Cada uno a su manera, Donald Trump y Joe Biden advirtieron el martes que la batalla contra el COVID-19 no es sólo un problema científico sino logístico e industrial, cuando Estados Unidos busca asegurarse la inmunización de sus 330 millones de habitantes.

Trump, que debe entregar el poder a Biden el 20 de enero, firmó el martes un decreto “para garantizar que los ciudadanos estadounidenses tengan la prioridad para recibir vacunas estadounidenses”.

Durante una “cumbre de vacunas” en la Casa Blanca, recordó además que tiene el poder de invocar una ley que le garantizaría la producción de las fábricas estadounidenses, aunque dijo no creer que fuera necesario.

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Por su parte, el presidente electo Biden alertó que si el Congreso no llega rápidamente a un acuerdo financiero para combatir la pandemia, la campaña de vacunación contra el nuevo coronavirus puede ralentizarse o incluso detenerse.

Desde su sede en Wilmington, Delaware, Biden enfatizó que es imperativo que los legisladores se pongan de acuerdo “ahora o millones de estadounidenses pueden esperar meses más para recibir la vacuna”. Ambos tienen ambiciones parecidas, pero sus cifras varían.

La administración saliente cree que puede vacunar a 100 millones de estadounidenses antes de finales de marzo (frente a finales de febrero de hace una semana). Biden se ha fijado el objetivo inocular 100 millones de dosis durante sus primeros 100 días en el cargo, a fines de abril.

Pfizer/BioNTech y Moderna, cuyas vacunas de dos dosis se espera que obtengan la licencia en Estados Unidos en diciembre, tienen contratos por 100 millones de dosis, que deberían ser suficientes para la fase inicial de vacunación (residentes de hogares de ancianos, profesionales de la salud, y parte de grupos prioritarios que se designarán posteriormente).

Estados Unidos va a necesitar otros proveedores. Está la vacuna de Johnson & Johnson, que podría solicitar una autorización a finales de enero o principios de febrero, según Moncef Slaoui, asesor científico de la operación gubernamental “Warp Speed” (máxima velocidad).

También está la de AstraZeneca/Oxford, que espera luz verde de la agencia de medicamentos FDA a finales de febrero o principios de marzo. Hay otros dos proyectos también financiados por Washington (Novavax y Sanofi/GSK), pero no estarán antes de mediados de 2021.

El decreto de Trump es un símbolo de su enfoque de “Estados Unidos primero”. Quiere “consagrar legalmente el nacionalismo de las vacunas”, dijo a la AFP Matthew Kavanagh, experto en salud global de la Universidad de Georgetown.

“No es ético ni bueno para los estadounidenses sugerir que toda persona sana en Estados Unidos debe ser vacunada antes que la primera persona vulnerable en India, Francia o Colombia”, opinó.

“Los modelos han demostrado que una estrategia como esta en realidad alargaría la pandemia, descarrilaría aún más la economía mundial y dañaría a los estadounidenses”, dijo.

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Transparencia

En un informe de 53 páginas publicado antes de una reunión crucial el jueves del panel de expertos independientes que asesora a la FDA, los científicos informaron sobre los datos completos del ensayo clínico de Pfizer entre 44.000 participantes, la mitad de los cuales recibió un placebo y la otra mitad la vacuna.

Ninguna otra agencia reguladora ha publicado un documento de este tipo, ni siquiera el regulador del Reino Unido que ya aprobó la vacuna. Pero la FDA, que se considera la agencia de referencia en el mundo, cuida la transparencia de su procedimiento para dar tranquilidad sobre la seguridad e inocuidad de la vacuna, desarrollada en menos de un año.

El informe confirma la altísima eficacia de la vacuna: las dos dosis separadas por tres semanas reducen el riesgo de contraer COVID-19 en un 95%, en particular las formas graves.

Los datos incluso sugieren que la primera dosis ayuda a prevenir el COVID-19 después de diez días, con una eficacia entre las dos dosis estimada en 52%, aunque no se trata de “conclusiones definitivas”.

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El jefe de Pfizer, Albert Bourla, advirtió empero que sería “un gran error” no tomar la segunda dosis, que permite “casi el doble de protección”. “Parece tan buena, si no mejor, de lo anunciado”, dijo a la AFP Andrew Morris, infectólogo de la Universidad de Toronto.

“La prevención de enfermedades graves sigue siendo la mejor noticia”, indicó Saad Omer, director del Instituto de Salud Global de Yale.

Entre los efectos secundarios, los científicos indicaron reacciones dolorosas al nivel de la inyección en el brazo (del orden del 80%), fatiga, dolores de cabeza y corporales, y más raramente, fiebre (15,8%).

La FDA mencionó cuatro casos de parálisis facial de Bell (habitualmente temporal y no grave), en más de 18.000 personas vacunadas, y recomendó vigilancia específica.

En cuanto a los efectos secundarios graves, señaló solo dos: una lesión en el hombro relacionada con la inyección y un caso de inflamación de los ganglios. La FDA concluyó que la vacuna tenía un “perfil de seguridad favorable”.

Fuente: AFP.

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