Los talibanes lanzaron una impresionante ofensiva para conquistar territorios, con el objetivo de obligar a las autoridades afganas a aceptar la paz que ellos quieren dictar o a sufrir una total derrota militar.
La rapidez de estos ataques ha hecho añicos cualquier esperanza de que las conversaciones iniciadas en septiembre de 2020 en Doha -estancadas desde entonces- ofrecieran un marco de poder compartido entre los dos bandos antes de la retirada de las fuerzas extranjeras, prevista para el 31 de agosto.
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En estos momentos, los talibanes están imponiendo el ritmo de los combates e intensificando la ofensiva, acorralando capitales de provincias y tomando control de puestos fronterizos clave. Los expertos consideran poco probable que tengan la capacidad militar para atacar Kabul, la capital fortificada, defendida por artillería pesada y las fuerzas aéreas del ejército afgano, que podría mantenerlos a raya.
Pero, al privar a las autoridades afganas del aprovisionamiento procedente de los países vecinos o de los ingresos generados por las aduanas de los puestos fronterizos, los talibanes parecen estar intentando que el gobierno colapse, al tiempo que socava la moral de las tropas en los enfrentamientos.
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“Tengo la impresión de que los talibanes todavía prefieren una vía política, pero una cuyo objetivo sea la capitulación” de las autoridades afganas y “si eso fracasa, también quieren tomar la vía militar”, señala Ibraheem Bahiss, analista del International Crisis Group (ICG). Después de haber pregonado un acuerdo negociado entre los talibanes y Kabul, los responsables estadounidenses criticaron la poca consideración de los insurgentes ante los deseos de la comunidad internacional.
“Tenemos que ver un gesto por parte de los talibanes que demuestre que no sólo buscan una victoria militar total”, declaró el general Kenneth McKenzie, jefe de Centcom, el mando central estadounidense, a cargo de las operaciones militares en Afganistán y en la región.
Ofensiva talibana
En sólo unas pocas semanas, los talibanes han golpeado seriamente a las fuerzas afganas, formadas, entrenadas y equipadas durante dos décadas por la coalición internacional bajo el coste de decenas de miles de millones de dólares, pero ahora privadas del crucial apoyo aéreo estadounidense.
“La vulnerabilidad de las fuerzas afganas frente a los talibanes fue una sorpresa, pocos esperaban que colapsaran, incluso parcialmente, tan rápido”, indicó Atiqullah Amarkhail, un general afgano retirado. Tras derrotar u obtener la rendición, a veces sin luchar, de los soldados afganos desmoralizados, los talibanes se apoderaron de armas, vehículos y material militar.
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A esta ofensiva le acompaña además una serie de asesinatos selectivos de miembros de la sociedad civil, periodistas, políticos y pilotos militares, con el propósito de debilitar la confianza de los afganos sobre la capacidad de las autoridades para proteger a la población. La mayoría de estos asesinatos no ha sido denunciada, pero fue atribuido en gran medida a los talibanes.
“Es en ciudades como Kabul donde los talibanes pueden esperar resistencia (...) civil y política”, precisa un informe de la Red de Analistas de Afganistán. Sin embargo, los talibanes niegan haber asesinado a civiles, mientras que la rama afgana del grupo Estado Islámico, que lucha contra el régimen y los talibanes, ha reivindicado algunos de ellos.
Lucha en las ciudades
Revertir el ataque de los talibanes es crucial para el gobierno afgano, antes de que el invierno limite las operaciones militares. En cuanto a las ciudades, los talibanes enviaron mensajes contradictorios: sus dirigentes aseguran que quieren evitar luchas en zonas urbanas, pero los insurgentes han atacado en suburbios de las capitales de provincia.
El alcance del control de los talibanes en el país no tiene precedentes desde que fueron expulsados del poder por una coalición internacional a finales de 2001. “Lo más sorprendente de la ofensiva de los talibanes es que se centró en el norte y el oeste”, explica Bill Rogio, de una fundación estadounidense por la defensa de la democracia, quien subraya que los insurgentes han llevado los combates a zonas cercanas de personas destacadas en el poder. “Si los jefes de la guerra y otros líderes influyentes pierden su apoyo del norte y del oeste, el gobierno afgano está perdido”, concluye Rogio.
Fuente: AFP.