“El día a día se va haciendo casi normal, pero no recuperaremos la vida de antes”, comenta Petunia Maseko en un bar de Soweto, en Sudáfrica, en un continente que despierta poco a poco tras la parálisis que provocó la pandemia de COVID-19.

“Era duro estar sin vida social”, agrega la joven, vestida con el atuendo tradicional Ndebele, muy colorido. “Es cuanto menos importante para desestresarse y hacerse una red”, explica la estudiante de 21 años.

En el Black and White Lifestyle Pub, la excitación es palpable en este primer fin de semana de primavera (austral), que coincide con el paso al nivel 1 del confinamiento, el más bajo desde hace seis meses en Sudáfrica. Eso sí, a la entrada se controla la temperatura de los clientes, que llevan mascarilla.

Lea más: Gigantes de internet acuerdan combatir el discurso de odio

Con el gel hidroalcohólico en mano, el DJ Tiisetso Tenyane pincha “de nuevo para la gente, de verdad”. Tras las sesiones por videollamada, en línea, pinchar en directo “sienta realmente genial”.

“Llevo mascarilla cuando salgo de casa, pero ese es el único signo distintivo de la pandemia”, recalca Petunia. En el resto del continente, la situación varía según la zona. En unas, la vida cotidiana está marcada por una estricta aplicación de las medidas sanitarias y en otras, reina una relajación total.

“Retomamos nuestras costumbres”

“Nos da completamente igual el corona”. La frase es del presidente marfileño Alassane Ouattara, que pensaba que estaba fuera del alcance de los micrófonos, antes de abrazar a un miembro de su partido frente a miles de personas en agosto, haciendo caso omiso de las distancias de seguridad.

En Costa de Marfil, aunque la mascarilla sea obligatoria en los lugares cerrados, “esto no se respeta en ningún lado, o casi”, señala un trabajador del sector sanitario, que pidió el anonimato. “La psicosis se fue y el Estado no habla mucho sobre el tema”, agrega.

En Kinsasha (República Democrática del Congo), en el barrio de negocios de Gombe la toma de temperatura y el lavado de manos están a la orden del día. Pero en otras zonas y municipios, el incumplimiento de las medidas está muy extendido: las mascarillas se ven más en el mentón que tapando la boca y la gente, para saludarse, sigue dándose la mano.

Lea más: Papa pide “alivio” para los cubanos en dificultad por la pandemia

En Burkina Faso, un país sumido en una grave crisis humanitaria y de seguridad, Usman Uedraogo, un vendedor de pescado de 43 años, cree que “no podemos llevar eternamente” la mascarilla. “Habíamos intentado ponérnosla cada día pero son las autoridades quienes dieron ejemplo, haciendo como si la enfermedad hubiera pasado. Así que nosotros retomamos nuestras costumbres”, dice.

En la cafetería-restaurante de Guillaume Traoré, “nadie usa ya” el bote para lavarse las manos que puso en la entrada. “Cuando le llamas la atención a un cliente, te contesta que el coronavirus no existe o que él no lo tiene”, explica el hostelero.

En Chad, como en Gabón, la mascarilla suele llevarse baja, tapando solo la boca o el mentón, para poder decir que uno la lleva puesta o subírsela si hay algún policía a la vista. En las iglesias, las mezquitas y los mercados la gente choca, se saluda tocándose. Pero por la noche, en cambio, el toque de queda sigue vigente.

Negligencia contagiosa

En Lagos, Isiaka Okesanya (41 años) lleva toda la cara al descubierto. “Sí, me olvidé la mascarilla en casa. Últimamente me suelo olvidar de ella. Dios nos ha ayudado a deshacernos de la enfermedad, ya no vemos esas cifras tan altas y espantosas”, comenta el funcionario nigeriano.

Pero al gobierno nigeriano le preocupa que esa dejadez pueda ser contagiosa. “Las cifras bajan, pero todavía no podemos felicitarnos”, advierte el ministro de Salud, Osagie Ehanire, citando la irrupción de segundas oleadas “en países ricos que creían haber vencido a coronavirus”.

“Todavía está ahí, es real. Hay que seguir tomando precauciones hasta que podamos controlarlo”, insiste Emmanuel Akinyemi, director de la Estate Clinic de Lagos.

Lea más: “Passion simple”, historia de un amor para perder la cabeza

África se libró de una “propagación exponencial” de la epidemia (media de edad inferior, baja densidad de la población...) explicó la OMS la semana pasada. Pero “hay que tener cuidado en no sobremediatizar un éxito” que, con todo, sigue siendo frágil, advierte el director del CDC África, John Nkengasong.

En tanto, Kenia se encamina hacia la reapertura de algunas escuelas y en Senegal la gente lleva una vida normal desde junio.

Algo que contrasta fuertemente con Ruanda, donde el confinamiento -uno de los más estrictos- todavía dura. Allí, se arresta a quienes “no llevan la mascarilla correctamente” y la policía patrulla para impedir que la gente se concentre, incluso en privado. También hay toque de queda nocturno, como en Uganda y en Kenia.

Frente a Europa, Marruecos permanece en estado de “semiconfinamiento”, sobre todo Casablanca, donde hay toque de queda y restricciones estrictas. Se han acordonado algunos barrios obreros e instalados controles de la policía en las carreteras.

Fuente: AFP.

Dejanos tu comentario