En la Basílica de la Natividad de Belén, núcleo del mundo cristiano en Nochebuena, un puñado de fieles y clérigos celebraron juntos la misa del Gallo a medianoche, buscando juntos un poco de “luz” tras un año de “tinieblas”. La pandemia de COVID-19 quizá no haya impedido que se celebre la misa de Navidad en Belén, la ciudad palestina donde Cristo nació hace 2.000 --según la tradición--, pero sí que modificó unos ritos muy antiguos.
En la capilla aledaña a la basílica, en general atestada de gente en Nochebuena, las autoridades religiosas solo permitieron el acceso de unos cuantos invitados. En la ciudad no había ni rastro de turistas, ni de público local en los templos. Incluso el presidente palestino, Mahmud Abas, optó por proyectar su imagen en un video por las calles de Belén para evitar contagiarse del coronavirus.
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En la basílica, se colocaron pedazos de papel en los bancos, de forma espaciada, para separar a los fieles. Los pocos invitados que asistieron, como la embajadora estadounidense de la ONU, Kelly Craft, y sus guardaespaldas, llevaban la cara tapada por las mascarillas.
“No pueden darse la mano pero pueden desearse paz”, lanzó el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, en el momento en el que, habitualmente, los fieles se estrechan la mano en la iglesia.
“El pueblo que caminaba en las tinieblas vio levantarse una gran luz, y sobre los habitantes del país de las sombras, una luz resplandeció”, dijo al comenzar su homilía, citando el libro de Isaías. “Todo el mundo se siente en la oscuridad, cansado, agotado, oprimido por el peso de esta pandemia que secuestró nuestras vidas”, añadió.
El calor del coro
En este mundo de distancias de seguridad, de frialdad, el calor del órgano insufló una cierta calidez en la basílica, demasiado grande para el puñado de fieles y clérigos que, sin embargo, parecían estar viviendo un momento extrañamente singular.
“Es una experiencia única porque, como persona religiosa, nuestro modelo es Cristo [...] Rezar aquí, en el lugar del nacimiento de Cristo, es como rezar en el lugar de la base de nuestra vida religiosa”, declaró extasiado el hermano Fabrice, oriundo de Congo-Brazzaville.
Afuera de la basílica, las luces de un inmenso árbol de Navidad se reflejaban en las piedras de la plaza de la Natividad, desierta. El año pasado, centenares de personas celebraban la Navidad aquí, pero este año el lugar estaba casi abandonado y los restaurantes bajaron la persiana a media tarde.
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Saef Manasa, de 22 años, obrero de la construcción, paseaba por la plaza con sus amigos. “Soy musulmán pero me gustan mucho los cristianos y la Navidad nos permite festejar juntos”, afirmó. “Vivimos en un mundo de pluralidad”, recordó el patriarca durante la misa, en árabe, alemán, latín, inglés, hebreo...
Tras los clásicos “Adeste Fideles” y “Gloria excelcis deo”, el patriarca, los curas y los hermanos salieron en procesión con un Jesús de porcelana hasta la cueva de la Natividad, donde supuestamente se produjo el “milagro” de la encarnación.
Pero en esta misa única tuvo lugar otro “milagro”, mucho menos metafísico: ¿cómo pudieron los miembros del coro hacer gala de tal potencia vocal con la cara tapada con las mascarillas?
Fuente: AFP.