Miami, Estados Unidos. AFP.
La crisis del coronavirus ha sido dura para las compañías de cruceros, que han sufrido brotes a bordo y el cierre de los puertos. Ya pudieron enviar a casi todos los pasajeros a sus países, pero falta rescatar a decenas de miles de tripulantes que siguen atrapados en los barcos.
Muchos dejaron de percibir su salario porque sus contratos terminaron, otros no tienen acceso a internet; aumentan las tensiones y conflictos entre los tripulantes y algunos han demandado a sus empleadores.
“Somos prisioneros. Necesito ayuda. Necesitamos ayuda”, pide el brasileño Caio Saldanha, DJ del “Celebrity Infinity”, que flota entre Florida y las Bahamas. “Nunca pensamos que nos pasaría esto, tener que luchar por bajar de un barco que nos tiene prisioneros”, dice el músico de 31 años desde la cabina sin balcón que comparte con su novia de 29, Jessica Furlan.
El 13 de marzo, los cruceros recibieron la orden de "no navegar". Los que tenían pasajeros consiguieron desembarcarlos luego de complicadas negociaciones, pero los tripulantes que quedaron a bordo han estado desde entonces en un limbo.
Solamente en torno a las aguas estadounidenses hay 104 cruceros con un total de 71.900 tripulantes a bordo, confirmó esta semana a la AFP la Guardia Costera estadounidense.
"Estamos desesperados por ir a casa. Desesperados", dice Furlan, que iba a ser anfitriona de actividades en el "Infinity".
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Pagando por internet
Los que trabajan para mantener el barco operativo -marineros, limpiadores, cocineros, por ejemplo-, aún reciben salario, pero no quienes entretenían a los pasajeros. A otros se les han terminado ya los contratos y tampoco ganan sueldo.
Las líneas les proveen habitación y comida, pero ellos deben pagar por bienes como el jabón y la pasta de dientes. En algunos casos, también por internet.
"No tenemos internet gratis, desde un punto de vista lo entiendo, pero no desde el humano", dice a la AFP la serbia Verica Brcic, gerente de spa del "Maasdam", de la línea Holland America, una subsidiaria de la corporación Carnival.
Brcic fue transferida el 29 de marzo al “Koningsdam”, que navega por la costa oeste de Estados Unidos con 1.100 tripulantes reunidos de ocho embarcaciones. “Los humanos necesitamos estar en contacto con las noticias de nuestros países y del mundo exterior, en contacto con las familias”, dice la mujer de 55 años.
Un músico de 52 años que navega en un barco de Princess Cruises (otra subsidiaria de Carnival) dice que también paga por internet y que la comida es escasa. “Me siento como en un confinamiento forzado”, cuenta. Pide permanecer anónimo, sin identificar siquiera la embarcación por temor a represalias.
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Montaña rusa de emociones
Las líneas de cruceros son acusadas de no esforzarse en enviar a los trabajadores a sus casas porque los chárters les resultan muy caros, algo que las empresas niegan.
En el meollo del problema, según Royal Caribbean, está la letra pequeña del acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. El texto exige a los ejecutivos de las compañías que sean responsables legalmente -en lo criminal y lo civil- si las normas de desembarco no son obedecidas al pie de la letra.
"Con mucho gusto haremos lo que nos piden, pero las penas criminales nos dieron que pensar, a nosotros y a nuestros abogados", escribió el presidente de Royal Caribbean, Michael Bayley, en una carta que distribuyó el domingo a su tripulación y que fue obtenida por AFP.
En ella Bayley dice que finalmente ha decidido firmar el documento y anuncia un plan de desembarco.
Si fue posible planificar esto ahora, “¿por qué no me enviaron a casa el mes pasado?”, se pregunta la bailarina inglesa Lauren Carrick, que comparte con su novio la cabina del “Celebrity Infinity”. El barco es de Celebrity Cruises, una subsidiaria de Royal Caribbean.
"Ayer me pasé el día llorando. Es una montaña rusa de emociones y es cansador y agotador. En la noche no puedo dormir, estoy siempre pensando cuándo volveré a casa", cuenta Carrick a la AFP.
Pero no todos quieren irse. Algunos se sienten incluso más seguros en los barcos y temen que el escándalo mediático afecte a la industria que les da de comer. “Todo esto es complejo y muy frustrante para nosotros, los que amamos nuestro trabajo”, dice a la AFP un sudafricano de 42 años a bordo de un barco de Carnival, donde es gerente de alimentos.
Enviar a la gente en chárters “cuesta muchos millones”, defiende, pidiendo anonimato. “La culpa no es de las líneas de cruceros sino de organismos como los CDC”, señala.
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Es complicado
Los conflictos entre los que se sienten atrapados y los que están a gusto aumentan y, en Facebook, las guerras de palabras son escalofriantes. Pero Bayley señaló que, de los 25.000 tripulantes que la empresa tiene a bordo en este momento, sólo unos 1.000 manifestaron su deseo de quedarse.
Y repatriar a los que sí quieren irse es “increíblemente complejo”, escribió en su carta. “Nuestra tripulación viene de más de 60 países. Cada país tiene normas y regulaciones distintas sobre quién puede volver a casa, y cómo, y cuándo”, explicó. Algunos ni siquiera aceptan el ingreso de sus propios nacionales.
Roger Frizzell, el portavoz de Carnival, aseguró que la compañía ha hecho "grandes progresos" y ha repatriado a miles de tripulantes hasta el momento.
Entre pasajeros y tripulantes, se han registrado 2.789 casos de coronavirus en 33 navíos, según la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros.
El mes pasado, trabajadores de Celebrity Cruises entablaron una demanda colectiva acusando a la compañía de negligencia y, este martes, la familia de un tripulante indonesio que falleció por el virus demandó a Royal Caribbean por homicidio culposo.
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