“Vamos en ruta”, dice por radio Juan Carlos Mojica, mientras su compañera de ambulancia, Yushara Fernández, pisa el acelerador en busca de un nuevo enfermo de COVID-19, en medio de una explosión de casos que colapsó el sistema de salud panameño.
Yushara, de 26 años, esquiva vehículos como puede para evitar el denso tráfico que se encuentran por el camino. Mientras, Juan Carlos, de 24 años, intercambia información con la base a través de la radio del vehículo.
“En los últimos días hay un aumento de los casos, de las atenciones, de los traslados, hay también un desgaste del personal, obviamente. Pasamos la mayor parte del día en la calle”, manifiesta Yushara. “Al principio (sentía) mucho miedo”, pero hay que mantener la calma y la cabeza fría “porque el miedo nos hace cometer errores”, añade.
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“No pinta bien”
Panamá, con 4,2 millones de habitantes, presenta el mayor número de contagios por la pandemia de toda Centroamérica, con cerca de 200.000 casos acumulados y 3.382 muertos. Esta nación latinoamericana, que reabrió sus fronteras a mediados de octubre y empezó a reactivar sus actividades económicas, vive su momento más crítico con más de 15.000 nuevos infectados y 163 defunciones en la última semana.
Según datos oficiales, hay más de 26.000 personas aisladas y 1.435 hospitalizadas por COVID-19, de las cuales 185 están en unidades de cuidados intensivos. La situación ha provocado la saturación de hospitales, algunos de los cuales ya no pueden recibir más pacientes. El gobierno reconoció el fin de semana el “estado crítico que registra la capacidad hospitalaria del país”.
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Por esa razón, busca desesperadamente la habilitación de distintas infraestructuras para atender el número creciente de enfermos y analiza la contratación de personal extranjero. Algunas asociaciones médicas han pedido incluso al gobierno regresar a las medidas de confinamiento total anteriores a la reapertura económica. Varios expertos señalan que los contagios podrían dispararse hasta las 4.000 diarios por las fiestas navideñas.
“Estamos en una situación crítica, de colapso. La cosa no pinta bien”, declara a la AFP Domingo Moreno, coordinador del principal gremio médico panameño. Sin embargo, Einar Cruz, jefe nacional del departamento de gestión de emergencias de la Caja del Seguro Social (CSS) cree que si bien ha habido “un aumento considerable” de contagios no hay peligro de colapso por la “buena coordinación” entre los cuartos de urgencia, los hospitales y las ambulancias. De acuerdo con cifras del gobierno, Panamá tiene 16 médicos y 14 enfermeros por cada 10.000 habitantes, una cifra que la OMS considera adecuada para garantizar el servicio de salud.
Puede salirse de control
La ambulancia que conduce Yushara llega a una casa de Cerro Viento, a las afueras de la capital panameña. Allí atienden a un paciente de 52 años con COVID-19 e hipertenso. Al enfermo le falta el aire y no puede hablar. Tras ser estabilizado, pregunta si no le pueden dejar el tanque de oxígeno para evitar ir al hospital.
Sin embargo, debido a su condición, es trasladado al Arnulfo Arias Madrid, el mayor hospital del país, en Ciudad de Panamá. A su llegada debe esperar 45 minutos en la ambulancia para poder ser atendido. “Tranquilo, todo va a salir bien, pronto vas a estar en tu casa”, le dice Yushara, mientras el enfermo se distrae con su celular.
“Nuestro personal está dando el 110% para atender a nuestros pacientes”, pero si la población no cumple con las medidas biosanitarias la situación “puede salirse de control”, declara a la AFP, Brian Ávila, jefe de operaciones para la pandemia de la CSS.
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“Todo sudado”
El aumento de casos por la pandemia ha terminado por agotar al personal sanitario, que ha tenido que doblar turnos de hasta 16 horas, entre traslados y extenuantes horas de espera en los hospitales. A veces, apenas hay tiempo para cambiar los equipos de bioseguridad y hacer las necesidades fisiológicas. Incluso han enfrentado “escenarios hostiles, con armas de fuego”, relata Juan Carlos.
También sienten frustración e impotencia al ver durante sus servicios fiestas y aglomeraciones sin medidas de protección. “Las personas no cumplen con las medidas sanitarias establecidas, lo toman, a veces, como relajo o no se si ya le perdieron como el miedo al virus, pero eso a nosotros nos agota”, señala a la AFP el técnico de urgencias médicas, José Villaverde, tras dejar a un enfermo de COVID.
Aún no han llevado la ambulancia a desinfectar cuando reciben una nueva solicitud para un traslado. Antes de aceptar la orden, José avisa a su compañero conductor: “Vamos a cambiarnos (primero) que estoy todo sudado, cholo”.
Fuente: AFP.