El escándalo que estalló en Argentina al descubrirse que políticos y sus familiares lograron “vacunaciones de privilegio” contra el COVID-19 se ha convertido en un golpe más duro de lo esperado para el presidente Alberto Fernández.
Un comentario casual en la radio del periodista Horacio Verbitsky, quien el viernes pasado contó que se vacunó gracias a su amistad con quien era en ese momento el ministro de Salud, Ginés González García, desató una ola de repudio inmediata.
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Aunque Fernández solicitó en seguida la renuncia del ministro y decidió luego publicar la lista de los 70 vacunados, las críticas a su gobierno no cesan y el mandatario muestra su irritación.
“Terminemos con la payasada: no hay ningún tipo penal en Argentina que diga ‘será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila’”, exclamó Fernández este martes en México, donde se encuentra de visita, al reaccionar a denuncias judiciales y un allanamiento al ministerio de Salud.
Escasez de vacunas
Para el politólogo Enrique Zuleta, el escándalo tomó vuelo porque, además del cuestionamiento ético, el gobierno enfrenta el problema de que no hay suficientes vacunas para inmunizar a la población.
En medio de la escasez, la inoculación de allegados “se convierte en bola de nieve porque se debió focalizar a la población objetivo, lo que quiere decir conocer bien el nivel de responsabilidad y el nivel de gravedad de cada persona a inmunizar”, dijo Zuleta.
Desde diciembre Argentina, con 44 millones de habitantes, ha recibido 1,8 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19, de Rusia e India, destinadas al personal de salud y a los ancianos. Se espera que esta semana llegue un millón más procedente de China.
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Pero la cifra es muy inferior a lo que se había anunciado, pues para fines de febrero se esperaba tener disponibles 20 millones de dosis de la rusa Sputnik V, a las que se sumarían las vacunas de AztraZeneca y las del mecanismo Covax para un total de 50 millones.
Después de publicada la lista de los 70 vacunados de privilegio, entre los que figuran personas mayores de 60 años -entre ellos el presidente- pero también jóvenes como el ministro de Economía Martín Guzmán, de 38 años, Fernández justificó que era “estratégico” atender a algunos altos funcionarios debido a sus responsabilidades.
Fernández fue de los primeros en recibir la dosis Sputnik V y lo hizo ante cámaras para transmitir confianza en la vacuna rusa. “El problema es que si el gobierno hubiese publicado con anticipación los criterios de vacunación podría ahora estar en discusión el criterio, pero no la transparencia del proceso”, refirió a la AFP el analista Carlos Fara.
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Pablo Knopoff, experto en opinión pública, considera que “posiblemente nadie en Argentina le va a reprochar a un adulto mayor haber recibido la vacuna, pero sí al político que la facilitó. Para el argentino medio la pregunta que importa es ¿dónde está la vacuna de mi abuelo?”.
Bajo la presión de conseguir más vacunas en un mundo que se las disputa, Fernández pidió este martes declarar a la vacuna contra el COVID-19 un “bien global” para que quede libre de derechos intelectuales y pueda producirse libremente.
“El problema en Argentina no es solamente que faltan vacunas, sino que faltan con respecto a lo que se anunció que iba a haber, y la gente ve países vecinos, como Chile, que han logrado vacunar mucho más rápido”, apuntó Knopoff.
Fuente: AFP.