Ecuador se partió en dos rumbo a la elección de su próximo presidente. Más que una pugna tradicional entre izquierda y derecha, será un duelo a favor o en contra de Rafael Correa, el exmandatario que resurgió en el autoexilio.
Radicado en Bélgica desde 2017, Correa guió a un delfín sin mayor figuración pública hacia el balotaje del 11 de abril. Con 36 años, Andrés Arauz se impuso a 15 candidatos de todo el arco político que solo compartían su rechazo al expresidente.
Arauz, que obtuvo el 32,72% de los apoyos, deberá enfrentar al conservador Guillermo Lasso, de 65 años y segundo en la votación con 19,74%. Pero no será un mero enfrentamiento entre generaciones, estilos o ideologías.
“Se viene la lucha correísmo-anticorreísmo”, señala a la AFP el politólogo Esteban Nichols, de la Universidad Andina Simón Bolívar, anticipando un duelo de “antipatías” más que de preferencias.
“Aquí va a haber una competencia de quien es menos odiado (...) y el menos odiado es Lasso”, opina. El derechista ya perdió con la izquierda correísta en 2013 y 2017.
Aunque Arauz arrancó con una diferencia de 13 puntos porcentuales sobre su contrincante del 11 de abril, no tiene el impulso para ganar por si solo. Tanto él como Lasso necesitan alianzas.
Y para ninguno será fácil captar el voto de la izquierda anticorreísta que encabeza el indígena ambientalista Yaku Pérez, que perdió por muy poco su boleto a la segunda vuelta denunciando un supuesto fraude de la derecha.
Pero “más allá de la pugna entre correísmo y anticorreísmo, la situación del país a nivel social, económico y sanitario es crítica, y se requieren consensos”, comenta a la AFP la politóloga Karen Garzón Sherdeck, de la Universidad Internacional SEK. Hay “una población que quiere un cambio, que no piensa en esta disputa”, agrega
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El renacido
Correa lideró un gobierno de ruptura de diez años (2007-2017). Se enfrentó a los partidos, las élites económicas, los medios y a un sector de los indígenas que históricamente han denunciado su exclusión social.
Metió a Ecuador en la órbita socialista que triunfó en el continente a través del hoy desprestigiado chavismo. Economista como su delfín, Correa fortaleció al Estado, aumentó la burocracia y fue señalado de derrochar la bonanza que dejaron los buenos precios del petróleo.
“Correa se encargó de fragmentar el país”, opina Pablo Romero, analista de la Universidad Salesiana. En su criterio, esas divisiones se van a “profundizar” de cara al balotaje.
El izquierdista dejó el poder en manos de su exvice Lenín Moreno, a quien ayudó a ganar para luego tacharlo de traidor. Correa se radicó en Bélgica y estando fuera comenzaron a estallar múltiples juicios contra él y su círculo cercano por corrupción. Los anticorreístas también asocian su figura con autoritarismo, comentó Nichols.
El movimiento de Correa se rompió en dos: entre sus leales y los seguidores de Moreno. El expresidente fue condenado en ausencia a ocho años de prisión, una sentencia que tilda de persecución política. Un año atrás nadie hubiera apostado por él en las urnas.
Pero Correa renació y logró revalidarse gracias al desencanto popular frente a Moreno, quien deja un país endeudado con el FMI y roto económicamente por la pandemia.
“En el desencanto las posiciones se radicalizan. La población de alguna manera añora, frente al abandono estatal, una presencia” fuerte, explicó a la AFP Alejandra Delgado, socióloga de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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El anticorreísmo remozado
Si bien ha capitalizado ese desencanto, Arauz deberá vencer las no pocas resistencias y temores que despierta el regreso del correísmo al poder. Sus opositores temen un gobierno de revancha y odios.
Pero Lasso no es precisamente una figura que cohesione. “Él tiene que conceder mucho, tiene que dejar atrás el discurso conservador que no caló”, expresa Nichols.
Después de la elección del 7 de febrero, Lasso remozó su imagen. Se estrenó en Tik-tok, cambió sus trajes oscuros por tonos brillantes, apareció junto a indígenas y ha empezado a hablar de medioambiente y de derechos de los animales.
Para Garzón Sherdeck, el derechista es un candidato “desgastado” después de sus intentos fallidos por llegar al poder.
Su pasado como banquero y exfuncionario fugaz del gobierno que decretó un feriado bancario en 1999 - detonante de la crisis que derivó en la dolarización de la economía - hace que no “sea aceptado en varios grupos de la población”, agrega la analista.
Eso lo convierte en “el candidato construido a la medida” de las necesidades del correísmo, que se encargó de “demonizar a los banqueros”, complementa Romero.
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Arauz y Lasso tienen seis semanas para seducir al electorado de Pérez y de Xavier Hervas, el candidato de centroizquierda que se quedó con el 15,68% de la votación. Por lo pronto ninguno de ellos ha apoyado a ninguno de los dos finalistas.
Fuente: AFP.