Por Leah Soibel
Acaba de cumplirse un año de la devastadora explosión en el puerto de Beirut que se cobró la vida de más de 200 personas, dejando miles de heridos, familias derruidas, y hogares y comercios destrozados.
El desastre, más que probablemente causado por la imposibilidad de un gobierno libanés tras otro de contener a la milicia terrorista Hezbolá que, de nuevo, con toda probabilidad, acumuló en el puerto el nitrato de amonio (notorio elemento explosivo) que causó la explosión, es solo un lamentable síntoma de la parálisis política del país.
Tras un año del desastre, los observadores, nacionales e internacionales, señalan de nuevo a la clase política libanesa por su incapacidad de investigar al culpable.
Es significativo que, paralelo al inmovilismo judicial corre el de la reconstrucción, puesto que el lugar de la explosión continúa hecho ruinas.
Los productos del puerto que eran perecederos se pudrieron y el gobierno no ha aceptado todavía alguna de las varias propuestas internacionales de reconstrucción.
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Terrorismo y corrupción
La designación del nuevo primer ministro Najib Mikati dio cierta esperanza de cambio, Mikati ya había servido en el cargo en 2005 y luego del 2011 al 2015, y en esta ocasión dijo que no tiene una varita mágica para corregir la lastimosa situación pero que su intención es dar entrada a ayuda internacional.
Este primer ministro, como los anteriores, pertenece a una élite económica que está alejada de la realidad libanesa, además, está acusado de corrupción. Nada nuevo en la política del Líbano, lamentablemente.
Los analistas señalan que la peor desgracia de el Líbano es que su deplorable estado es básicamente por una malísima gestión de la economía, mal endémico de su sistema.
Si fuera un desastre natural, la ayuda humanitaria internacional se impondría, pero al ser un problema nacional, tanto la corrupción como la libertad de acción del grupo terrorista chiita Hezbolá, es otra cosa.
Irán observa complacido
Si bien el pueblo libanés sufre, la desunión y el caos en el país del cedro son buenas noticias para Irán, que considera que tiene que armar y fortalecer a su proxi Hezbolá para mantener bajo control cualquier disensión, tanto en aquel país como en la región en general, porque, como saben todas las tiranías, no hay como el malestar social y la penuria económica para imponer autoridad.
La pandemia también se ha cebado en el Líbano y un reciente estudio de la ONU indicó que la mayoría de los 6 millones de habitantes tienen problemas para encontrar comida, medicina, combustible, electricidad y agua potable: el 77% de los hogares no tienen suficiente comida o dinero para comprarla.
Israel ofreció ayuda a su vecino del norte en el mes de julio y tampoco esta propuesta fue respondida. Parece que urge una ayuda internacional, por el bien del pueblo libanés.