“La peor de las pesadillas”. Así describe un responsable de los hospitales de Manila la situación que están viviendo frente al aumento de casos de COVID-19, sobre todo a causa de las nuevas variantes. Cada día se forman largas filas de espera delante de los servicios de urgencias de los hospitales de la capital filipina, que los familiares de los enfermos recorren de punta a punta con la esperanza de encontrar una cama para sus allegados.

Fue por lo que tuvo que pasar en marzo Angelo Barrera, cuyo padre falleció cinco horas después de haberlo inscrito en una lista de espera. “Lo llevaron a ocho hospitales y todos estaban desbordados”, cuenta Barrera, que entretanto telefoneó a una veintena de centros médicos. La salud del pastor, de 61 años, que no padecía ninguna comorbilidad (coexistencia de dos o más enfermedades), empeoró de repente.

“Las urgencias estaban llenas, como también lo estaban las listas de espera. Algunos hospitales nos dijeron que había unos cuarenta pacientes esperando a poder ser ingresados”, recuerda Barrera. Al final, hacia las 4:00 de la madrugada, una gran clínica privada lo incluyó en su lista de espera para cuidados intensivos. El pastor se encontraba en una camilla, con oxígeno, en el exterior de una unidad de urgencias repleta cuando exhaló su último aliento.

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“Ayúdennos”

Una línea telefónica orienta a los enfermos de COVID-19 hacia el hospital, pero es incapaz de gestionar los centenares de llamadas que recibe cada día. Muchos deciden recurrir a las redes sociales para averiguar en qué establecimientos podrían quedar camas libres o simplemente para desahogarse y manifestar su enfado.

“Hemos llamado a 48 hospitales de la metrópolis de Manila y de los alrededores para una amiga, cuya tasa de oxígeno está al 75%. Todos estaban llenos. Muchos ni siquiera querían añadirnos a la lista de espera”, tuiteó Laurel Flores Fantuzzo el 31 de marzo, antes de lanzar un “ayúdennos”.

Para frenar la propagación del virus y descongestionar los hospitales, las autoridades decretaron en marzo el confinamiento de los 24 millones de habitantes de la capital y de cuatro regiones aledañas.

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Una semana después, entre el 70% y el 80% de las camas reservadas para pacientes con COVID-19 estaban ocupadas, mientras que las unidades de cuidados intensivos estaban llenas “casi al 100%” en la mayor parte de la capital, según la subsecretaria del ministerio de Salud Maria Vergeire.

“Es una situación catastrófica, la peor de las pesadillas para un director de hospital”, admite Jaime Almora, presidente de la Asociación de Hospitales de Filipinas.

“Peor que el año pasado”

“Es peor que el año pasado”, subraya Leland Ustare, un anestesista en el centro médico St Luke, en alusión a los primeros meses de la pandemia. El gobierno repartió tiendas a los hospitales en dificultades y trasladó a la capital a trabajadores sanitarios de otras regiones, menos afectadas por la pandemia.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hospitales están al borde de la “línea roja” que se cruza cuando la demanda supera la capacidad de atender a los enfermos. El presidente Rodrigo Duterte, cuyo gobierno fue muy criticado por la gestión de la pandemia y por la campaña de vacunación, advirtió la semana pasada que los próximos meses serán “sombríos”.

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De momento ya se superaron los 828.000 casos de COVID-19 y se espera que, antes de que termine abril, se hayan registrado un millón. Rodell Nazario, que trabajaba en un hotel antes de quedarse en el paro, perdió a su esposa, de 46 años, el pasado marzo. Llevaba dos días esperando que le asignaran una cama en un hospital.

Como su estado empeoraba, decidió llevarla en un taxi, pero falleció al llegar a urgencias. “Los casos no se habrían disparado si [el gobierno] hubiera hecho lo correcto”, señala Nazario.

Fuente: AFP.

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