Santiago, Chile | AFP | por Paulina ABRAMOVICH / Giovanna FLEITAS
"Salí a protestar y cinco minutos después ya me habían disparado. Un policía se sale de su formación con una escopeta. Lo miro y me dispara", dice Diego Foppiano, uno de más de 300 heridos oculares que acusan a policías de abusos en la crisis social en Chile.
La oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, consideró en un informe sobre esta crisis que el "número alarmantemente alto de personas con lesiones en ojos o la cara muestra que hay razones fundadas para creer que las armas menos letales se han utilizado de manera inadecuada e indiscriminada, en contravención de los principios internacionales".
"Sentí mucho dolor, grité mucho y perdí la conciencia" después de ser alcanzado por un perdigón el 19 de octubre, al día siguiente que comenzaron las protestas, agrega este estudiante de ingeniería en plaza de Puente Alto, una comuna de la periferia de Santiago.
Diego perdió su ojo izquierdo y parte de su vida como estudiante y deportista.
"Me cambió 180 grados la vida; en todos los aspectos de mi vida me veo perjudicado. Todos los médicos que vi me dijeron que no podré hacer deporte de contacto, y yo amaba hacer eso (...) Traté de volver a clases pero no veía nada, así que tuve que congelar el semestre".
Entre los lesionados por las fuerzas antidisturbios, en su mayoría hombres que rondan los 30 años, la obrera Fabiola Campillay y el estudiante Gustavo Gatica perdieron visión en ambos ojos.
"Para nosotros fue algo impactante, algo que no habíamos vivido nunca", indica a la AFP el doctor Dennis Cortés, presidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología (Sochiof).
La Sochiof contabiliza hasta el 12 noviembre 262 casos atendidos en la Unidad de Trauma Ocular de Santiago y unos 86 lesionados en regiones, mientras que el autónomo Instituto Nacional de Derechos Humanos ha registrado 357 heridos.
“Dolor físico”
"Estaba en un lugar donde no pasaba nada, hasta que aparece un tumulto de gente encapuchada. De atrás, aparecen Carabineros que se bajan de un autobús y empiezan a disparar hacia todos lados", relata Nelson Iturriaga, un constructor de 43 años herido el 21 de octubre, el cuarto día tras el estallido.
Al menos 30 personas fueron alcanzadas en sus ojos por perdigones ese lunes, la jornada más dramática según registros.
"El perdigón no lo sentí cuando me llegó, pero me botó al suelo", agrega Nelson, herido cerca de la plaza Italia de Santiago, epicentro de las manifestaciones, que se saldan también con 24 muertos.
En el mismo lugar Eliaser Flores, de 30 años, fue alcanzado por un perdigón. "Nos hicieron retroceder desde la (avenida) Alameda hacia atrás; me escondo en una barricada y salgo a mirar: ahí sentí el dolor físico más grande que he sentido en mi vida", relata.
Después de dos cirugías, tendrá que usar prótesis y su vida no volverá a ser la de antes. "Asumí ya que perdí el ojo. He llorado algunas veces, porque me veo al espejo y perdí el ojo", dice Eliaser.
“Me desbordé de lágrimas”
En plena grabación de las protestas en la ciudad de Chiguayante, en la provincia sureña de Concepción, el camarógrafo Alejandro Torres de 44 años recibió un disparo en su ojo.
"Sentí miedo porque estaba en la línea de fuego. Iba contra unos 40 pobladores y carabineros disparando y casi de inmediato sentí el perdigón que se alojó atrás del ojo; perdí la visión, porque rompió el nervio óptico".
Torres admite que aún le cuesta entender que perdió un ojo mientras cumplía con su trabajo.
"En este momento no puedo trabajar y sin visión voy a tener que trabajar en otras cosas", dice.
También en Concepción, el estudiante de Pedagogía en Educación Física Rodrigo Lagarini, de 24 años, perdió su ojo "al instante".
"Lo único que pensé es que no quería perder el ojo; creí que lo podía salvar (...) ahí me desbordé en lágrimas", cuenta.
“No les importó que hubieran niños”
"Las fuerzas especiales actuaron salvajemente. Empezaron a disparar; no les importó que hubieran niños ni nada", recuerda Carlos Puebla, de 46 años, un obrero de la construcción herido el 24 octubre en una manifestación en Plaza Italia.
"Un funcionario policial levanta la escopeta y me apunta a la cara en una distancia de unos 15 metros y me llegaron tres perdigones. Lo único que sentí fue que se me apagó el ojo", agrega.
Puebla necesitó un vacío de ojo y le instalarán un implante. "Estoy destruido, voy a tener un implante permanente".
Luego de un mes de protestas y cuando crecían las denuncias, la policía anunció la suspensión del uso de perdigones, restringiéndolo a casos extremos.
“Hemos tenido errores, no lo podemos desmentir”, reconoció a la AFP el vocero de la policía Julio Santelices, advirtiendo que nunca antes la institución había enfrentado hechos de tanta violencia como los ocurridos en estas semanas de protestas en Chile.