Los países de las Américas deben expandir e invertir en servicios de salud mental para hacer frente a los efectos de la pandemia por COVID-19, dijo la directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa F. Etienne.
“La pandemia de COVID-19 ha provocado una crisis de salud mental en nuestra región a una escala nunca antes vista. Se trata de una tormenta perfecta en todos los países, ya que vemos necesidades cada vez mayores y recursos cada vez menores para abordarlas. Es urgente que el apoyo a la salud mental se considere un componente fundamental de la respuesta a la pandemia”, indicó Etienne, en el marco de una conferencia de prensa, según informaron desde la OPS/OMS.
Sostuvo que los sistemas de salud deben enfocarse en abordar las brechas que la pandemia ha dejado al descubierto. “Hoy, pido a los países que tomen las medidas necesarias para garantizar que todos reciban la atención que necesitan y merecen”, indicó.
Etienne señaló que los casos de coronavirus en las Américas han alcanzado casi 11,5 millones y que más de 400.000 personas han muerto. “La región de las Américas tiene aproximadamente el 13% de la población mundial, pero el 64% de las muertes mundiales reportadas oficialmente”, dijo.
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La pandemia está teniendo un grave impacto en los trabajadores de la salud, que están trabajando muchas horas y arriesgan sus vidas mientras los hospitales luchan por tener suficientes equipos de protección personal. “Después de meses de operar en modo crisis, nuestros profesionales de la salud se enfrentan a agotamiento, ansiedad y depresión”, explicó la directora de la OPS.
Los pasos más eficaces son contratar y capacitar a más trabajadores de la salud e integrar la salud mental y el apoyo psicosocial dentro de los sistemas de atención primaria de salud para que sean de fácil acceso para quienes más los necesitan, agregó Etienne.
“Todas las personas que necesitan apoyo de salud mental deben sentirse cómodas pidiendo ayuda. Nadie debería sufrir solo y sin apoyo profesional, especialmente ahora”, explicó Etienne.
“Por supuesto, algunos de estos mismos conceptos se aplican a la violencia doméstica. Estos servicios deben ser accesibles y estar integrados a nivel local; necesitamos innovaciones para llegar a las personas supervivientes y apoyarlas, y es fundamental luchar contra el estigma. La violencia nunca es aceptable y no se debe culpar a las personas sobrevivientes de violencia doméstica”, afirmó.
“Es probable que se subestime el alcance real de la violencia doméstica durante la COVID-19, ya que las personas sobrevivientes están atrapadas en casa y los servicios de apoyo y extensión están interrumpidos. Dada la reducción del contacto con amigos y familiares y los obstáculos para acceder a servicios y refugios, estamos dejando a las personas sobrevivientes sin un lugar adonde acudir. Los costos de la violencia son extraordinariamente altos, por lo que no se puede suspender el apoyo a las personas sobrevivientes”, agregó Etienne.
La OPS ha estado ayudando a los países a fortalecer políticas y servicios y expandir el aprendizaje en línea para los trabajadores de la salud para que sepan cómo identificar y apoyar a las sobrevivientes de la violencia durante la pandemia, explicó. Algunos lugares utilizan enfoques novedosos para asegurar que los sobrevivientes de violencia puedan pedir ayuda discretamente, como a través de palabras clave o señales de mano.
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Los pacientes que han dado positivo para COVID-19 también experimentan insomnio, delirio o incluso depresión, dijo Etienne. Muchas personas están agobiadas por el miedo a desarrollar enfermedades graves, y otras están comprensiblemente preocupadas por sus vidas, señaló Etienne. La investigación inicial indica que tanto como un tercio de los pacientes que se recuperan de COVID-19 pueden tener cambios duraderos en su estado de ánimo y sufren de ansiedad o depresión.
Las enfermedades de salud mental constituyen una epidemia silenciosa que ha afectado a las Américas mucho antes del COVID-19, con depresión y ansiedad como dos de las principales causas de discapacidad. La región también tiene el segundo nivel más alto de consumo de alcohol en el mundo. Las emergencias pueden empeorar estas condiciones, dijo.
“En los últimos meses hemos sentido: miedo a la infección o ansiedad si estamos enfermos; dolor porque nuestros seres queridos que han sucumbido al virus; incertidumbre sobre el futuro, ya que el trabajo y la vida como la conocíamos se ven amenazados; agobio por las noticias y la falta de información; y soledad o aislamiento tras semanas o incluso meses de distanciamiento social. Y aunque es posible que estemos haciendo frente a este estrés de distintas maneras, todos estamos sufriendo, especialmente quienes están afectados por trastornos de salud mental preexistentes”, subrayó Etienne.
“Los servicios de salud mental son fundamentales en nuestra respuesta al COVID-19 y, en última instancia, para nuestro proceso de reconstrucción. Esta pandemia nos recuerda, como nunca antes, que la salud mental es fundamental para el bienestar de las personas y las sociedades', concluyó la directora de la OPS.
La intensificación de los servicios ayudará a las personas que viven con enfermedades mentales y a sobrevivientes de violencia para que tengan los recursos y el apoyo que necesitan. “Esta pandemia nos recuerda, como nunca antes, que la buena salud mental es necesaria para el bienestar de las personas y las sociedades”, agregó la directora de la OPS.
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