Transportan mercancías hacia el Reino Unido, exportan hacia la Unión Europea (UE), buscan científicos o soñaban con una jubilación en Grecia. Seis personas directamente afectadas por el Brexit dieron su testimonio a la AFP.
Dimitar Velinov, camionero
Después de años en las carreteras, el camionero búlgaro Dimitar Velinov, de 74 años, presagia largas filas en la frontera del Reino Unido a partir del 1 de enero. “Para mí, el Brexit significa un caos logístico que perturbará nuestro trabajo”, explica en el garaje de Eurospeed, su empresa, que da trabajo a más de 300 conductores cerca de Sofía.
“Transporto mercancías a través de la Unión Europea y para mí es importante poder hacer mi trabajo sin tener que esperar uno o dos días en las fronteras”, agrega.
El Brexit es una dificultad adicional para cruzar el Canal de la Mancha, ya complicada para los camioneros por los intentos de los migrantes de viajar ilegalmente al Reino Unido escondidos en los remolques de los camiones. Para evitar altas multas, Dimitar Velinov asegura que se mantiene con los ojos abiertos cuando espera a que lo embarquen en el puerto francés de Calais.
Sam Crowe, pescador
“El 90% de los pescadores quiere salir” de la Unión Europea, resume Sam Crowe, pescador de 26 años de Scarborough, en el norte de Inglaterra. Según él, el sector podría experimentar una reactivación gracias a los cambios de cuotas, hasta entonces impuestas por la Unión Europea, tras décadas de declive.
“Antes, el puerto estaba lleno de gente que venía a recibir a los pescadores y a ayudarlos” a su regreso de la faena, dice. “Este no es el caso ahora. Ya no le interesamos a nadie”.
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Este joven valoró ver cómo los negociadores británicos defendían al sector en las últimas horas de negociaciones, antes del anuncio de un acuerdo posbrexit con Bruselas, que se logró in extremis debido en gran parte a las divergencias sobre derechos pesqueros: “Lucharon por nuestras cuotas”, asegura.
Al final, el acuerdo prevé un período de transición hasta junio de 2026, al término del cual, los pescadores europeos habrán cedido gradualmente el 25% de su pesca, mucho menos de lo que esperaban los británicos. Pero estos podrán seguir exportando libres de impuestos a la UE, un punto importante para Sam Crowe, que envía los cangrejos que captura al mercado europeo.
Greg McDonald, empresario
“Hace tres años que el Brexit tiene un impacto en nuestra actividad”, lamenta Greg McDonald, jefe de Goodfish, una pequeña empresa que produce piezas de plástico para las industrias automotriz, médica y electrónica. “Tenemos clientes que ya no llaman para pedir presupuestos” y “cerré una fábrica en marzo porque un cliente estadounidense puso punto final a sus operaciones en el Reino Unido”, explica.
Su empresa está ubicada en Cannock (centro de Inglaterra) pero es muy dependiente de la UE, a la que exporta gran parte de su producción. Londres y Bruselas terminaron firmando un tratado de libre comercio que permite eludir aranceles y cuotas, pero de todas maneras los controles aduaneros harán más difíciles los trámites.
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“Probablemente nos costó medio millón de libras (unos 540.000 euros, 663.000 dólares) y la pérdida de 20 puestos de trabajo”, sobre un total de 110, añade. La única ventaja: ya compró una empresa en el país. “Y el Brexit podría darme la oportunidad de adquirir empresas (debilitadas) a un precio atractivo”, explica.
Pero para él, “el Brexit nunca ha sido una buena noticia para la economía británica. Es un proyecto político”. Y aunque el primer ministro Boris Johnson haya hecho una campaña probrexit prometiendo que se “recuperará el control” de la frontera y de las leyes del Reino Unido, “vamos a entender que una frontera funciona en ambos sentidos”, afirmó.
Pascal Aussignac, chef
“Me he convertido en un ciudadano británico, pero la empresa a la que he dedicado dos décadas de mi vida ya no está segura aquí y tengo miedo al futuro”, lamenta Pascal Aussignac, chef francés que vive desde hace 22 años en Londres y es copropietario de seis restaurantes, que van desde restaurantes con estrellas Michelin hasta otros más sencillos.
“2021 podría ser peor que 2020. ¿Vamos a sobrevivir? Esa es la gran pregunta”, advierte. Este año ya ha sufrido el impacto de la pandemia de coronavirus que lo ha obligado a cerrar durante meses.
Aunque finalmente no habrá tasas sobre los productos que importa, ya está sintiendo los efectos del Brexit. Los empleados de diversos puntos de Europa que necesita en la cocina y en el comedor ya empiezan a fallar y “los británicos no trabajan en la restauración”.
Y “no tengo idea sobre los plazos de entrega después del 1 de enero” para los productos locales que son la esencia de muchos platos, afirma. Temiendo problemas en la frontera, especialmente si las negociaciones con Bruselas fracasaban, este cocinero acumuló reservas de pechugas de pato, quesos y otros productos. Como plan B, también está estudiando a los proveedores “Made in Britain”.
Tara Spires-Jones, académica
La neurocientífica Tara Spiers-Jones, de la Universidad de Edimburgo, se preocupa por la colaboración internacional entre laboratorios, pues la pertenencia a la Unión Europea “realmente la había facilitado”. “Con los cambios de normas, será más difícil intercambiar tejido cerebral”, cita como ejemplo la científica que también es directora del Instituto Británico para la Investigación de la Demencia.
La investigadora explica que al final del período de transición del Brexit, el 1 de enero, también habrá un “gran problema” para la financiación de la investigación británica, en gran parte subvencionada por la UE. “En mi universidad, entre el 20% y el 30% de los fondos de investigación proviene de la UE” y actualmente no se prevé nada que reemplace esta financiación, explica.
Aunque “nadie será despedido el primer día del Brexit”, algunos de los contratos de las diez personas a las que da trabajo podrían no renovarse. “A largo plazo, la pérdida de libertad de movimiento también complicará la contratación de estudiantes extranjeros” y provocará una fuga de cerebros, lamenta Spiers-Jones, que cita el caso de una estudiante de doctorado europea que quería contratar, pero que prefirió buscar trabajo en otro lugar “por la incertidumbre relacionada con el Brexit”.
Wendy Williams, propietaria en Grecia
Wendy Williams, una británica de 62 años, tiene la impresión de que el Brexit “le robó la nacionalidad europea”. A partir del 1 de enero, Wendy y su marido ya no podrán ir con tanta libertad como antes a su casa en la isla griega de Cefalonia, comprada en 2018 con todos sus ahorros, soñando con una jubilación bajo el sol.
Salvo si tienen un permiso de residencia o una visa de larga duración, los británicos ahora solo podrán visitar la UE durante 90 días cada seis meses. “Tendremos que calcular todos los días, incluidos los que pasamos en otros lugares de la Unión Europea”, lamenta. “Teníamos previsto pasar más tiempo en Grecia”, pero “solo podremos pasar 25% del año como máximo” y de manera “menos espontánea”, lamenta.
Mientras sigue trabajando para el Reino Unido, donde también se encuentra su anciano padre, Wendy Williams no se imagina embarcándose en el procedimiento “caro y complejo” de obtener visas de dos años para toda la familia. “Estoy decidida a no vender nuestra casa en Grecia”, dice, sin embargo, Williams, “pero será difícil sacarle provecho como esperábamos”.
Fuente: AFP.