Río de Janeiro, Brasil | AFP | por Louis GENOT

Los acusan de adoctrinar alumnos y son filmados en clase por sus estudiantes: muchos profesores brasileños denuncian ataques a su libertad de enseñar y temen que la situación empeore cuando el ultraderechista Jair Bolsonaro asuma la presidencia.

Sus temores encuentran fundamento debido al fuerte apoyo que el presidente electo da al controvertido proyecto de ley denominado "Escuela sin Partido", cuyos críticos consideran como una especie de "ley mordaza".

La propuesta, que se debate en el Congreso, ordena la publicación de una carta de seis puntos en todas las aulas, donde se recuerda a los maestros que no deben "usar sus cursos para promover sus preferencias ideológicas, religiosas, morales o políticas". El proyecto de ley también establece que "los valores familiares deben prevalecer sobre la educación escolar con respecto a la educación moral, sexual y religiosa".

Para Taliria Petrone, diputada electa por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), este texto equivale a imponer "un solo pensamiento", destinado a "mantener las desigualdades" históricas en Brasil.

"Es un intento de hacer de la escuela un lugar para capacitar mano de obra barata, no un lugar para estimular el pensamiento crítico, el pluralismo y la diversidad", dice a la AFP la profesora de historia de 33 años.

Para Luana Fonseca, una maestra de jardín de niños en Rio de Janeiro, las amenazas a la libertad de educación ya son visibles. "Ya estamos lidiando con una forma de autocensura, los maestros tienen miedo, y uno de mis colegas ha sido filmado en clase porque usó la palabra ideología", explica.

“Es complicado establecer un diálogo con los padres favorables a Bolsonaro, porque uno puede ser demandado en cualquier momento”, agrega.

La “propaganda política”

A Miguel Nagib, fundador del Movimiento Escuela sin Partido en 2004, le indignó que un maestro de su hija comparara al Che Guevara con San Francisco de Asís. "Todo lo que defendemos ya está consagrado en las leyes vigentes en nuestro país. Respetamos plenamente la libertad de educación, sabiendo que no incluye la libertad para que el maestro haga propaganda política", dice el abogado de 58 años.

"Si un maestro habla sobre 'ley mordaza', él públicamente admite que se siente amordazado porque no puede hacer propaganda", agrega.

Presentado en la Cámara de Diputados en 2014, el proyecto de ley está bloqueado en una comisión parlamentaria desde 2016. La votación se ha pospuesto varias veces debido a debates acalorados, con insultos en ambos lados.

Pero la elección de Bolsonaro podría cambiar la situación porque su partido político logró una bancada sólida en las elecciones legislativas. En su programa oficial de gobierno, abogó por enseñar “sin adoctrinamiento ni sexualización temprana”.

“Miedo a ser denunciado”

La noche de la victoria del candidato de extrema derecha, un miembro de su partido provocó un alboroto al pedir a los estudiantes en Facebook que filmaran sus clases, bajo el pretexto de que "muchos docentes adoctrinadores se rebelarán y se enfurecerán" por el resultado de la elección.

La Fiscalía inició una investigación por incitar el "acoso moral" y la "violación de la libertad de educación", pero Bolsonaro salió a defender la propuesta.

"No veo ningún problema, creo que una maestra debería estar orgullosa si un alumno le pregunta '¿Puedo filmar a su clase para verla en casa?' Deben estar orgullosos de eso y no preocuparse", dijo en una entrevista.

"Bolsonaro defiende una escuela amordazada, que no aborda temas sociales importantes para la población. Hablamos de escuela sin partido, pero se convierte en una escuela dirigida por un partido conservador", denuncia Heleno Araujo, presidente del Sindicato Nacional de Docentes (CNTE).

De la misma forma piensa Salvatore Pietro, quien enseña sociología en una universidad en Duque de Caxias, un suburbio pobre de Rio. "Tenemos que sopesar cada palabra, todo con connotaciones progresistas se considera izquierdista, ideológico, estamos a la defensiva, temo que me denuncien", dice.

“Bolsonaro es una reafirmación de la intolerancia, no necesariamente a través de medidas políticas o administrativas, sino a través del discurso”, concluye.

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