No era la primera vez que Leanna Mikesler evacuaba su casa por un incendio forestal: vive en las montañas de California, cada vez más azotadas por las llamas. Pero en pandemia fue “10 veces más difícil”, dijo a la AFP esta mujer jubilada, mientras paseaba a su perra en un refugio para mascotas habilitado por la Cruz Roja en Clovis, en el centro del estado.
Con su esposo y los documentos más importantes dejó su casa por segunda vez desde que vive en Meadow Lakes, en el bosque nacional Sierra, donde arde el incendio Creek, que comenzó hace cuatro días y ya consumió 66.000 hectáreas.
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“Cuando levanten la orden de evacuación podremos ir a ver si la casa no se quemó”, señaló Mikesler con un hablar pausado y dijo que por lo que ha visto en imágenes aéreas, los bomberos “están tratando de preservar Meadow Lakes” usando aviones que bombardean las llamas con retardante... ese químico rojizo que trata de evitar la propagación del fuego. “El incendio está ahí mismo”, añadió.
Desde que el alguacil les avisó el sábado a través de parlantes que evacuaran, vive en un cuarto de hotel con una tarifa subsidiada pues el típico albergue en un gimnasio con centenas de camas alineadas una al lado de la otra no es viable con la pandemia de COVID-19, que solo en California ha matado a 13.841 personas.
“Tenemos más de 600 personas” en hoteles desde que comenzó la emergencia, explicó Cindy Huge, portavoz de la Cruz Roja en un centro para evacuados ubicado en una escuela secundaria. “Se les entrega comida en contenedores desechables, tres comidas al día, bocadillos y agua”.
“Buscando donde dormir”
David Mascarini, de 69 años, estaba desubicado, sin saber qué hacer. Era la primera vez que se quedaba “en la calle”. “Estoy buscando donde dormir, si me toca en mi camioneta, lo hago, pero tengo a mi esposa y a mi perrita”, expresó este hombre de cabello canoso y una barba poblada del mismo color, que vive en Auberry, cerca de Meadow Lakes.
El hotel donde pasaron la primera noche no tenía cuartos. Por eso acudieron a la Cruz Roja, que diseñó en marzo el nuevo protocolo para tiempos de pandemia, visualizando una situación como ésta. “No sé si mi casa resistió. Yo limpié la maleza alrededor de la propiedad, espero que haya funcionado”, dijo, no muy convencido.
Al menos 60 casas ya fueron destruidas por Creek, según la agencia de bomberos de California, Cal Fire. Y esas comunidades enclavadas en la montaña quedaron convertidas en pueblos fantasma. En Shaver Lake, otra de las zonas afectadas, lo que antes fueron residencias eran hoy manojos de escombros, constató la AFP.
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En una de ellas solo la chimenea de ladrillos aguantó. Los restos chamuscados de la lavadora y secadora, así como un juego de mesa de jardín metálico y una camioneta pick-up permiten armar un poco el mapa de la casa.
De las montañas podían verse líneas de humo como saliendo de una chimenea, mientras que en las carreteras se veían troncos aún encendidos y pequeñas llamas que las autoridades acudían a apagar. Y a lo lejos, helicópteros y el avión de tipo comercial del que hablaba Mikesler, en operación.
En un campamento, caravanas estacionadas y conectadas a la fuente de electricidad y agua, con mesas y sillas plegables al frente estaban abandonadas. El silencio solo lo interrumpía un cuervo, en una escena muy apocalíptica.
“Simplemente dejamos todo”, señaló Sandy Clark, de 68 años, convencida de que “nunca” se mudaría de North Fork, ni siquiera con el peligro que cada vez más representan estos incendios. Lo mismo dijeron Mikesler y Mascarini. “Somos gente de montaña”, coincidieron.
Fuente: AFP.