de la población está vacunada. Una coalición de 26 asociaciones comerciales presentó una demanda contra las regulaciones de OSHA y varios estados liderados por republicanos impugnaron el mandato de los trabajadores de la salud.
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El expresidente republicano Donald Trump saludó el fallo de la Corte sobre las empresas. “La Corte Suprema se ha pronunciado, confirmando lo que todos sabíamos: los desastrosos mandatos de Biden son inconstitucionales”, afirmó Trump en un comunicado. “Estamos orgullosos de la Corte Suprema por no retroceder. ¡No hay mandatos!”.
“¡La libertad gana!”, tuiteó por su parte quien fue vicepresidente de Trump, Mike Pence. El senador republicano Rick Scott, de Florida, dijo que el fallo de la Corte “envía un mensaje claro: Biden no es un rey y no se tolerarán sus grandes extralimitaciones del poder federal”.
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“Tuve COVID y me vacuné, pero NUNCA apoyaré un mandato de vacunación que presiona a los trabajadores estadounidenses y acaba con los empleos”, dijo Scott. En su declaración, Biden dijo que ahora depende de los estados y los empleadores individuales determinar si deberían exigir a los trabajadores “que den el paso simple y efectivo de vacunarse”.
Dijo que el fallo de la Corte Suprema “no me impide usar mi voz como presidente para abogar para que los empleadores hagan lo correcto para proteger la salud y la economía de los estadounidenses”. “Tenemos que seguir trabajando juntos si queremos salvar vidas, mantener a la gente trabajando y dejar atrás esta pandemia”, dijo.
Reforma sobre acceso al voto
El presidente Joe Biden se reunió el pasado jueves por la noche con dos senadores de su propio partido para tratar de salvar dos proyectos de ley sobre el acceso de las minorías al voto, en un día en el que su estrategia anti-COVID también sufrió un revés. Para Biden los dos proyectos de ley nacionales son necesarios para salvar la democracia tras una serie de leyes promulgadas a nivel local por los republicanos para, según activistas, poner trabas a los votantes negros y a otros, predominantemente demócratas.
Es una reforma moribunda debido al apoyo insuficiente de su propio partido. Los dos principales senadores que se resisten, Joe Manchin de Virginia Occidental y Kyrsten Sinema de Arizona, acudieron a la Casa Blanca al final del día. La reunión con el presidente, que duró una hora y 20 minutos, fue “un amable y respetuoso intercambio de puntos de vista sobre el derecho a voto”, resumió un funcionario de gobierno.
Antes Biden hizo el trayecto en la otra dirección, yendo al Capitolio, para tratar de convencer a su partido de que se uniera. A la salida parecía derrotado. “Espero que lo consigamos, pero no estoy seguro”, dijo. Biden acudió al Congreso concretamente para tratar de convencer a los demócratas de que aceptaran cambiar una regla del Senado y poder aprobar los proyectos de ley a pesar de la frontal oposición republicana.
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Pero incluso antes de que llegara al almuerzo con los congresistas, la senadora demócrata Kyrsten Sinema explicó que, aunque respaldaba los proyectos de ley, no estaba de acuerdo en cambiar la regla, conocida como filibusterismo. Sinema dijo que pasar por alto el filibusterismo, que requiere una mayoría de 60 votos de 100 y, por lo tanto, cierto apoyo republicano para un proyecto de ley demócrata, profundizaría la “espiral infernal de división”. “Proteger nuestra democracia” es algo que “no se puede lograr a través de un solo partido”, señaló.
Más tarde Manchin también dejó claro que se oponía a romper el obstruccionismo, aunque apoye los proyectos de ley. A menos que ambos cambien de opinión, las medidas parecen abocadas al fracaso.
Cuando falta una semana para que cumpla un año en el cargo, el índice de popularidad de Biden es inferior al 40% y los republicanos están bien posicionados para quitar el control del Congreso a los demócratas en las elecciones de mitad de mandato que se celebrarán en noviembre. “Lo que está en juego no es nada menos que nuestra democracia”, lanzó Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y aliada clave de Biden.
El filibusterismo
Irónicamente, en un momento de divisiones implacables entre partidos, los republicanos no son el mayor problema de Biden. Los demócratas controlan el Senado por solo un voto y eso no es suficiente, según las reglas actuales, para aprobar la mayoría de las leyes.
El filibusterismo ha permitido a los republicanos entorpecer el trabajo de los demócratas en el Senado durante los últimos 12 meses. Esta vez Biden pedía a su partido crear una excepción que permita cambiar la regla temporalmente y votar los proyectos de ley electorales por mayoría simple, pasando por alto a los republicanos.
El problema es que cambiar la norma requeriría la aprobación demócrata unánime y hasta ahora Sinema y Manchin se oponen. Un escenario similar ocurrió hace un mes cuando el paquete social y climático Build Back Better (Reconstruir Mejor) de 1,7 billones de dólares se hundió porque Manchin se negó a apoyarlo.
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La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que los estadounidenses aplaudirán a Biden al menos por haberlo intentado. Sin embargo, con su prestigio en juego, Biden se encuentra en una situación incómoda. Muchos afroamericanos votan por los demócratas y algunos líderes influyentes ya han criticado a Biden por hacer muy poco y demasiado tarde por las leyes electorales, un tema delicado por la historia de racismo e intentos de restringir los votos de la población negra en Estados Unidos.
Paralelamente, los republicanos acusan a Biden de haber abandonado sus raíces centristas y de haberse pasado a la extrema izquierda. El discurso que Biden pronunció el martes en Georgia señalando que las leyes de acceso al voto son una herramienta vital para preservar los derechos democráticos fue “divisivo” y “pura demagogia”, estimó el senador republicano Mitch McConnell.
El segundo golpe del día al mandatario se lo propinó la Corte Suprema y fue igual de doloroso, al fallar en contra de que la vacuna antiCOVID sea obligatoria en las grandes y medianas empresas, una medida clave del gobierno para controlar la propagación de la variante ómicron.
Fuente: AFP.