La repentina erupción el sábado de la montaña más alta de la isla de Java tomó por sorpresa a los lugareños y provocó la huida de miles de personas, con cientos de alojados en refugios improvisados. El volcán dejó al menos 11 pueblos del distrito de Lumajang cubiertos de ceniza volcánica, sumergió casas, mató ganado y forzó a 1.300 personas a cobijarse en mezquitas, escuelas y otros edificios públicos.

Los socorristas rastreaban este domingo en poblados cubiertos de ceniza en busca de supervivientes de la espectacular erupción del volcán Semeru en Indonesia, que dejó al menos 14 muertos y decenas de heridos, según el último balance. “No sabíamos que era barro hirviendo” explicó Bunadi, habitante del pueblo de Kampung Renteng. “De golpe, el cielo se oscureció y llegaron las lluvias y el humo hirviente” explica.

“El balance de muertos ahora es de 14 personas” indicó el portavoz de la agencia de gestión de desastres naturales (BNPB) Abdul Muhari. El balance anterior era de 13 fallecidos. La erupción dejó además 56 heridos, de los cuales 41 por quemaduras, según la agencia.

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El presidente indonesio, Joko Widodo, ordenó una respuesta de emergencia rápida para encontrar a las víctimas y tratar a los heridos, indicó Pratikno, el secretario de Estado, que como muchos indonesios solo tiene un nombre. Imágenes del momento de la erupción muestran una gigantesca nube de humo sobre el volcán que se avecina hacia una localidad cercana cuyos habitantes huyen desesperados.

La lava destruyó al menos un puente en Lumajang, con lo que hay zonas donde los equipos de rescate no pueden llegar. Los servicios de emergencia de un municipio afectado publicaron un video con los tejados de las casas sobresaliendo de una capa de lodo que las destruyó. Este domingo, las evacuaciones se suspendieron temporalmente a causa de las nubes de ceniza, según la cadena indonesia Metro TV.

También hay riesgo de que las fuertes lluvias hagan que los sedimentos de ceniza formen un nuevo río de lava caliente, advirtió el vulcanólogo indonesio Surono en esa cadena. La mayoría de las víctimas murió justo después de la erupción, alcanzadas por la lava en sus aldeas, explicó el portavoz de la agencia de orden público de Lumajang, Adi Hendro, a la AFP. “No tuvieron tiempo de huir”, comentó.

Escenas de desolación

Al menos siete personas siguen desaparecidas desde la erupción, indicó Hendro, incluyendo a dos que, según las autoridades, podrían seguir vivas. “Había señales de que seguían con vida, pues había unas luces, quizá de sus celulares”, dijo el portavoz. “Pero no podemos ir allí porque el suelo todavía está muy caliente. Queremos garantizar la seguridad de nuestros equipos”, señaló. Los rescatistas, ataviados con uniformes de color naranja, trabajaban en medio de un ambiente gris oscuro en Lumajang (11.000 habitantes), entre edificios derruidos y árboles caídos.

En otras imágenes de los servicios de emergencia, se ve a los lugareños intentando salvar sus pertenencias, algunos cargando con colchones y muebles hasta sus refugios o con cabras vivas en brazos. “De momento, le pedimos a la gente que no permanezca en el lugar porque la ceniza volcánica todavía está relativamente caliente”, indicó por su parte Indra Wibowo, jefe de la agencia de gestión de desastres local, al canal Metro TV.

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Por su parte, Abdul Muhari indicó que los ciudadanos han sido advertidos de no acercarse a un radio de cinco kilómetros del cráter y de que el aire altamente contaminado puede ser perjudicial. El nivel de alarma del volcán Semeru, de 3.676 metros de altura, estaba en su segundo grado más alto desde la última gran erupción de diciembre de 2020, que también forzó la evacuación de miles de personas e hizo desaparecer algunos municipios.

Este archipiélago del sureste asiático se sitúa en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona de choque de placas tectónicas con una elevada actividad sísmica y volcánica. El país alberga alrededor de 130 volcanes activos. A finales de 2018, la erupción de un volcán en el estrecho entre las islas de Java y Sumatra provocó un desprendimiento de tierras submarino y un tsunami que mató a más de 400 personas.

Barro, cenizas y desolación

Deambulando entre el barro y la ceniza gris, los habitantes de los pueblos situados al pie del volcán Semeru, en Indonesia, intentaban este domingo recuperar los escasos bienes que les han quedado tras la erupción. Padres con sus hijas traumatizadas, viejos con colchones a cuestas. Agricultores con sus cabras en brazos, vivas de milagro. Tras la apocalíptica erupción de la víspera, todos están conmocionados y yerran de un lado a otro, en medio de una aldea reducida a la nada.

“De golpe, el cielo se oscureció y luego llegaron la lluvia y los nubarrones ardientes”, cuenta Bunadi, un habitante de la aldea de Kampung Renteng, en el este de Java, que afirma que se vio sorprendido por la irrupción de un “barro ardiente”.

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La potente erupción ha causado más de una decena de muertos y numerosos heridos. Las cabañas que componen el pueblo se vieron arrasadas por las coladas de lodo ardiente y una lluvia de cenizas y escombros, obligando a centenares de familias a huir de la zona sin poder llevarse nada consigo. Muchos de ellos han perdido sus casas.

Refugiadas en una mezquita, varias madres esperan sentadas en el suelo, junto a sus hijos, dormidos. Tuvieron suerte y pudieron escapar al cataclismo que enterró aldeas enteras bajo las cenizas.

Las operaciones de rescate continúan, pero los habitantes, desesperados, se arriesgan a volver a sus aldeas, pese al riesgo que esto entraña para su salud, con la idea de recuperar cualquier cosa que se haya podido salvar. En una casa de Lumajang, los platos, cazuelas y boles esperan en una mesa, como si la cena estuviera a punto de ser servida. Pero en lugar de comida, lo que hay es ceniza volcánica.

Arrastrados por el lodo

Algunos lugareños cuentan a sus familiares desaparecidos. “El torrente de lodo se llevó a diez personas”, cuenta Salim, otro habitante de Kampung Renteng. “Uno de ellos pudo haber escapado. Le gritamos que corriera, pero contestó: ‘no quiero, ¿quién dará de comer a mis vacas?’”, explica Salim.

No muy lejos de allí, en Sumber Wuluh, los tejados de las casas apenas sobresalen del suelo, lo cual da una idea del volumen de lodo que inundó el pueblo en muy poco tiempo. Hay vacas muertas yaciendo en el suelo y, aunque algunos animales han logrado sobrevivir, muchos están mutilados, en carne viva, abrasados por la lava.

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Un evacuado, con un cigarrillo entre los labios, fue rescatado por los socorristas, cuyo uniforme naranja destaca en un paisaje gris oscuro que casi parece el infierno. Sentados sobre la ceniza, un grupo de vecinos de Sumber Wuluh contemplan el cráter del Semeru, de donde sigue emanando humo.

En medio de los árboles quemados y deshojados y de las casas y vehículos enterrados por el barro, ellos son, junto con los pocos animales que los rodean, los únicos signos de vida en un panorama de muerte y desolación.

Fuente: AFP.

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