“Yo no me podía quedar sentada en mi casa”, resume Agostina Guerra, odontóloga de 27 años a cargo de un equipo de voluntarios de la Universidad de Buenos Aires (UBA) dedicados a buscar el coronavirus en pensiones, geriátricos y entre las fuerzas de policía.
“Como odontólogos, pertenecemos al sistema de salud. Teníamos que salir a ayudar, hacer algo. Ese fue siempre mi pensamiento”, afirma enfática esta joven menuda, convencida de que si hay un momento para el voluntariado “sin duda es este”.
En su equipo trabajan 20 egresados y estudiantes de odontología de la UBA que se reúnen todas las mañanas en una escuela para organizar el material de examinación y recibir la dirección a la que se dirigirán ese día. Sentados en el comedor, el ambiente evoca el tiempo en que eran compañeros de clase.
Con tres autobuses acondicionados para realizar hisopado, se trasladan allí donde se registró un caso de COVID-19 y se sospecha de muchos más, especialmente los ‘conventillos’ en los que habitan varias familias que comparten cocina y baño.
“Estamos para evitar que esto se propague, que siga avanzando y afecte a más personas. La idea es que con nuestra participación merme el contagio”, dice Mauro Pachado, de 30 años, cuando Argentina suma más de 250.000 infectados y 4.700 muertos por COVID-19 en una población de 44 millones de habitantes.
A la puerta de una pensión en el barrio de La Boca comienzan a hacer fila los vecinos. Con cierto nerviosismo, uno a uno sube al autobús, también los niños con sus madres, para hacerse el hisopado.
"No es un dolor de muelas, no es una caries. Es algo nuevo inclusive para nosotros y esa incertidumbre genera miedo. Pero por suerte no hemos tenido una respuesta negativa de los pacientes, ellos ven esto con buenos ojos", explica Pachado.
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Enfrentar al coronavirus
Cuando en marzo se presentaron los primeros contagios de COVID-19, la UBA lanzó una convocatoria para el voluntariado. En pocos días se registraron 8.000 universitarios. El equipo de Agostina Guerra comenzó ayudando en los hoteles, donde se aísla a las personas con síntomas leves y luego participó en una campaña de vacunación contra la gripe y la neumonía.
Ahora se dedican a los hisopados. Con ello alivian a los médicos, que pueden concentrarse en la atención a los enfermos, y "un poco devolvemos a la sociedad todo lo que aprendimos en la facultad", indica Guerra.
Hasta ahora solo uno de ellos se ha contagiado de COVID-19, pero se curó y regresó al voluntariado con un programa para repartir cenas a personas en situación de calle. ”Hay que ir todos cubiertos y enfrentarlo. Tenemos camisolines, barbijos, máscaras. Si nos asustamos nosotros qué queda para los demás”, reflexiona Guerra.
Sin embargo, reconoce que algunos compañeros que viven con sus familias se han abstenido de participar esta vez.
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Tradición de trabajo social
La UBA es la principal universidad de Argentina y figura entre las mejores de América Latina. Pública, gratuita y de ingreso universal, tiene una larga trayectoria de trabajo con las comunidades. ”Hay una tradición, se nos inculca mucho el trabajo social. Cuando éramos estudiantes ofrecíamos atención odontológica gratuita en barrios vulnerables y en viajes al interior “, refiere Guerra.
Con un guardapolvo que lleva escrito "Orgullo UBA", Pachado dice que el trabajo voluntario lo llena de satisfacción. "Es una forma de devolver nuestra educación pública a los contribuyentes, a la sociedad", afirma.
Fuente: AFP