Salvo sorpresa de último minuto, la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala se convertirá este lunes en la primera mujer y la primera africana al frente de la Organización Mundial del Comercio (OMC), una institución casi paralizada.

Tras meses de discusiones y procesos de selección, el nombramiento de un nuevo director general se hará de forma inusual debido a la pandemia de COVID-19, que ha hecho tambalear la fe en la liberalización del comercio mundial, el ADN de la OMC.

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Okonjo-Iweala, también llamada por algunos dra. Ngozi, la única candidata todavía en la carrera gracias a un amplio consenso y al apoyo de la Unión Africana y la Unión Europea, así como de Estados Unidos, no acudirá a la sede de la OMC a orillas del lago Lemán. Tampoco lo harán los delegados que tendrán que debatir su elección por videoconferencia. Ella se dirigirá a la prensa a distancia.

La sesión especial comenzará a las 14H00 GMT, según un comunicado difundido el viernes. A finales de octubre, el gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump, que en cuatro años ha hecho todo lo posible por debilitar a la organización, bloqueó el consenso que se esbozaba en torno a la nigeriana de 66 años.

Dos veces ministra de Finanzas y titular de la cartera de Relaciones Exteriores de Nigeria durante dos meses, Okonjo-Iweala comenzó su carrera en el Banco Mundial en 1982, donde trabajó durante 25 años. En 2012 no logró convertirse en presidenta de esta institución financiera y el cargo recayó en el estadounidense-coreano Jim Yong Kim.

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Ahora estará al frente de una institución que, desde su creación en 1995, ha sido dirigida por seis hombres: tres europeos, un neozelandés, un tailandés y un brasileño.

Su trayectoria académica y profesional impresiona, pero la dra. Ngozi también tiene detractores que la critican por no haber hecho más por erradicar la corrupción cuando estaba a la cabeza de las finanzas del país más poblado del continente.

Crisis existencial

“Más que nada” para dirigir la OMC se necesita “audacia, coraje”, dice ella a quienes consideran que le faltan conocimientos técnicos en un medio regido por normas bizantinas. El arrojo será fundamental para sacar a la OMC de su crisis casi existencial.

La pandemia ha dejado a la vista de todas las fracturas provocadas por la liberalización del comercio mundial, desde la excesiva dependencia de cadenas de producción dispersas, hasta los excesos de la deslocalización industrial o la fragilidad del tráfico comercial. A mediados de octubre, Ngozi Okonjo-Iweala dijo que quería fijar dos prioridades para demostrar que la OMC es indispensable.

Quiere presentar en la próxima conferencia ministerial un acuerdo sobre subvenciones a la pesca, que se encuentra en punto muerto, para demostrar que la OMC aún puede producir progresos multilaterales. Y además se propone reconstruir el órgano de solución de controversias (el tribunal de la OMC) que fue torpedeado por el gobierno de Trump.

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Recientemente instó a la OMC a centrarse en la pandemia de COVID-19. Sus miembros están divididos sobre la conveniencia de eximir de derechos de propiedad intelectual los tratamientos y vacunas antiCOVID para hacerlos más accesibles.

Muchos países en desarrollo son favorables a las exenciones a las patentes, que reclaman sobre todo las oenegés, como Médicos Sin Fronteras (MSF). Pero los países ricos estiman que las reglas actuales previstas por el Acuerdo de la OMC sobre aspectos de los derechos de propiedad intelectual son suficientes.

Fuente: AFP.

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