El papa instaura día mundial de los abuelos “olvidados”
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El papa Francisco anunció este domingo la creación del día mundial de los abuelos, tantas veces “olvidados”, y las personas mayores, que la Iglesia Católica celebrará cada año el cuarto domingo de julio.
“Los abuelos son muchas veces olvidados”, dijo el papa argentino, de 84 años, en la oración semanal del Ángelus en el Palacio Apostólico del Vaticano. “Los abuelos son un lazo entre las generaciones, transmiten a los jóvenes la experiencia de la vida y la fe”, añadió.
El próximo 25 de julio, el papa presidirá la primera misa con motivo de este día dedicado a las personas mayores, manteniendo las restricciones impuestas por la pandemia, señaló el Vaticano.
El papa Francisco recibió este viernes pasado “sentado” a un grupo de miembros de un tribunal de la Santa Sede, debido a la ciática que padece y que le impidió pronunciar su discurso de pie. “Debería hablarles de pie, pero saben que la ciática es un huésped un poco molesto. Les pido disculpas, hablaré sentado”, comentó el pontífice antes de pronunciar un discurso ante los miembros de la Sagrada Rota, el tribunal que se encarga de la anulación de los matrimonios eclesiásticos.
Se trataba de un encuentro tradicional que se organiza en enero con ocasión de la inauguración del año judicial. El pontífice, de 84 años, pospuso hace una semana varios compromisos previstos, entre ellos el encuentro anual con el cuerpo diplomático. Debido a su problema de salud también renunció a presidir la misa del domingo.
Francisco, afectado por una “ciática dolorosa”, tampoco pudo presidir las celebraciones litúrgicas programadas para fin de año, el 31 de diciembre y el 1 de enero. El papa argentino usa unos zapatos especiales debido a esa lesión en el nervio ciático que lo aqueja desde hace varios años. En el avión de regreso en 2013 de su primer viaje al exterior, el papa argentino confesó a los periodistas que la ciática había marcado su primer mes de pontificado.
“¿Lo peor? Es que me vino una ciática, la tuve el primer mes. Porque para hacer las entrevistas me hacían sentar en un sillón, y eso me hizo daño. Es una ciática dolorosísima, dolorosísima. No se la deseo a nadie”, confesó a los periodistas que lo acompañaban de regreso de Brasil.
El papa argentino recibió ya la primera dosis de la vacuna contra el covid-19. Francisco es considerada una persona de riesgo ya que cuando tenía 21 años, en 1957, sufrió una pleuresía aguda y los cirujanos tuvieron que extirpar parcialmente su pulmón derecho.
El papa Francisco reconoció oficialmente un milagro atribuido a la intercesión de Carlo Acutis, beatificado en el 2017 y se convocó a un consistorio para fijar la fecha de su canonización. También será canonizado el padre José Altamirano, junto a un grupo de franciscanos martirizados en Damasco en 1860, según la página Vaticano News.
En 2006, con 15 años, Carlo Acutis ya había abierto el camino de lo que significa tener fe, amar a la Iglesia y a los pobres. Usó su creatividad en la red para dejar un mensaje –con su exposición sobre los milagros eucarísticos– que no se consume perdiéndose como tantos algoritmos.
En octubre una leucemia fulminante se lo lleva, pero no lo que construyó. El papa Francisco lo beatifica en 2020 en Asís, donde ahora descansa en el Santuario de la Expoliación, meta de interminables peregrinaciones.
El cuerpo está en una urna, vestido como un adolescente de su tiempo, con una sudadera y unas zapatillas Nike. Cuando se concrete su santificación, será el primero de tan corta edad y de este siglo.
Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: AFP
Al cumplirse 78 años del ataque nuclear a la ciudad de Hiroshima, ocurrido el 6 de agosto de 1945, recordamos un célebre reportaje del escritor japonés Kenzaburo Oé, fallecido el pasado 3 de marzo a los 88 años. “Cuadernos de Hiroshima” es una conmovedora crónica que visibiliza a quienes él llama los olvidados de Hiroshima, los hibakusha, los sobrevivientes del bombardeo atómico.
Destacado integrante de un grupo de escritores notables marcados por el suicidio, Oé, quien se calificaba a sí mismo como un profesional de la expresión del dolor humano, encontró en los sobrevivientes del bombardeo atómico a la ciudad de Hiroshima un ejemplo de dignidad, pues se negaron a sucumbir al subterfugio de la autoeliminación a pesar de ser víctimas de un dolor y horror hasta entonces inéditos.
En agosto de 1963, un joven y prometedor escritor de 28 años viajó por primera vez a Hiroshima para cubrir la Novena Conferencia Mundial contra las Armas Nucleares y de Hidrógeno, que estaba empantanada por las pugnas políticas al interior del movimiento de izquierda con el telón de fondo de las rivalidades entre China y la Unión Soviética. Así, lo que en principio fue concebido como un reportaje periodístico terminó mutando en un “tratado de humanismo de alcance universal”, como bien señala un comentario sobre esta obra que, más allá de su elevada calidad estética, es sobre todas las cosas un desesperado alegato a favor de la vida.
El entonces joven autor confesó que la clave para salir del abismo –tanto el de su vida como el de su cobertura periodística a raíz de la crisis al interior de la conferencia, que incluso estuvo a punto de ser suspendida– fue el carácter de las personas que había conocido en Hiroshima. (En su novela “Una cuestión personal” [1964] cuenta su propia historia de progenitor en crisis que se lanza a una maratónica jornada de autodestrucción hundido por la incertidumbre sobre qué hacer con el ser “discapacitado” y monstruoso que acababa de nacer. Sin embargo, el escritor logró reconciliarse con sus circunstancias y, contra todos los pronósticos, su hijo autista Hikari sobrevivió para destacarse tiempo después por sus brillantes aptitudes para la música, una afición que se le despertó escuchando el canto de los pájaros).
“RAÍZ MALSANA”
“Me impresionó profundamente la forma de vida tan humana de la gente de allí, su pensamiento. El contacto con ellos me infundió el valor y el ánimo necesarios para sobrellevar el dolor que sentía cada vez que intentaba arrancarme de cuajo aquella raíz malsana, aquella semilla de neurosis que me sumía en la depresión al pensar en mi propio hijo encerrado en una incubadora. Traté de utilizar Hiroshima y a las personas con esa naturaleza humana tan particular que viven allí para limar las durezas de mi corazón”, escribe en un texto preliminar fechado en abril de 1965.
Esta experiencia resulta tan fundamental para Oé que luego se convertiría en un ferviente activista por la paz y contra la energía nuclear hasta sus últimos días, siendo una de las caras más visibles de las protestas antinucleares tras el terremoto y posterior tsunami que provocó el desastre de la central de Fukushima en 2011. Además, criticó sin reservas el uso “disuasivo” de las armas nucleares, es decir como supuesto instrumento de mantenimiento de la paz, y se opuso frontalmente al proyecto de reforma constitucional del ex primer ministro japonés Shinzo Abe. También fue un feroz crítico del Japón imperial de la época de la guerra y denunció las desapariciones forzosas cometidas por el régimen.
DOLOR SILENCIOSO
Decepcionado por el rumbo que iba tomando la conferencia y profundamente conmovido por la esperanza que cifraban las víctimas en el movimiento contra la proliferación de las armas nucleares, Oé enfocó su atención rápidamente en aquellos que padecían silenciosamente y en el olvido el síndrome de Hiroshima. Es decir, los efectos tóxicos de la exposición a la radiación, las enfermedades cancerígenas, las cicatrices queloides que condenaban a jóvenes mujeres a una vida recluida en soledad y al desmoronamiento físico y moral, así como los médicos que los atendieron, quienes en muchos casos padecieron los mismos males y realizaron su trabajo con valentía y entrega en medio del desconocimiento y la improvisación. Como bien puede preverse, el método terapéutico forzosamente se basó “en el atroz método de prueba y error”, según las palabras de Oé.
A pesar de la precariedad de medios y la censura impuesta por las fuerzas de ocupación norteamericanas, que en el otoño de 1945 declararon que “todas las personas que podían morir a causa de los efectos radiactivos de la bomba atómica ya han muerto”, los médicos que trataron a esos pacientes sentaron las bases de la ciencia médica en el tratamiento de enfermedades causadas por la exposición a la radiactividad.
LECCIÓN
Decir escritores japoneses notables y suicidio es casi la misma cosa. Sin embargo, como el único exponente del parnaso de la novelística japonesa de posguerra que no acabó con su propia vida, sino que murió por “causas naturales”, Oé sostuvo hasta el final la enseñanza profesada por los hibakusha. Como él mismo lo afirmó en su momento, los “Cuadernos de Hiroshima” son producto de un hecho que cambió para siempre su vida y su obra: la lección de dignidad de los condenados a la enfermedad y la desfiguración que, a pesar de sus indecibles padecimientos, no sucumbieron a la tentación del suicidio, una actitud que el autor atribuye al sentido de pertenencia y a la compañía que se brindaban mutuamente las víctimas.
“Cuando estoy en contacto con el corazón de otras personas, siento que me transmiten el valor necesario para seguir viviendo todo el tiempo que me sea posible”, testimonia uno de los sobrevivientes.
Pero en Hiroshima no todo fue dolor y sufrimiento. Oé nos ofrece además un retrato igual de heroico de las personas que pudieron seguir su vida normalmente a pesar de haber estado expuestas o ser descendientes de víctimas de la explosión.
“En Hiroshima encontré gente que no se rendía a la peor de las desesperaciones o a una locura intratable”, destaca Oé en uno de los pasajes de su obra.
Sin embargo, tampoco faltan los episodios desesperados como el de la joven que se quitó la vida luego de la muerte de su esposo, quien a los cuatro años de edad estuvo expuesto a la bomba y falleció de leucemia 20 años después.
ABSURDO
Como fiel heredero de la tradición existencialista francesa, el cronista no se guarda expresar un amargo sentimiento de vacuidad y de sin sentido ante los acontecimientos.
“Lo que sucedió en Hiroshima fue una masacre absurda y horrenda; pudo ser el presagio del fin real de un mundo en el que la raza humana, según la conocemos hoy, será sustituida por seres con la sangre y las células tan arruinadas que ya no se les podrá llamar humanos”.
En una suerte de raro mesianismo humanista, ese sentido de dignidad de las personas de Hiroshima estaba motivado en gran medida por una pretendida misión que asumieron de ser muestras vivientes (o agonizantes) de los horrores de la bomba atómica a fin de que esta tragedia humana no vuelva a ocurrir.
De hecho, en el Cenotafio Memorial por las Víctimas de la Bomba Atómica está grabada la siguiente inscripción: “Descansad en paz, pues el error jamás se repetirá”.
No obstante, en el actual contexto de conflictos interpotencias que se disputan el dominio del mundo, cabría preguntarse con justificado escepticismo si es que en verdad la humanidad será capaz de honrar esa promesa.
En 2014, una obra del pintor italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571- 1610), fue hallada cubierta de polvo en un desván en Francia. Foto: Archivo.
Olvidados entre el polvo de un desván, o adquiridos a precio de ganga, algunos cuadros se revelan ser obra de grandes maestros y salen a la luz generando sorpresa y emoción en el mundo del arte.
Este jueves pasado, el gobierno español bloqueó la inminente subasta por 1.800 dólares de un cuadro atribuido al círculo del pintor José de Ribera, por sospechar que en realidad sería del maestro italiano Caravaggio. Estas son cuatro historias de obras de maestros súbitamente reaparecidas.
Cimabue entre la cocina y el salón
El “Cristo burlado” de Ceno Di Pepo, conocido como Cimabue, gran pintor del preRenacimiento italiano, decoraba el interior de la casa de una anciana en Compiègne (norte de Francia), colgado modestamente entre la cocina y el salón.
Los propietarios pensaban que se trataba de un icono e ignoraban todo sobre su origen. Durante una mudanza, un análisis reveló que se trataba de una obra rarísima de Cimabue.
A fines de 2019, este elemento de un díptico de 1280 fue subastado por más de 24 millones de euros (USD 28,8 millones). Pasó así a convertirse en el cuadro de obra prerenacentista más caro subastado en venta pública en el mundo.
Francia prohibió la exportación de la obra, comprada según la prensa por una pareja de coleccionistas chilenos, y permitió así su adquisición por colecciones nacionales.
Caravaggio en el desván
La obra representando a “Judit decapitando a Holofernes” dormía desde hace lustros en el desván de una casa cerca de Toulouse, en el sur de Francia. Sus propietarios la descubrieron en abril de 2014, al querer reparar una fuga de agua. Un experto descubre bajo una espesa capa de polvo una obra de trazos vivos, con una escena expresiva y un dominio perfecto de los juegos de luces.
Tras meses de examen, el experto Eric Turquin la atribuye al gran maestro italiano del claroscuro, el Caravaggio. Es evaluado en más de 120 millones de euros, casi 145 millones de dólares. La obra es vendida en junio de 2019. El comprador sería el coleccionista estadounidense Tomilson Hill.
Rembrandt en sala de ventas
El coleccionista holandés Jan Six tiene una gran pasión por Rembrandt. Su antepasado, burgomaestre de Amsterdam, fue retratado por el gran pintor en 1654. En noviembre de 2016 el retrato de un joven del siglo XVII atrae su atención. En su catálogo Christie’s anuncia la venta de esta obra atribuida al “entorno de Rembrandt”.
Poco antes de la subasta, Jan Six viaja a Londres, examina discretamente el cuadro, y llega al convencimiento de que este “retrato de un joven hidalgo” es de Rembrandt. No dice nada y el 9 de diciembre se hace con el cuadro en la subasta por 160.000 euros (unos 180.000 dólares), el precio que se pagaría por una obra de un alumno de Rembrandt.
De vuelta a Amsterdam, somete el cuadro a una batería de peritajes. Todas coinciden en atribuirlo al maestro del Siglo de oro holandés. Hoy varios especialistas consideran que se trata de un verdadero Rembrandt, la 342ª obra conocida del pintor.
Gauguin en la estación de Turín
Una mujer y dos sofás de mimbre en un jardín, una naturaleza muerta con un perro amarillo recostado en un rincón: de estos dos curiosos cuadros, nadie quería saber nada en 1975, antes de la subasta de objetos encontrados en la estación de tren de Turín.
El subastador tuvo que hacer una nueva oferta, a menor precio. Nicolo, un obrero de la Fiat amante de arte, se los llevó por 45.000 liras (equivalente de 238 euros, 285 dólares) y los colgó en su salón. Durante años el hijo de Nicolo vivió hipnotizado por estas dos pinturas “anónimas”. Quiere descubrir su misterio. Un día, reconoce en una biografía de Bonnard a “su” jardín, el de su cuadro, en segundo plano de una foto del pintor.
Para la naturaleza muerta, el misterio es aún mayor, pero serían policías especializados quienes aclararían el enigma en 2014. Estas obras de los maestros postimpresionistas Pierre Bonnard y Paul Gauguin habían sido robadas en 1970 en Londres de la casa de unos ricos herederos, fallecidos sin descendencia.
Tras una investigación, las dos obras, estimadas actualmente en 5 millones de euros (unos 6 millones de dólares) y 35 millones de euros (41 millones de dólares), fueron devueltas por la justicia italiana al obrero, ya que fueron adquiridas por éste “en total buena fe”.
Cada 26 de julio se celebra el “Día de los Abuelos”, la fecha fue propuesta por la oenegé Mensajeros de la Paz, en coincidencia con la festividad católica de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María, por lo tanto abuelos de Jesús. Foto: Archivo.
Día Mundial de los Abuelos: una fecha para recordar que debemos velar por su salud
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Desde 1998, en muchos países del mundo, cada 26 de julio se celebra el “Día de los Abuelos”. La fecha fue propuesta por la oenegé Mensajeros de la Paz, en coincidencia con la festividad católica de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María, por lo tanto abuelos de Jesús.
Aunque el homenaje a los abuelos en Paraguay sucede cada 5 mayo, la celebración internacional no pasa desapercibida y las acciones solidarias en alusión a la fecha marcan presencia, como la colecta que impulsan la Fundación San Joaquín y Santa Ana y la Fundación San Rafael, con la cual piden ropas, frazadas y pañales para los más de 80 abuelos y abuelas que tienen a su cargo.
Ambas fueron creadas por el Padre Aldo Trento, y tienen como principal objetivo dar hospitalidad a las ancianas y ancianos abandonados de la sociedad; a los adultos mayores que se encuentran en extrema vulnerabilidad. La colecta se realiza durante todo el mes de julio, y en especial hoy por la celebración internacional; sin embargo, las necesidades son frecuentes todo el año, por lo que siempre están abiertos a recibir ayuda para los abuelitos.
Aunque el homenaje a los abuelos en Paraguay sucede cada 5 mayo, la celebración internacional no pasa desapercibida y las acciones solidarias en alusión a la fecha marcan presencia. Foto: Gentileza.
El “Día Mundial de los Abuelos” se trata de una jornada de reconocimiento al aporte que hacen los adultos mayores a la sociedad; al papel que cumplen como transmisores de conocimiento, y al rol de cuidado que asumen con sus nietos cuando los padres del niño o la niña salen a trabajar para mantener la economía familiar.
A principios de este año, la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) informó que el 9,9% de la población paraguaya son adultos mayores de 60 o más años de edad. En 2020, la fecha dedicada a los abuelos tiene un significado muy especial debido a que la pandemia de COVID-19 los ubicó como el grupo de mayor riesgo ante un contagio. Por eso, hoy más que nunca, valorarlos, cuidarlos, atenderlos y luchar por su bienestar se convierte en un compromiso fundamental para todos.