El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, cumple dos años en el cargo, con elevados índices de popularidad, pero distanciado de la comunidad internacional, que lo cuestiona por tratar de concentrar el poder con la ayuda del Congreso.
“El Salvador vive tiempos que solo pueden calificarse de inquietantes y peligrosos. A pesar de la poca claridad de hacia dónde se dirige el país, una importante mayoría de la población confía ciegamente en el presidente y apoya sus decisiones con independencia de las consecuencias”, advierte en un editorial la influyente Universidad Centroamericana (UCA).
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Tras llegar al poder el 1 de junio de 2019, el gobernante “millennial” de 39 años, poco afín a las entrevistas, transmite sus mensajes privilegiando Twitter o interactuando con ‘influencers’.
“Soy un amante de los medios alternativos (...) Es más interesante hacer una entrevista con ustedes, más relajada, más libre, más de acuerdo a los nuevos tiempos”, confesó en marzo en el podcast En Cortinas, a cargo de los influencers mexicanos @luisitocomunica y @juanbertheau, que suman, respectivamente, 26,3 millones y 5,5 millones de seguidores.
“Cómo no se la iba a dar ustedes, tienen más seguidores [en Instagram] que la población de El Salvador [6,7 millones de habitantes]”, agregó aquella vez. Sus comentarios sobre temas del día a día, que pueden ir de economía a un partido de fútbol, son ampliamente celebrados.
Apoyo popular
Con una imagen fresca y de gorra con la visera hacia atrás, Bukele capitalizó el descontento popular sobre los partidos tradicionales Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda), que se habían alternado el poder de 1989 a 2019.
El gobernante difundió la última semana una encuesta del Centro de Investigaciones de Estudios Sociales (CIESCA), donde un 89% se mostró de acuerdo con su trabajo. Para la directora del Instituto de Opinión Pública de la UCA, Laura Andrade, hay una “avalancha publicitaria” del gobierno en redes que “distorsiona la forma en que la población salvadoreña interpreta la realidad, con un contenido que no les proporciona elementos que la empoderan, sino que la fragmentan”.
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A dos años de gestión, “el logro es mantener la baja de homicidios” en un país sin guerra que se presentaba como uno de los más violentos del mundo, reconoce el exdiputado socialcristiano Juan José Martel. Bukele recibió el país con un promedio de 50 homicidios por cada 100.000 habitantes, una cifra que descendió en 2020 a 20 muertes por 100.000, fruto de un plan contra las violentas pandillas.
Además, a juicio de Martel, Bukele “minimizó” la crisis económica producida tras el estallido de la pandemia, entregando 300 dólares a las familias más necesitadas y repartiendo alimentos. Así, en las elecciones parlamentarias de febrero, sus aliados se quedaron con 61 de los 84 escaños de la Asamblea Legislativa.
Adiós EEUU, hola China
Ni bien asumió en mayo, el nuevo Congreso destituyó a un grupo de magistrados de la Corte de Justicia y al fiscal general, colocados allí por las pasadas legislaturas, provocando una condena internacional y de sectores de la oposición, que denunciaron un atropello a la separación de poderes.
La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, aseguró que Washington debía “responder”. Su gobierno ya cesó la cooperación a la Policía y al Instituto de Acceso a la Información y reorientó esos fondos en la lucha contra la corrupción. Tras el distanciamiento con Estados Unidos, El Salvador ha estrechado lazos con China, con un acuerdo de cooperación de 500 millones de dólares.
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“El presidente ha tomado la relación con China como una competencia con la cooperación de Estados Unidos”, y eso “es un juego negativo para el país”, explicó el exembajador de El Salvador en Washington Rubén Zamora. Zamora consideró que se trata de “la crisis política más profunda que el país ha tenido desde el tiempo de la guerra civil (1980-1992)”.
El distanciamiento con Washington ocurre en momentos en que Bukele negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo de 1.300 millones de dólares, en un país cuya deuda externa bordea el 90% de su PIB. El FMI solicita a cambio un ajuste fiscal del 4%.
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Bukele ya había sido criticado por tener actitudes autoritarias al haber llegado escoltado por militares al Congreso en 2020 - en ese momento controlado por la oposición- para pedir la aprobación de un préstamo para seguridad ciudadana.
El gobierno también prepara una reforma a la Constitución, que actualmente no permite la reelección. Y aunque el gobierno ha rechazado que Bukele se repostule, en la encuesta de CIESCA, los salvadoreños apoyan esa posibilidad en un 95%.
Fuente: AFP.