El papa Francisco, mantendrá el sábado, durante su histórico viaje a Irak para apoyar a comunidades cristianas exangües, una reunión muy simbólica con el gran ayatolá chiita Alí Sistani, para profundizar en el diálogo fraterno pero prudente con los responsables musulmanes.
El pontífice argentino, de 84 años, visitará la ciudad santa de Nayaf, donde está enterrado el imán Alí, yerno del profeta Mahoma y primer imán de los chiitas. En el corazón de esta corriente del islam, el papa será recibido por Sistani, de 90 años, que jamás aparece en público. Será por tanto una imagen emblemática también para la población musulmana de un país 60% chiita y 37% sunita.
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El argentino Jorge Bergoglio es partidario de los encuentros cara a cara, al considerarlos un símbolo de paz, reconciliación y tolerancia, y suele evitar las sutilezas teológicas, al contrario de su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI. En el 2006, Benedicto XVI citó durante un discurso una frase de un emperador bizantino en la que aseguraba que Mahoma había aportado “cosas malvadas e inhumanas” y sus palabras provocaron diez años de distanciamiento con la comunidad musulmana.
Hace dos años, en 2019, durante la primera visita de un pontífice a la península arábiga, Francisco firmó un “documento sobre la fraternidad humana” con el gran imán sunita de la Universidad de Al-Azhar en Egipto, Ahmed al-Tayeb, una personalidad reconocida en su país y por la diáspora.
Más allá de los discursos, de esa visita quedó el afectuoso abrazo del líder de 1.300 millones de católicos con el imán sunita, ante los representantes de todas las religiones. Los sunitas representan casi el 90% de los musulmanes del mundo, mientras que los chiitas llegan al 10% (la mayoría residen en Irán e Irak). La visita del papa a Nayaf es por tanto una manera de extender la mano a la otra corriente del islam.
Evento sin precedentes
“Es un evento sin precedentes”, explicó, entusiasta, Marsin Alshamary, investigadora de la Brookings Institution. La ciudad santa de Nayaf ha sido también sede del diálogo interreligioso, tras la invasión estadounidense del 2003 y la sangrienta guerra civil entre chiitas y sunitas.
El gran ayatolá Sistani suele recordar que los musulmanes tienen prohibido matarse entre ellos pero en 2014, cuando el grupo yihadista Estado Islámico se acercaba a Bagdad, llamó a los iraquíes a tomar las armas para expulsarlos.
“La visita del papa constituye un mensaje político fuerte para una figura (Sistani) comprometida con la defensa de los iraquíes”, asegura Myriam Benraad, politóloga especializada en Oriente Medio. Sistani representa una de las dos corrientes del chiismo moderno, la de Najaf, que distingue política y religión, a diferencia de la defendida por la escuela de Qom en Irán, que desea que los clérigos den directivas a los políticos, como hace el líder supremo iraní Alí Jamenei.
“Los chiitas de Irak quieren que el Vaticano y el mundo occidental los apoyen contra el aumento de poder de Irán”, sostiene el religioso católico iraquí Amir Jajé, muy activo a favor del diálogo interreligioso. El historiador Pierre-Jean Luizard, especialista en Irak, considera que Sistani también se ve perjudicado por “un movimiento de desesperación y desafecto hacia lo sagrado”, surgido en Irak, especialmente entre los jóvenes, y considera que líder religioso chiita es sensible al “prestigio” internacional del papa.
Ateísmo y conversión
Francisco suele recordar el histórico documento firmado en 2019 durante su visita a los Emiratos Árabes Unidos, en el que se aboga por la ciudadanía plena para las “minorías”, pero no se llega a admitir el derecho a no creer o a convertirse, trazando un paralelo entre “el extremismo ateo y agnóstico” y “el fundamentalismo religioso”. “El texto es simbólicamente muy poderoso, pero su contenido echa abajo puertas que ya están abiertas”, sostiene desde El Cairo el sacerdote Jean Druel, subdirector del Instituto Dominico de Estudios Orientales.
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“Cuando se habla de la libertad religiosa, el texto quiere decir que los cristianos pueden ir a misa”, señala, pero “el ateísmo sigue siendo algo incomprensible para el mundo árabe-musulmán”, resume. Y el papa y sus emisarios evitaron abordar los temas más delicados, aunque Francisco ya dijo en Abu Dabi que la libertad religiosa “no se limita únicamente a la libertad de culto”.
“La perfecta libertad religiosa es también poder convertirse y cambiar de religión, como muchos hermanos católicos se han convertido al islam o al budismo”, subraya el cardenal Leonardo Sandri, responsable de la Congregación para las Iglesias Orientales. Pero el tema es por ahora tabú y el Vaticano prefiere concentrarse más bien por ahora en los pequeños avances con un “islam abierto”.
Fuente: AFP.