En el medio de su campo de olivos en Chipre, Elena Sampson echa un vistazo a los árboles estériles y promete hacer cambios para enfrentar el cambio climático tras un nuevo año sofocante. La primera de varias olas de calor en 2020 acabó en mayo, la estación de la floración de sus 2.500 olivos y árboles frutales, la mayoría cítricos, en Akaki, una localidad situada a una veintena de kilómetros de Nicosia, la capital de esta isla mediterránea.
“Este año, la ola de calor golpeó en el momento exacto en que estaban floreciendo los olivos, y no duró precisamente dos días”, rememora esta griegochipriota de 38 años. “Los regamos, pero no logramos salvar las flores”, agrega. “Este año, quizá 40 (de sus 1.200 olivos) dieron aceitunas. ¡Nada, absolutamente nada!”, lamenta.
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Las aceitunas, que durante milenios se han cultivado en Chipre son una parte fundamental de la cultura local y los olivos cubren ahora unas 11.000 hectáreas del territorio, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En 2018, el país produjo más de 19.000 toneladas de aceite de oliva. Pero el aceite de oliva y otros sectores de la agricultura chipriota se enfrentan al cambio climático, recuerda a la AFP Adriana Bruggeman, profesora asociada del Instituto de Chipre. “No solo las sequías, sino también las temperaturas cada vez más altas y las olas de calor afectan a la floración, los frutos y la maduración de las cosechas”, dice.
Aunque los olivos son bastante resistentes a la sequía, necesitan agua durante la floración en primavera. Pero Bruggeman advierte de que algunas zonas semiáridas de la isla corren el riesgo de convertirse en totalmente áridas para 2050 debido al calentamiento global.
Datos oficiales muestran que la media anual de lluvias pasó de 540 milímetros entre 1902 y 1970 a 470 mm partir de 1971. Además, las olas de calor son cada vez más frecuentes y han reducido la duración de la primavera. Este año, el termómetro superó los 42º Celsius el 17 de mayo y la isla registró las temperaturas más altas desde que hay registro en julio, agosto y septiembre.
El cambio es posible
“Sabemos que el cambio climático hará a la región más caliente y más seca... Necesitamos adaptarnos a estos cambios y hacer que nuestra agricultura y nuestros sistemas sean más resistentes”, dice Bruggeman. Sampson está preparada para métodos alternativos y nuevos caminos. “Si tienes un suelo saludable, tienes menos pérdidas, menos erosión, mayor retención de agua, lo que significa que podemos luchar contra las sequía”, dice Simpson, que se puso al frente de la granja familiar hace dos años.
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Un estudio de 2016 del Panel Internacional de la ONU sobre el Cambio Climático, realizado con el peor escenario imaginable, advierte de que el 43% del territorio de Chipre está en peligro “crítico” de desertificación.
Sampson, que en general evita arar su tierra -una práctica que lleva a la erosión del suelo y a la pérdida de carbono-, pretende instalar un sistema de irrigación por goteo y plantará otros cultivos entre los olivos. Y, sobre todo, dejará de utilizar pesticidas. “Creo que es factible hacer este cambio, quiero ser parte del cambio”, asegura.
Bruggeman sostiene que “prácticas mejoradas como no arar los campos, alternar los cultivos con plantación de legumbres y la utilización de fertilizantes orgánicos podría mejorar la productividad”.
Fuente: AFP