Médicos Sin Fronteras (MSF) advierte de que la única manera de evitar un desastre de salud pública de enormes proporciones en Bangladesh reside en ampliar urgentemente los programas de ayuda humanitaria destinados a atender a los refugiados rohingyas.

Debido a la oleada de violencia específicamente dirigida contra ellos, desde el pasado 25 de agosto más de 422.000 rohingyas han tenido que huir a Bangladesh desde el vecino estado de Rakhine, en Myanmar. Los recién llegados se han añadido a los cientos de miles de rohingyas que ya estaban refugiados en Bangladesh tras haber sufrido otros episodios de violencia en años anteriores.

La mayoría se han trasladado a asentamientos improvisados donde no disponen de refugios adecuados y donde no tienen alimentos, agua potable o baños suficientes. Dos de los principales asentamientos que ya existían, Kutupalong y Balukhali, han terminado por fusionarse y convertirse en un inmenso campo que acoge a día de hoy a casi 500.000 refugiados, lo que le convierte en uno de los lugares con mayor  concentración de refugiados de todo el mundo.

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"Estos asentamientos precarios se han construido a los dos lados de la única carretera de dos carriles que atraviesa esta parte del distrito", explica Kate White, coordinadora médica del equipo de emergencias de MSF. "No hay carreteras dentro o fuera del asentamiento, lo que dificulta la entrega de la ayuda. El terreno es montañoso y propenso a deslizamientos de tierra, y hay una ausencia completa de letrinas o de lugares donde la gente pueda asearse. Cuando caminas por el asentamiento, para pasar de un sitio a otro, tienes que sortear, y en muchos casos atravesar, arroyos de agua sucia y heces humanas".

Debido a la poca agua potable que tienen disponible, la gente está bebiendo el agua que recogen de los arrozales, de los charcos o de pozos poco profundos cavados a mano y que a menudo están contaminados con excrementos. En el centro médico de MSF en Kutupalong han sido tratados 487 pacientes con enfermedades diarreicas en apenas diez días. "Cada día recibimos a decenas de personas adultas completamente deshidratadas y al borde de la muerte", afirma White. "Esto podría ser una clara señal de que una emergencia de salud pública podría estar a la vuelta de la esquina, ya que no es habitual ver algo así en personas adultas".

La seguridad alimentaria en los asentamientos y en los alrededores de los mismos es increíblemente frágil: los refugiados recién llegados dependen completamente de la ayuda humanitaria, los precios en el mercado se están disparando y la falta de carreteras está dificultando el acceso de la ayuda hasta las poblaciones más vulnerables. "Debido al poco dinero del que disponen y a lo caóticas e insuficientes que están siendo las distribuciones de alimentos, muchos rohingya apenas reciben comida", explica White.

"Algunos refugiados nos han comentado que se han pasado días enteros sin probar bocado. Uno de ellos me explicó que lo único que había logrado encontrar, tras varios días sin ingerir alimento alguno, fue el plato de arroz que le ofreció el dueño de un restaurante. Tuvo que compartir ese único plato con los seis miembros de su familia".

Mientras tanto, las instalaciones médicas, incluyendo las clínicas de MSF, están completamente saturadas. Entre el 25 de agosto y el 17 de septiembre, las clínicas de MSF recibieron un total de 9.602 pacientes ambulatorios, 3.344 pacientes de urgencias, 427 pacientes que tuvieron que ser hospitalizados, 225 pacientes con lesiones relacionadas con la violencia y 23 personas que habían sido víctimas de violencia sexual.

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