Lejos, muy lejos del COVID-19, roza los acantilados en caída libre a 230 km/h: Zhang Shupeng, líder del ‘wingsuit’ en Asia, sueña con dar una imagen “más súper” de los deportistas chinos. Su deporte, uno de los más extremos, consiste en saltar al vacío desde una montaña, un avión o un helicóptero con un uniforme flexible en forma de ala, antes de abrir un paracaídas.
“No, no tengo miedo”, asegura con una sonrisa Zhang Shupeng, de 34 años, unos segundos antes de lanzarse desde el majestuoso Monte Tianmen, lugar clave para la disciplina y ubicado en Zhangjiajie (centro de China). “Cuando subo a pie hasta la cima, mi ritmo cardíaco se acelera. Pero durante el vuelo estoy hipertranquilo”, explica vestido con su uniforme rojo adornado con una Gran Muralla amarilla, símbolo de su país.
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Al contrario que el resto del mundo, donde muchos deportistas están aislados en sus casas por las restricciones anti-COVID, China cree que casi se ha librado del virus desde la primavera, lo que permite a Zhang Shupeng seguir entrenándose. En una disciplina dominada por los occidentales, este ex campeón del mundo de parapente, uno de los pocos asiáticos en esta disciplina, ensalza “la sensación de libertad increíble” que siente en pleno vuelo.
Durante un salto, el aire que entra con fuerza en el traje proporciona rigidez y genera sustentación, lo que permite tener una trayectoria más horizontal. “Me siento como un pájaro”, señala evocando sus 3.000 vuelos en ‘wingsuit’. “Una vez tengo este traje en la espalda, se vuelve uno con mi cuerpo. Luego, al cambiar mis posturas, puedo girar, acelerar o disminuir la velocidad”. Creado a medida en Estados Unidos, su uniforme similar al de Batman costó más de 70.000 yuanes (9.000 euros, casi 11.000 dólares).
La imagen de los chinos
El wingsuit llegó a China en 2011, cuando la estrella de la disciplina, el estadounidense Jeb Corliss, saltó de un helicóptero para cruzar la Puerta del Cielo, un arco natural de 130 metros de alto en el Monte Tianmen. Al año siguiente, Zhang Shupeng presenció la primera edición del campeonato del mundo, organizada en el mismo lugar. Fue el detonante para el exparapentista.
Shupeng se marchó a entrenarse en Europa y Estados Unidos, donde se encuentran los mejores especialistas. Su consagración llegó en 2017, cuando ya en la treintena logró el subcampeonato del mundo. Los éxitos de Zhang Shupeng provocaron la modernización de las prácticas y de las estructuras.
Una visión que ha crecido desde la victoria en 2011 en Roland Garros de Li Na, quien se liberó de la estructura estatal e inspiró a la nueva generación. “Puede que sea el país el que está cambiando. De algo estatal vamos hacia una apertura cada vez mayor”, opina Shupeng. “El actual ambiente en China permite y apoya la aparición de estos nuevos deportes, que dejan más espacio a la personalidad de los deportistas”, analiza. “Mi sueño es dar una imagen más súper de los deportistas chinos”.
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Peligro de muerte
Cercanía a los precipicios, riesgo de problemas técnicos o de un fuerte golpe de viento con fatal desenlace: el ‘wingsuit’ es un deporte de gran riesgo. “No hay ningún deporte peligroso”, niega Zhang Shupeng. “Solo hay gente peligrosa, que quiere ir más allá de sus capacidades o buscar retos en cada salto”.
Cada año mueren varios practicantes. En septiembre fallecieron dos en los Alpes suizos. Y Vince Reffet, astro francés del ‘wingsuit’, murió en Dubái a mediados de noviembre durante un entrenamiento de ala motorizada. “Pero aunque es a regañadientes, mi familia me apoya”, declara Zhang Shupeng, casado y padre de un niño. “Con mi experiencia del parapente, saben que sé garantizar mi seguridad. Y que no voy a hacer nada irreflexivo”.
Pese a que el 2020 no ha contado con competiciones por el COVID-19, Zhang Shupeng se considera un privilegiado en comparación con los deportistas que están ahora confinados por todo el mundo. “Tan pronto como hace buen tiempo me entreno”, sonríe. “Debo ser el practicante de ‘wingsuit’ más feliz del planeta en estos momentos”.
Fuente: AFP.