Puede haber sido la hermosa puesta de sol, la multitud de hombres recios que coreaba su nombre o la seguridad obtenida de un sondeo secreto, pero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no aparentaba como un candidato que se arriesga a ser humillado en menos de 80 días.
Desde la escalinata de su lujoso club de golf en Bedminster, Nueva Jersey, Trump se dirigió a un grupo de seguidores que integran el mayor sindicato de policía de la ciudad de Nueva York, NYCPBA, por sus siglas en inglés, que anunció su respaldo al presidente en las elecciones de noviembre.
Con el ensayado entusiasmo de un magnate de los bienes raíces que ha dedicado su vida a vender sueños con brillante barniz, les ofreció a los policías una triunfo electoral de fantasía. Trump dijo que no solo desafiaría a las encuestas y derrotaría al demócrata Joe Biden el próximo 3 de noviembre, sino que además produciría el milagro de un triunfo en Nueva York.
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El apodado “Empire State” no ha sido conquistado por un republicano desde el triunfo de Ronald Reagan en 1984. A Trump, su cualidad de nativo no lo ayudó allí en 2016, cuando salió derrotado por un margen de 22 puntos contra Hillary Clinton. “Creo que tenemos una oportunidad del demonio”, dijo Trump ante la multitud que lo vitoreaba.
La realidad dice que los sondeos muestran una ventaja de Biden en estados péndulo como Pensilvania, que suelen decidir el resultado de una elección, y que incluso el exvicepresidente amenaza con ganar en bastiones republicanos como Texas.
Además de ser el presidente con la menor popularidad de la historia de Estados Unidos en forma consistente, con un promedio de aprobación que nunca superó el 50%, el millonario republicano gobierna ha debido gobernar en un período de triple crisis. Solo una de ellas hubiese resultado todo un desafío para cualquier gobierno, pero el presente de Trump incluye en simultáneo una pandemia, una caída a pique de la economía y tensiones raciales en todo el país.
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Trump cree en Trump
De todos modos, una escapada de fin de semana a Bedminster, donde Trump vive a cuerpo de rey, rodeado de un ejército de empleados, resulta el antídoto perfecto a Washington. Las altas y custodiadas verjas que rodean a la Casa Blanca no impiden que los demócratas del Congreso y una prensa a la que Trump considera hostil le arruinen el día.
Pero aquí, en las amables colinas de Nueva Jersey, donde acaudalados clientes ataviados con sus trajes de golf color pastel beben tragos en la terraza del jardín, el optimismo natural de Trump tiene espacio para correr libremente.
El magnate inmobiliario ha expresado en reiteradas ocasiones que confía más en sus propios instintos que en los datos o en los expertos, y que esa creencia en sí mismo fenomenal es tangible cuando escudriña un paisaje electoral tenso.
Trump insiste que los sondeos privados indican una intención de voto a su candidatura mucho mejor que la de las encuestas que se han divulgado públicamente.
El mandatario ha dicho que el apoyo a su reelección está cobrando fuerza, descartando las dudas sobre sus chances que incluso desde tiendas republicanas se han reportado. “La gente a la que no le gustaba Trump, los ‘nunca Trumpistas”, están empezando a gustar mucho de Trump”, dijo.
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¿Podría estar en lo cierto?
Los demócratas, por su parte, huelen el perfume de la victoria. Además de pronosticar un triunfo presidencial, cada vez más hablan de mantener el control de la Cámara Baja, conquistar el Senado y embarcarse en una profunda reforma social y económica.
Después de todo, a menos de 80 días de las elecciones, parece poco probable que Trump pueda resolver sus tres principales crisis. ¿Pero, y si no necesitara hacerlo?
En su último discurso de avezado vendedor, la pandemia ha llegado prácticamente a su fin y debe quedar en el pasado, en tanto la principal economía del mundo está rugiendo otra vez. Esos dos mensajes se repiten con insistencia en las apariciones televisivas diarias del presidente.
En cuanto a la tensión sobre la brutalidad policial contra los afroestadounidenses, según Trump las verdaderas víctimas son los policías. Aunque el coronavirus le privó de ostentar en campaña el éxito económico de su administración y reciba un asedio constante por el manejo de la pandemia, quizá Trump haya logrado confeccionar una nueva fórmula ganadora.
El sitio web de encuestas fivethirtyeight.com dice que las chances de que Trump derrote a Biden son del 29%, en tanto Biden tiene un 71% de posibilidades de obtener un triunfo. Pero quizá sea demasiado pronto para que los demócratas canten victoria. En las elecciones de 2016, Trump tenía un 29% de chances de derrotar a Clinton. Clinton tenía un 71% de posibilidades triunfar sobre Trump.
Fuente: AFP