España lidera los índices de vacunación contra el COVID entre los grandes países de la Unión Europea, movido por una gran confianza en la sanidad pública y las vacunas, y un fuerte sentido de la familia.

Más de 28,7 millones de personas estaban completamente vacunadas en España este jueves (el 61,5%), un porcentaje superior al de Italia (57,7%), Francia (56%) y Alemania (55%), mientras que en el otro extremo está Bulgaria, con apenas un 15%, según los últimos datos de la AFP.

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Fuera de la Unión Europea, el Reino Unido tenía casi el 60% de su población totalmente vacunada y Estados Unidos, el 50%. Además, cerca del 72% de los españoles habían recibido al menos una dosis. Una de “las piezas clave” del éxito de la vacunación ha sido “la confianza en el sistema sanitario”, explicó a la AFP Josep Lobera, profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Lobera es miembro del comité de estrategia de vacunación, oficialmente denominado Grupo de Trabajo Técnico de Vacunación COVID-19, y recibió el encargo de las autoridades de explorar cómo iban a recibir la vacuna los españoles.

Él y sus colegas constataron que se partía “de una situación de ventaja respecto a otros países, porque la confianza en las vacunas en general, especialmente en las vacunas infantiles, era tradicionalmente más alta que en otros países europeos”.

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Aunque las vacunas no son obligatorias en España, no estar al día en las infantiles puede significar no ser aceptado en la escuela. Entre las que se recomiendan, están la de la varicela y la meningitis, dos vacunas que ya no se administran en varios países europeos.

Según un estudio realizado en 15 países por el Imperial College de Londres y difundido en junio, el 79% de los españoles confiaban en la vacuna contra el coronavirus, en contraste con el 62% de los estadounidenses, el 56% de los franceses o el 47% de los japoneses.

Sanidad pública, sinónimo de modernidad

El pabellón deportivo WiZink de Madrid es ahora un gran centro de vacunación. En una mañana de agosto, bajo el tradicional sol abrasante del verano madrileño, hay una larga fila de personas de alrededor de 30 años esperando a recibir la segunda dosis.

“Tengo una confianza del 100%, del 200%” en la sanidad pública, aseguró Inés Gómez Calvo, una diseñadora gráfica de 28 años. Para Alejandro Costales, un abogado de 30 años, la vacuna significa “cuidar un poco de ellos”, de su familia, “tener la garantía de ir a casa, volver y no contagiarles”.

El profesor Lobera cree que los españoles asocian sanidad pública universal a modernidad, en un país que estaba sediento de ella tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. Fue con la llegada de la democracia, en 1978, que los diferentes gobiernos “afianzaron, e invirtieron en un sistema público de salud que los españoles ven como parte de ese sistema moderno, democrático y de progreso”, explicó Lobera.

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Sobre la importancia de los lazos familiares, el sociólogo cree que es un asunto cultural pero también económico, porque “los jóvenes tienen mucha más dificultad para emanciparse, hay una mayor precariedad laboral, y eso significa que la familia ha actuado como salvavidas” en las crisis.

Ante el buen ritmo de vacunación, el debate sobre medidas como la obligatoriedad de la vacuna o la expedición de un “pasaporte COVID” -- que han provocado manifestaciones en Francia o Alemania -- es de momento limitado.

“No hemos tenido que adoptar esa medida porque de una manera voluntaria la práctica totalidad de los docentes, y la práctica totalidad de la ciudadanía, se está vacunando”, estimó la ministra de Educación, Pilar Alegría, en declaraciones el lunes a la radio Cadena SER.

El recuerdo de la polio

En la memoria de muchos españoles están los estragos causados en miles y miles de niños nacidos entre 1955 y 1965 por el retraso en la vacunación contra la poliomelitis, una enfermedad viral que ataca la médula espinal y causa debilidad muscular y parálisis.

Mientras en muchos países la vacunación empezó a mediados de los años 1950, en España tardó casi una década más, una negligencia enterrada por la censura de la época, que llevó recientemente al gobierno a identificar como víctimas del franquismo a quienes la padecieron. “Fue una situación absolutamente calamitosa”, explicó a la AFP Javier García, presidente de la asociación Cota Cero y víctima de la poliomelitis. “Fue absolutamente desolador”.

García, que ahora tiene 60 años y está en una silla de ruedas, no pudo ponerse de pie hasta los 4 años, con ayuda ortopédica, y sufrió 17 operaciones en las piernas siendo un niño. Sobre la vacuna del coronavirus, es concluyente: “es importante que todo el mundo se la administre, y cuanto antes mejor”.

Fuente: AFP.

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