El panorama es desolador, con un doble castigo: Rusia, que rechazó un nuevo confinamiento para preservar su economía, afronta ahora un creciente balance de víctimas humanas por el COVID-19, y además una seria crisis económica.
“¡Esto no es una broma! ¡El desempleo aumenta, los ingresos disminuyen, los productos básicos son más caros!” regañó teatralmente este martes el presidente Vladimir Putin a su gobierno. Tras meses de inflación y de pobreza en alza, en un contexto de pandemia, las autoridades decidieron lanzar la semana pasada las alarmas. Entre enero y noviembre el precio del azúcar aumentó un 70%, las pastas 10%, y el aceite de girasol 24%.
“¡Es inaceptable!” declaró el presidente, y encargó a sus ministros adoptar medidas de urgencias antes de las fiestas y de su anual prestación televisada de fin de año, prevista para el jueves. Ahí, Putin va a contestar a las preguntas de los ciudadanos y de la prensa, en medio del descontento económico y social. En ese encuentro, el presidente ruso tendrá que defender un balance económico y sanitario por lo menos mediocre.
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Desempleo y pobreza
El desempleo aumentó al 6,3% en octubre, cuando golpeó la segunda ola de la epidemia, contra 4,7% en marzo, antes del confinamiento. Entre enero y septiembre, el ingreso real disponible de los rusos cayó un 4,3%. “La pobreza es persistente e incluso se agrava” constata Igor Nikolayev, director del Instituto de análisis estratégico de FBK Grant Thornton Rusia.
Sin embargo las autoridades habían renunciado a un segundo confinamiento para tratar de salvar la economía y el poder adquisitivo de los rusos, apostando por el éxito futuro de la vacuna Sputnik-V y la puesta en marcha de varios hospitales gigantes en Moscú, pulmón económico y principal foco epidémico.
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Las autoridades se congratularon del éxito de su estrategia, exhibiendo una letalidad inferior en Rusia que en Europa, con 48.000 muertos por COVID-19 confirmados en las autopsias, , sobre un total de 2,7 millones de casos. No obstante los datos demográficos auguran un balance mucho más grave.
La agencia de estadísticas rusa Rosstat registró en octubre de 2020 unos 50.000 fallecimientos suplementarios respecto a octubre de 2019. Entre marzo y fines de octubre, la sobremortalidad se eleva a casi 165.000 decesos en comparación con el mismo periodo de 2019.
Ello se debe sin duda a la muy restrictiva definición rusa de lo que constituye una muerte debida al nuevo coronavirus. “Esperamos un aumento de la mortalidad en noviembre y en diciembre”, admitió la viceprimer ministra encargada de Salud, Tatiana Golikova.
20 millones de pobres
En paralelo, el ministro de Trabajo Anton Kotiakov declaró en octubre que había en Rusia 20 millones de pobres. Según Rosstat, el número de rusos que viven por debajo del umbral de la pobreza aumentó en 1,3 millones en el segundo trimestre respecto al primero. En materia macroeconómica, el gobierno ruso prevé finalmente un retroceso del PIB del -3,9% en 2020, aunque el Banco central apuesta por una caída del 4-5%, cifras sin embargo mejores que las esperadas para algunos países de Europa occidental.
Pero ello no hace olvidar a los rusos el retroceso de su nivel de vida y el derrumbe del rublo, que ha perdido un tercio de su valor desde enero, lo que ha mermado aún más su poder adquisitivo.
Fuente: AFP.