Oscilantes en la era de Donald Trump, las relaciones entre Estados y Unidos y Turquía ya arrancan tensas bajo el nuevo gobierno de Joe Biden, y la disputa entre ambos países, que son sin embargo aliados, podría incluso agravarse.

Si el orden en el que el nuevo presidente estadounidense va contactando con sus pares es un espejo del estado de los lazos bilaterales, Recep Tayyip Erdogan tiene que estar preocupado: más de tres semanas después de ingresar a la Casa Blanca, la llamada aún no se ha producido.

Tampoco el jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, se ha puesto en contacto con su homólogo Mevlut Cavusoglu.

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El diálogo entre Washington y Ankara ciertamente no pasó por sus mejores momentos durante los últimos cuatro años, pero Trump y Erdogan “tenían una cálida relación personal”, recuerda el investigador Steven Cook, del grupo de expertos del Consejo de Relaciones Exteriores estadounidense.

Una “amistad” que los demócratas nunca han dejado de reprochar al magnate republicano. Trump “protegió a Turquía de muchas posibles medidas punitivas”, subraya el investigador Galip Dalay en un artículo del centro de reflexión Brookings Institution.

Un ejemplo de ello se dio al final de su mandato, cuando decidió finalmente sancionar a Turquía por la adquisición de misiles rusos S-400, como exige la ley estadounidense, pero después de haberse resistido a hacerlo durante mucho tiempo. Las sanciones, además, fueron mínimas.

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“Supuesto socio”

Antony Blinken convenció a numerosos senadores republicanos durante la audiencia parlamentaria para su nominación como secretario de Estado al hablar de Turquía como un “supuesto socio estratégico” que “en muchos sentidos no se comporta como un aliado”.

Legisladores de distinto signo están reclamando una línea más dura hacia Ankara. Cincuenta y cuatro senadores estadounidenses de diversas tendencias escribieron al presidente Biden esta semana para instarlo a criticar la política de derechos humanos de su homólogo.

Desde hace tres semanas, el Departamento de Estado ha multiplicado las advertencias al gobierno turco, criticándolo por sus ataques verbales contra las minorías sexuales o el mantenimiento en prisión del mecenas Osman Kavala por motivos “poco claros”.

La diplomacia estadounidense ha negado reiteradamente cualquier “participación” en el fallido golpe de 2016 en Turquía, que desató una ola de represión sin precedentes contra la sociedad civil.

Para Steven Cook, el tono más duro de la administración Biden “es bienvenido”. “Turquía está llevando a cabo una ofensiva y el silencio estadounidense al respecto fue notable”, dijo.

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“No hay que tener demasiadas expectativas”, señaló. “Turquía y Estados Unidos tienen intereses diferentes y no comparten los mismos valores”. Ambos países “pueden trabajar juntos en algunos temas, pero no hay nada que realmente los una”. Las fricciones son de hecho numerosas.

Fuente: AFP.

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