El ataque a dos pueblos en el oeste de Níger que causó cien muertos el sábado, la mayor masacre yihadista contra civiles en el Sahel, golpeó una región fronteriza con Malí donde la situación es inestable pese a los esfuerzos de seguridad realizados en los últimos meses.

Un nuevo ejemplo que muestra que los civiles, “particularmente vulnerables, al verse atrapados en la violencia de los grupos armados y la respuesta de los ejércitos”, son las primeras víctimas de un conflicto que no deja de aumentar en la región desde 2012, estima Ousmane Diallo, de Amnistía Internacional (AI).

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Miles de civiles han muerto y cerca de tres millones tuvieron que huir de sus casas en Malí, Níger y Burkina Faso, principales países afectados, según la ONU. Grupos llamados de autodefensa son responsables de varias masacres masivas de civiles, como en Ogossagou, en Malí, en 2019 (más de 160 muertos).

El ataque del sábado en Níger es la mayor masacre cometida por yihadistas contra civiles en la región del Sahel, según la oenegé ACLED que documenta los ataques en la región. Níger se encuentra atrapado entre los ataques del grupo yihadista nigeriano Boko Haram y los de las células en el Sahel afiliadas a Al Qaida y al grupo Estado Islámico (EI).

Los yihadistas llegaron a bordo de un “centenar de motos” el sábado por la mañana a Tchoma Bangou y Zaroumadereye, según Almou Hassane, alcalde de la comuna rural de Tondikiwindi que administra ambos pueblos.

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Se trata del ‘modus operandi’ preferido de los yihadistas en esta región de las “tres fronteras”, convertida desde 2018 en uno de los epicentros de la violencia en el Sahel. El ataque, que aún no fue oficialmente reivindicado, se produjo entre las dos vueltas de las elecciones presidenciales en Níger.

Desde los mortíferos ataques contra varias bases militares en Níger y en Malí a finales de 2019 y principios de 2020, la presencia militar es escasa en la región, pese a los esfuerzos de los ejércitos nacionales y sus socios, incluido Francia. El ejército nigerino “desmovilizó sus bases” para privilegiar patrullas en la zona, mientras que muchos soldados en el Sahel, principalmente en Malí y Burkina Faso, difícilmente abandonan las suyas.

“Oficio de las armas”

La violencia yihadista se ha sumado a las tensiones comunitarias, en especial “desde hace varios años” en la frontera entre Malí y Níger, escenario de “rivalidades entre comunidades por el control del espacio”, según International Crisis Group (ICG). En un informe publicado en 2018, el ICG denunciaba la creación “poco a poco” de una “generación de hombres que viven del oficio de las armas” en la zona, debido a estas tensiones.

La comuna de Tondkiwindi está poblada por varias etnias: sedentarios zarmas, nómadas peuls y árabes daoussahak. La tensión aumentó recientemente “entre zarmas y peuls”, dejando “algunos muertos antes del ataque del sábado”, según un conocedor de la zona.

A finales de diciembre, habitantes sedentarios mataron a varios civiles peuls (al menos dos en Tchoma Bangou el 23 y 24 de diciembre, varios en Zaroumadareye, el 30), afirma la misma fuente. Según Yavn Guichaoua, investigador de la universidad de Kent, este ataque “dice mucho sobre el grado de rencor de algunos miembros de comunidades nómadas, entre los cuales reclutan los yihadistas, con respecto a comunidades sedentarias a menudo vistas como cómplices del Estado”.

Durante una misión en el terreno el domingo, el primer ministro, Brigi Rafini, prometió “investigaciones para que estos crímenes no queden impunes”. También afirmó que “el gobierno tomará muy pronto medidas para que las poblaciones de estos pueblos estén en seguridad en las mejores condiciones”. El presidente dirige este lunes un consejo extraordinario sobre seguridad nacional.

Fuente: AFP.

Etiquetas: #Niger#yihadista

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