La feligresía católica paraguaya es muy mariana y casi nunca falta un rosario en la casa de las familias que profesan esa fe. La devoción hacia la Madre de Jesús está extendida por las diversas advocaciones, y la práctica de rezar el rosario pasa de generación en generación.

Don Carlos Giménez, un hombre de 63 años, dice que aprendió este rezo de su madre, cuando él tenía 10 años. “Rezo asiduamente el rosario, como mínimo cuatro veces a la semana. Para mí, la Virgen es una intercesora muy poderosa”, sostiene.

Don Carlos se prepara para caminar desde su casa, ubicada detrás del Palacio de Justicia de Luque, hasta Caacupé. “Me lleva entre 9 a 10 horas de caminata. Llego hasta la Basílica, me quedo a escuchar la misa de las 3 de mañana, que es de la Divina Misericordia y luego regreso a casa”, asegura este hombre que tiene la energía de un joven de 20 años, ya que acostumbra peregrinar solo.

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Su visita a la Virgen es de todos los años. Asegura que su relación con ella es muy estrecha y que pudo verla en más de una ocasión, la primera en su casa, casi a media noche tras el regreso de una celebración y la habitación se inundó de una luz intensa. La segunda vez fue cuando peregrinó a Salta, en junio de este año y estuvo en trance por más de 15 minutos. “Yo la vi, estaba con su vestido blanco resplandeciente”, asegura.

Aunque generalmente son las mujeres las que parecen más cercanas a la Virgen, muchos son los hombres que acercan a la devoción gracias a sus parejas. “Mi marido es muy mariano. Desde hace 10 años el primer domingo de cada mes vamos a Caacupé, a dar gracias”, cuenta Lourdes Ojeda, una mujer que enfrenta al cáncer desde hace un año.

Asegura que la devoción de su marido hizo que la Virgen intercediera no solo para un pronto tratamiento, sino para su recuperación. “Cuando fui a buscar turno para la cirugía me dieron fecha para el 28 de noviembre en IPS. Luego llega una doctora, me saluda, mira mi carpeta, habla con otros médicos y deciden operarme el 14”, comenta Lourdes con una amplia sonrisa y los ojos húmedos de la emoción, al recordar esa gracia otorgada por la Madre. “Sé que soy una hija bendecida y muy amada”, asegura, y añade que ya concluyó su ciclo de quimioterapia y le dieron el alta.

Para Cinthia Barrail, la Virgen María es digna de un amor especial. “Me considero mariana”, dice mientras aclarara que no tiene una advocación única. Regresando de Salta, Argentina, no puede evitar desviar sus ojos claros en la imagen de la Rosa Mística. Si bien aclara que todas las festividades marianas son importantes, admite que deseaba conocer el lugar donde se dice que la Virgen aparece los sábados mientras se reza el rosario. Era la segunda vez que peregrinaba hasta la Virgen Madre del Inmaculado Corazón Eucarístico de Jesús.

Sentada en los primeros asientos cuenta su experiencia a La Nación y dice que sus intenciones son personales y por la familia. Admite que lleva una profunda paz tras el encuentro. “Tuve la hermosa experiencia de ir al descanso. No conocía este punto. Me dio una felicidad extraordinaria y un gozo interior que realmente me quedé en paz”, socializa. Por su parte, Gloria Torres sostiene que Dios le dio una segunda oportunidad y que no todos tienen esa gracia. “Dios me dio una segunda oportunidad, que no todos tienen. Mi misión ahora es hacer bien las cosas”, expresa con emoción asegurando que está curada de la dolencia mediante la intercesión de la Virgen.

“Le prometí venir porque me curé, porque yo me había encomendado a ella”, aclara. Gloria padecía de cáncer de ganglios, que le fue diagnosticado en el 2015 y tuvo cirugías hasta el 2017. “Fue una emoción muy fuerte. Me costó mucho agradecerle todo lo que me dio en este tiempo, porque a raíz de mi enfermedad se unió mucho mi familia”, asegura al comentar su experiencia con la Virgen.

Para Rubén Paredes, sin dudas, la Virgen María es la mujer más poderosa del mundo. “En mi familia siempre me inculcaron el amor a María”, dice, y recuerda que su madre es devota de la Virgen María Auxiliadora. No obstante, él depositó su fe y confianza en la Virgen de Fátima y desde el 2017 a la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, para quien desde este año lleva peregrinos. “Nuestra finalidad es llevar almas sedientas de sanación, tanto física como espiritual, almas que buscan milagros, acercar a ellos a Jesús y a la Virgen, quienes se hacen presente cada sábado en el Cerro de las Apariciones en Salta”, explica este joven emprendedor, que ya tiene al menos cuatro viajes como organizador.

El rosario es uno de los símbolos de la devoción a la Virgen María.

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