“Estamos en crisis alimentaria, que el gobierno no quiere declarar”, dice a la AFP Fortunata Palomino mientras cocina en un fogón pollo en salsa de maní con arroz y papas para 45 familias en una polvorienta barriada de Lima.
“La gente no tiene que comer. Hay niños que están pasando hambre. En todas las zonas de la periferia [de Lima], la pandemia nos ha empobrecido más”, agrega esta mujer mientras prepara junto a otras voluntarias 170 raciones de almuerzo para vecinos de la Villa Torre Blanca.
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Esta barriada de precarias casas de desvencijadas tablas sobre la tierra está en Carabayllo, en la periferia norte de Lima, donde muchos vecinos comen gracias a las ollas comunes. Lo mismo sucede en otras barriadas desde que entró en vigor el domingo una cuarentena en 10 regiones de Perú, incluida la capital, destinada a contener la segunda ola de la pandemia de COVID-19, que irrumpió en diciembre.
“Las ollas comunes se organizan como un apoyo de emergencia alimentaria, porque a la gente durante la pandemia y el confinamiento se le terminaron los ahorros”, indica Palomino. Media docena de mujeres cocinan toda la mañana para los vecinos que sin ingresos con el confinamiento, en un país muy golpeado por la pandemia donde el 70% de los empleos son informales.
“Mi esposo está trabajando, yo ahorita no estoy trabajando y solamente nos apoyamos con la olla común, y necesitamos porque ya que, usted ve, estamos en una zona de extrema pobreza”, dice Patricia de la Cruz, de 37 años.
Es la segunda cuarentena que soportan los limeños. La primera, de más de 100 días (entre marzo y junio de 2020) causó hambre entre miles de familias y llevó a la quiebra a numerosos negocios y empresas.
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“Llega un momento con la cuarentena que no se trabaja, no hay de donde agarrar [dinero], no hay de donde comer, es difícil”, dice a la AFP Flor Mautino, de 30 años, quien como otras vecinas acude diariamente a recoger, en pequeñas ollas, la comida para su familia.
Las familias que pueden pagan un sol (27 centavos de dólar) por cada ración, dinero que ayuda a sostener esta iniciativa comunitaria en la Villa. Las que no pueden, retiran gratuitamente la comida.
“Yo lo que quisiera es que nos apoyen con víveres. Nos falta lo que es carnes, para así poder apoyar a la gente”, dice la voluntaria Elizabeth Huacchillo, de 39 años.
Perú arrastraba altos índices de pobreza desde hace décadas pero el problema se agudizó con la larga cuarentena del año pasado. Cinco millones pasaron a ser pobres en 2020, según estadísticas oficiales, por lo que ahora un tercio de los 33 millones de peruanos viven en la pobreza. La economía peruana está en recesión y las autoridades estiman que el PIB cayó 12,5% en 2020.
“Hay 1.300 en Lima”
No hay cifras de cuántos peruanos están alimentándose en ollas comunes, pero el gobierno y la Iglesia Católica admiten que la situación es difícil y han prometido ayuda a las ollas comunes. “En Lima se han registrado 1.300 ollas comunes, que alimentan a unas 130.000 familias”, dice Palomino. Esta vendedora de 56 años ambulante ahora está dedicada a cocinar gratuitamente para sus vecinos y liderar una “red de ollas comunes”.
Estas iniciativas no solo existen en Lima, sino también en Huánuco, en la selva central; en Chiclayo, en la costa norte; y Huancayo, en la sierra andina. “Es una ayuda muy grande para las personas que vivimos en este un lugar de mucha necesidad”, dice a la AFP Flor Mautino 30 años, mientras hace una fila para recibir alimentos. “Me estoy apoyando en las ollas comunes porque los alimentos son carísimos y no puedo trabajar por temor a contagiarme”, indica Patricia de la Cruz, madre de seis hijos, de 37 años, que antes conducía una mototaxi.
La Municipalidad de Lima, con el colectivo de mujeres ‘Manos a la Olla’, busca también ayudar con alimentos a las ollas comunes. En Chosica, al este de la capital, la Iglesia lanzó la campaña solidaria “Apadrina una familia” para apoyar estas iniciativas en esta segunda ola. Perú registra 1.158.337 contagios de COVID-19 y 41.538 muertos, según balance oficial.
“Nos golpea fuerte”
Al otro extremo de Lima, en la barriada Ciudad de Gocen también organizaron una olla común que permite sobrevivir a 93 personas: el menú del día es atún (en lata) con papas. “Esta segunda ola de la pandemia y el confinamiento nos está golpeando demasiado fuerte. Necesitamos alimentos para llenar las ollas”, dice a la AFP Johana Galán, de 30 años, mientras pelaba 20 kilos de papas.
Esta madre de dos hijos con marido desempleado vendía libros antes de la cuarentena y ahora es voluntaria en esta olla común en la que come su familia. En la polvorienta barriada del distrito Villa María del Triunfo viven unas 3.000 familias en casas precarias, sin electricidad ni agua potable.
Fuente: AFP.