De cada lado de la frontera israelo-libanesa, las declaraciones son marciales: el Hezbolá afirma que una acción antisraelí es “irremediable”, e Israel previene al movimiento chiita que “juega con fuego”, aunque ninguno desea dar el paso hacia un conflicto, estiman analistas.

El lunes pasado, tras meses de relativa calma, Israel indicó que había frustrado un ataque "terrorista" y abrió fuego contra hombres armados que cruzaron la Línea Azul que separa Líbano e Israel, antes de que regresaran de lado libanés.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, atribuyó la infiltración al Hezbolá, un movimiento armado chiita proiraní muy influyente en el sur de Líbano y que Israel considera como su enemigo.

Acusado de "jugar con fuego", el Hezbolá desmintió cualquier implicación. El primer ministro libanés, Hassan Diab, condenó por su parte una "peligrosa escalada".

Este episodio se produjo tras nuevos ataques en Siria atribuidos a Israel, que dejaron cinco muertos entre combatientes proiraníes, incluido un miembro del Hezbolá.

"Nuestra respuesta [...] llegará irremediablemente", amenazó el movimiento, igualmente peso pesado de la vida política libanesa.

Ante esta posibilidad, el ejército israelí elevó su estado de alerta a lo largó de la frontera, explica Orna Mizrahi, exejecutiva de seguridad en el gabinete del primer ministro israelí y ahora analista en el Instituto nacional de Estudios de Seguridad.

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Falsa calma

El último gran enfrentamiento entre el Hezbolá e Israel se remonta a 2006. En un mes, provocó más de 1.200 muertos de lado libanés, esencialmente civiles, y 160 entre los israelíes, en su mayoría militares.

Una decena de días antes del último incidente en la frontera, durante una visita de la AFP a las bases militares israelíes en la Línea Azul, el capital Jonathan Goshen afirmó: nuestras tropas ven al Hezbolá "prepararse para la próxima guerra".

Los periodistas que van a menudo al sur de Líbano afirman que la presencia militar del Hezbolá es invisible. Según un informe de la ONU de marzo, el movimiento continúa en cambio, contando allí con combatientes y armas.

“La frontera parece en calma pero no lo está”, comentó Jonathan Goshen, a bordo de su Jeep de patrulla, cerca de Metula, el pueblo más al norte de Israel. ”Cuando nos acercamos, basta con esperar diez minutos para verles llegar [a miembros del Hezbolá], intentar reunir información, probar nuestra reacción”, añadió.

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“Inusual”

Según observadores, los dos bandos son conscientes de que un enésimo conflicto no serviría a sus intereses en este momento.

De lado libanés, el descontento popular y las manifestaciones contra el gobierno del pasado otoño, incluido en los bastiones del Hezbolá, constituye "un factor no despreciable en los cálculos" del movimiento, según Didier Leroy, especialista del grupo armado.

Con una grave crisis económica, política y sanitaria, "el ambiente en Líbano no es favorable a una agenda marcial antisraelí", añade.

Para el investigador, el Hezbolá también está bajo presión financiera, al igual que su aliado iraní, lo que influye en la estrategia "militar".

Israel se encuentra en una situación económica menos grave, pero tiene “sus propios problemas”, como un recrudecimiento de la pandemia de COVID-19, una tasa de desempleo en aumento y manifestaciones antigubernamentales crecientes, señala Orna Mizrahi.

El modus operandi del ejército israelí muestra que ha querido evitar cualquier conflicto, apunta Nahum Barnea en el diario Yediot Aharonot. ”La lógica subyacente está clara: matar a miembros de la célula habría llevado a un día de combate en el norte, incluso más [...] Pero los responsables no querían entrar en una tercera guerra de Líbano”, explica.

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Fuente: AFP

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