El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, se mostró implacable este lunes hacia sus detractores, un año después de su discutida reelección y la represión de un importante movimiento de protesta que condujo a miles a la prisión o el exilio.

Lukashenko también negó cualquier implicación en la muerte sospechosa de un opositor que se había refugiado en Ucrania y acusó a una velocista de haber sido “guiada a distancia” por Varsovia después de que afirmara haber sido víctima de un intento de repatriación forzosa desde los Juegos Olímpicos de Tokio.

En su encuentro anual con la prensa y los dignatarios del régimen, bautizado como “gran debate”, Alexander Lukashenko proclamó una vez más su victoria en una elección “totalmente transparente” ante una oposición que preparaba un “golpe de Estado”.

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“No hay necesidad” de represión

Tras ser preguntado por las detenciones masivas, los cierres forzosos de los medios de comunicación y oenegés, Lukashenko rechazó el término represión. “No hay y nunca habrá represión en mi país (...) No la necesito”, subrayó el líder bielorruso. “¿Qué represión? ¿He fusilado a alguien? ¿He matado a alguien?”, interrogó a la audiencia tras ser interpelado por un periodista estadounidense.

“Sólo jugué con las reglas del juego de los bandidos (los opositores), que, bajo la dirección de los servicios especiales estadounidenses, desde Polonia, atacaron a nuestro Estado soberano”, agregó Lukashenko. La campaña electoral de 2020 fue testigo de una movilización inesperada de la sociedad bielorrusa alrededor de una candidata sorpresa, Svetlana Tijanóvskaya, que reemplazó sobre la marcha a su marido encarcelado y consiguió aunar todas las corrientes opositoras.

Pero, tras la votación de 9 de agosto, Lukashenko fue proclamado vencedor con más del 80% de los votos, un resultado cuestionado que despertó un movimiento de protesta inaudito en esta antigua república soviética dirigida por él desde 1994.

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Tijanóvskaya, que tuvo que exiliarse, ha sido recibida en el extranjero por numerosos dirigentes occidentales, entre ellos el estadounidense Joe Biden en julio. La líder opositora aseguró este lunes que el régimen bielorruso se había convertido en uno “terrorista”. Meses de importantes manifestaciones no llevaron al diálogo al régimen, que respondió encarcelando miles de personas y arrestando o mandando al exilio a las principales figuras opositoras.

En 2021, la represión se aceleró a pesar de las crecientes sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos contra el régimen. La mayoría de medios independientes y oenegés fueron cerradas. Y la mayoría de aerolíneas evitan su espacio aéreo después de que el régimen fuera acusado de desviar en mayo un vuelo comercial para detener a un disidente.

“Nunca nos arrodillaremos”

Lukashenko rechazó las sospechas que pesan sobre el régimen por la muerte del disidente exiliado Vitali Shishov, encontrado ahorcado en Kiev y las acusaciones de querer repatriar forzadamente de Tokio a una atleta olímpica, que criticó a sus entrenadores.

“Shishov, pero, ¿quién es él para mí o para Bielorrusia? (...) No es nadie para nosotros, ¿quién será que fue a ahorcarlo?”, lanzó Lukashenko durante su conferencia de prensa anual. También acusó a la velocista Krystsina Tsimanóuskaya de estar “teledirigida por sus amigos polacos”, que le otorgaron un visado humanitario.

El presidente acusa a sus detractores de ser cómplices de Occidente, que querría derrocarle para debilitar a Rusia y su presidente Vladimir Putin, principal aliado de Minsk. “Nunca nos arrodillaremos”, exclamó este lunes Lukashenko, denunciando las sanciones europeas y estadounidenses.

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En Minsk, la continua represión sofocó a los críticos. Ahora no queda rastro de las manifestaciones con decenas de miles de personas que protestaban cada domingo hace menos de un año. Para conmemorar el primer aniversario de las protestas, los bielorrusos protestaron en el extranjero, especialmente en Polonia o Ucrania, exilio de numerosos refugiados.

La diplomacia de la UE denunció el domingo “la represión bien orquestada y la campaña de intimidación” del régimen que llevó a “miles de ciudadanos de todos los estratos sociales a morir en circunstancias oscuras, ser detenidos o verse forzados a dejar el país”.

Fuente: AFP.

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