Hoy hace 34 años de la explosión de Chernobyl, en la entonces Unión Soviética. El estallido del reactor no solo afectó a la región, sino que sacudió al mundo entero. El incidente en la planta nuclear soviética es considerado el peor accidente industrial y medioambiental de la historia.

La explosión del reactor nuclear, ocurrida un 26 de abril de 1986, causó la muerte instantánea de 50 personas, pero miles de habitantes del Este de Europa están desde entonces afectados de cánceres causados por la exposición a la radiación.

Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de nueve mil personas en todo el mundo morirán, eventualmente, de cánceres causados por la radiación de Chernobyl.

Según Nacho Narváez, de PastoralSJ, ese día sacudió la explosión a los “50 mil habitantes de Prípiat, ciudad construida en 1970 y nació junto a la central nuclear ‘Lenin’, para albergar a los constructores, trabajadores e ingenieros de esta. Era una ciudad joven: la edad media era de 26 años. La natalidad era altísima, casi 1.000 niños nacían cada año. La ciudad contaba entonces con un cine, un hotel, gimnasios, piscinas y varios restaurantes, un verdadero lujo para cualquier ciudad soviética de la época. Todo limpio, ordenado, moderno, joven, eficiente. La central nuclear y la ciudad: un éxito socialista”, sostuvo al Vatican News.

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Esa noche, fueron sacudidos todos por el reactor número 4 de la central nuclear, que saltaba por los aires. “La radiación equivalente a 500 bombas de Hiroshima estaba convirtiendo el aire en puro veneno. A la 1:24 de la madrugada lo que pretendía ser una sencilla prueba de seguridad provocó una explosión que destapó la cubierta de uno de los reactores de la central. Pocos minutos después comenzaron a llegar bomberos de toda la región para frenar el desastre. Había que intentar parar el fuego para que el reactor nº 3 no estallara también. Horas después consiguieron apagar el fuego. Algunos bomberos comentaban extrañados que «el aire sabía a metal», sostiene al Vatican News.

Muchos murieron días después. El resto falleció a lo largo de dos semanas debido a las enormes dosis de radiación recibidas. Las entonces autoridades soviéticas tardaron 36 horas en evacuar a la población de Prípiat. Hasta tres días y medio duró la evacuación. Mientras tanto, la población recibía dosis de radiación tremendamente elevadas.

“Seguidamente, el gobierno de la URSS convocó a miles de personas para ayudar a paliar las consecuencias del accidente. Fueron 600.000 personas. Los llamaron 'liquidadores'. Esa multitud estaba en su mayoría compuesta de soldados, pero también había muchísimos voluntarios: médicos, trabajadores, científicos, campesinos, mineros –miles–, estudiantes, policías, etc. Muchos de ellos iban con la esperanza de recibir alguna compensación económica o laboral. Otros, la gran mayoría, llegaron desde toda la Unión Soviética con el único objetivo de salvar a su país de la catástrofe nuclear. Aseguraron el edificio del reactor 4, limpiaron el área de basura radiactiva y construyeron el sarcófago que aún cubre gran parte de la central. Realizaron un trabajo mortal: hoy día se discute el número de víctimas, pero se calcula que de las 600.000 personas antes mencionadas, 60.000 murieron, mientras que 160.000 quedaron inválidas para siempre”.

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Según Zenit, se han atribuido 3,4 millones de muertes desde 1986 a las radiaciones, aunque es casi imposible de calcular el número real de víctimas, pues hay que considerar las «muertes invisibles», dijo en Roma el día de la noticia la embajadora de Ucrania ante la Santa Sede, Nina Kovalska. «Decenas de miles de personas han caído enfermas tras los efectos de las radiaciones –añadió–. En el caso de los adultos, se han establecido estas consecuencias, pero después los niños han sufrido las consecuencias. En Ucrania se experimenta una elevada mortalidad infantil».

El papa Francisco en el Viernes Santo del pasado año dijo que «a pesar de todas las miserias, las injusticias y la monstruosidad existentes sobre la tierra, en Jesús se ha inaugurado ya el orden definitivo del mundo». Como dijo Narváez, la imagen de los ‘liquidadores’, con su escasa protección, luchando sin descanso contra la radiación en un acto casi suicida nos recuerda que, 2.000 años después, el amor y la vida siguen siendo mucho más fuertes que la muerte.


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