Menos de un año después de haber recibido el Premio Nobel de la Paz en Oslo, el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, se ha vestido con el uniforme de guerra lanzando al ejército de su país al asalto de la región disidente de Tigré, que desafía su autoridad.
Desde que tomó las riendas del segundo país más poblado de África, en abril del 2018 con 42 años, Abiy Ahmed hizo temblar los cimientos de un régimen anquilosado, modificando las dinámicas del Cuerno de África. Apenas seis meses después de su investidura, firmó la paz con la vecina Eritrea, liberó a miles de disidentes, pidió perdón por la brutalidad estatal y recibió con los brazos abiertos a miembros de grupos exiliados que sus antecesores habían calificado de “terroristas”.
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Desarrolló además su programa de aperturismo de la economía, ampliamente controlada por el Estado. Pero muchos observadores temen ahora que la operación lanzada el 4 de noviembre en la región de Tigré lleve a Etiopía a una larga guerra civil.
Hijo de padre musulmán y madre cristiana, nacido en Beshasha, una pequeña comunidad del centro-oeste, Abiy Ahmed “creció durmiendo en el suelo” en una casa que no tenía ni electricidad ni agua corriente. “Íbamos a buscar agua al río”, relató en una entrevista concedida en septiembre a la radio Sheger FM, en la que contó que no descubrió la electricidad ni el asfalto hasta los 10 años.
Siendo adolescente, se implicó en la lucha armada contra el régimen del dictador Mengistu Haile Mariam. El joven Abiy, operador de radio, aprendió entonces por necesidad el idioma de los tigré, grupo étnico mayoritario en esta lucha y que formó el núcleo duro del régimen tras la caída de Mengistu, en 1991.
Hombre del cambio
Abiy empezó entonces a ascender en el seno de la coalición en el poder, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), primero en el aparato de seguridad, y luego del lado político. Subió escalones en el ejército hasta que obtuvo el grado de teniente coronel, y en 2008 fue uno de los fundadores de la Agencia Nacional de Inteligencia (INSA), que dirigió de facto durante dos años.
En el 2010 cambió el uniforme por el traje de político, convirtiéndose en diputado del partido oromo, miembro de la coalición en el poder y, en el 2015, pasó a ser ministro de Ciencia y Tecnología. A finales de ese mismo año, un movimiento de protestas antigubernamentales fue ganando amplitud en el seno de las principales comunidades del país, los oromo, a la que pertenece Abiy Ahmed, y los amhara.
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Aunque el movimiento fue violentamente reprimido, terminó sacando del poder al primer ministro Hailemariam Desalegn, símbolo de una coalición incapaz de aportar respuestas a las aspiraciones de la juventud. El EPRDF designó entonces a Abiy Ahmed para solucionar la situación, convirtiéndolo en el primer jefe del gobierno oromo.
Una vez en el poder, Abiy multiplicó las iniciativas a nivel regional. Además del espectacular acercamiento a Eritrea, desempeñó un importante papel de mediador en la crisis política sudanesa e intentó revitalizar el frágil acuerdo de paz sursudanés.
Sin embargo, los analistas lo habían advertido: el joven dirigente se puso en una situación delicada, ya que sus medidas estrella son demasiado radicales y repentinas para la vieja guardia del antiguo régimen, pero no lo bastante ambiciosas y rápidas para una juventud ávida de cambio y de perspectivas de futuro. Su apertura también liberó las ambiciones territoriales locales y viejas discrepancias intercomunitarias que desencadenaron unas mortíferas violencias.
Fuente: AFP.