Sea cual sea el resultado de la elección presidencial estadounidense, el movimiento creado por Donald Trump se ha revelado mayor y más sólido de lo que los expertos creían. Y gane o pierda, parece que el “Trumpismo” sobrevivirá.
Aunque su electorado ha sido descrito repetidamente -y erróneamente- como blanco, de mayor edad y residente en zonas rurales, su base le ofreció el tercer mayor total de votos en una elección nacional en la historia, solo por detrás de su rival Joe Biden y de Barack Obama en 2008.
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Aunque la mayoría de los hispanos no le votaron, los movilizó suficientemente en Florida como para ganar claramente ese estado clave el martes. “Antes de la elección, muchos expertos nos explicaban que Trump no atraería a suficientes votantes adicionales a su bando”, recordó el miércoles Abraham Gutman, integrante del consejo editorial del diario The Philadelphia Inquirer.
Pero Trump cosechó esta vez al menos cinco millones más de votos que en 2016 contra Hillary Clinton. “Sus simpatizantes lo adoran porque pone a Estados Unidos y a los estadounidenses primero, por delante de todos los demás”, dice entusiasmado Jim Worthington, fundador de la asociación People4Trump en Newtown, Pensilvania. “Son conscientes de que lucha por ellos”, añade este propietario de dos gimnasios.
“Un cariño real”
Trump minimizó la pandemia de coronavirus que ha causado más de 233.000 muertos en Estados Unidos, más que en ningún otro país del mundo, y hasta sugirió que podía curarse inyectándose desinfectante en el cuerpo. Ordenó la separación de miles de niños inmigrantes de sus padres en la frontera con México, entre otras decisiones que provocaron indignación.
Pero pese a la polémica que ha generado, el exmagnate inmobiliario sigue movilizando a la derecha más que ningún republicano desde Ronald Reagan. Sus partidarios “sienten un cariño real por él a pesar de todos sus defectos, o quizás a causa de ellos”, dice John Feehery, socio de la consultora EFB Advocacy, que colaboró con varios legisladores republicanos.
“Eso es raro”, indica. “Pienso que parte se debe a que es tan auténtico. Dice lo que piensa y la gente adora eso”. A eso se agrega “un deseo de nacionalismo” que es un fenómeno global, reflexiona Feehery. “Si Trump no existiese, alguien habría tenido que inventarlo”.
¿Candidato en 2024?
Si Trump es reelegido, la cuestión sobre su futuro y su legado político no se planteará hasta dentro de unos años. Pero si pierde “no pienso que el movimiento desaparecerá”, opina Worthington. “Creo que todo el mundo se reagrupa. Decidirá qué camino seguiremos”. Y en cuanto a su influencia general sobre el Partido Republicano, que ha cerrado filas de manera masiva en torno al mandatario en los últimos cuatro años, muchos creen que una derrota en 2020 no tendrá un efecto duradero en el partido.
Aunque pierdan la Casa Blanca por poco, los republicanos están en carrera para mantener su mayoría en el Senado y no perdieron de manera espectacular en la Cámara de Representantes, que seguirá bajo control demócrata. “Las cosas marcharon bien para el partido que lideró, y eso posiblemente seguirá influyendo en la dirección en que van las cosas cuando ya no esté en la televisión tan seguido”, dice Daniel Schlozman, profesor de ciencia política en la Universidad Johns Hopkins.
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“Estas son las circunstancias bajo las cuales los partidos tienen más chances de mantener el rumbo que de decir ‘precisamos hacer algo muy, muy diferente’”, añade. Para David Hopkins, profesor adjunto de ciencia política en el Boston College, Trump “ha tenido y seguirá teniendo una gran influencia en el Partido Republicano” al menos en los próximos cuatro años, aunque pierda.
“No me sorprendería que vuelva a ser candidato” en 2024, dice Feehery. Worthington cree que Trump tendría un apoyo masivo si vuelve a presentarse a la presidencia en cuatro años. Y cree que su heredera natural es su hija Ivanka, no su hijo mayor Don Jr.
“Ella es verdaderamente una persona que impresiona”, se entusiasma Worthington, que trabajó con ella en el Consejo presidencial sobre Deporte, Salud Física y Nutrición. Pero Hopkins alerta que parte de la atracción de Trump es “su propia personalidad”. “Y quizás no pueda transferir eso a otra persona cuando abandone el escenario”.
Fuente: AFP.