Raposos, Brasil | AFP | Fotos de Douglas MAGNO por Valeria PACHECO
Los vecinos de Raposos afectados por el temporal que mató a 50 persones en el estado brasileño de Minas Gerais (sudeste) agradecen con resignación las donaciones mientras buscan entre los escombros lo poco que quedó en pie de sus hogares.
"En mi casa no quedó nada. Pero gracias a Dios, con la solidaridad de la gente, conseguimos tres colchones para poder dormir", cuenta a la AFP el albañil Márcio Flávio, de 40 años, padre de tres hijos pequeños.
Cuando la lluvia amaina, el ruido de los tractores que realizan labores de despeje es constante en esta localidad situada a una decena de kilómetros a vuelo de pájaro de Belo Horizonte (la capital de Minas). Y cuando no se oye, un silencio lúgubre invade el lugar, impregnado de un fuerte olor a lodo y a alimentos que empiezan a pudrirse.
En Raposos no hubo muertos, pero los daños materiales son incuantificables y las calles intransitables. Los bomberos ayudan a la población a abrirse paso en el amasijo de objetos destruidos en que se convirtieron sus hogares.
"La verdad es que desconocemos el número real" de damnificados, explica Samuel D’Avila Assunçao, ingeniero de la alcaldía.
"Como nos quedamos sin internet ni teléfonos y algunos postes de electricidad cayeron, estamos anotando todo lo que hacemos para tener después un número real y poder informar de lo que sucedió en la ciudad", agrega.
Assunçao se ocupa también de realizar inspecciones de seguridad antes de habilitar la ocupación de viviendas fragilizadas por el desmoronamiento de las laderas del accidentado terreno de la región. "Tuvimos que clausurar unas 10 o 12 viviendas, que serán demolidas", indica.
Desde el viernes pasado, cuando cayeron 171,8 milímetros de precipitaciones en 24 horas -un récord desde el inicio de los registros en 1910, la búsqueda de cuerpos y las tareas de despeje no han parado en la región.
El último parte oficial, de este martes por la mañana, señala 50 muertos (tres más que la víspera), 65 heridos, dos desaparecidos, 20.043 personas que se vieron obligadas a evacuar sus hogares y 4.010 que se encuentran sin abrigo.
Minas declaró 101 municipios en estado de emergencia -lo cual agiliza el desbloqueo de fondos públicos- y relanzó su campaña pidiendo donaciones de agua, alimentos no perecederos, cobertura, colchones y todo tipo de material de primera necesidad.
El diluvio siguió en los días siguientes, al punto de que hasta el martes la pluviometría de enero llegó a 814,7 milímetros, más de la mitad de la media anual de Belo Horizonte (1.602,6 mm).
Todos los testimonios mencionan la virulencia del siniestro, que provocó deslizamientos de tierras y sepultó o arrancó de cuajo las viviendas. Muchos se dicen acostumbrados a las inundaciones: recuerdan una muy fuerte de 1997, pero afirman que la de este año fue mucho peor.
"Estamos sufriendo mucho, quedamos muy angustiados, porque fue algo muy repentino. Estamos acostumbrados a las crecidas, pero no a una tan devastadora", cuenta Maria Aparecida, una habitante de Raposos, que acudió a ayudar a su madre en el barrio Várzea do Sítio.
"Cuando llegué a casa de mi madre, a las dos de la mañana, el agua subía hasta el portón y entraba en la sala, pero de repente me llegó hasta la cintura. En este barrio nadie salvó nada", afirma.
La intensidad de las precipitaciones se debe a la coincidencia poco frecuente de la llamada Zona de Convergencia del Atlántico Sur (ZCAS) con un sistema de baja presión sobre el océano. La ZCAS es un corredor de humedad que va de la selva amazónica, en el norte de Brasil, hasta la región sudeste.
Para los próximos días, los servicios oficiales de meteorología prevén "lluvias típicas" de la temporada, con chaparrones en puntos aislados.
El temporal también dejó miles de desalojados en los vecinos estados de Espirito Santo, con saldo de nueve muertos, y en Rio de Janeiro.