El presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, declaró ayer domingo en su discurso de clausura de la quincena olímpica que “estos Juegos fueron ‘Sen(a)sacionales’”, haciendo un juego de palabras con la pronunciación en francés del río Sena, antes de que entrara en acción la estrella de cine Tom Cruise.

Al término del discurso se procedió a la entrega de la bandera olímpica de parte de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, a su homóloga angelina, Karen Bass, acompañada por la estrella de la gimnasia Simone Biles, en un gesto que marca el inicio de la próxima Olimpiada, que tendrá como punto culminante la próxima edición de los Juegos, en Los Ángeles en 2028.

La cantautora estadounidense H.E.R. cantó el himno de su país y luego apareció Tom Cruise, que bajó en rápel del techo del Estadio de Francia y tras tocar suelo y saludar a los deportistas, tomó la bandera olímpica de manos de Biles. Bandera en mano, Cruise salió del estadio a bordo de una moto y a través de un videomontaje, recorrió las calles de París hasta tomar un avión que le trasladó a Los Ángeles, desde donde salta para caer junto al famoso panel de letras ‘Hollywood’, cuyas dos últimas ‘oes’ estaban convertidas en dos de los cinco aros olímpicos.

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En las alturas

Una luz iluminó entonces una figura en el techo del Estadio de Francia y desde ahí se descolgó Tom Cruise como en una de sus películas de “Misión imposible”. Aclamado por los fans, el actor estadounidense llegó hasta el escenario y recibió la bandera de manos de Biles antes de marcharse en moto a iniciar un viaje que acabaría conectando con Los Ángeles, donde los Red Hot Chili Peppers, Billie Elish y Snoop Dogg -estrella viral en París-2024- daban un concierto en la playa. De la noche parisina de unos Juegos que se acaban al sol ardiente de California y una olimpiada que amanece.

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Foto: AFP

Los Juegos del ‘rey León’

Sonaba la famosa canción “Sous le ciel de Paris”, en la íntima voz de la joven francesa Zaho de Sagazan, cuando apareció en el Jardín de las Tullerías el héroe francés de París-2024, Léon Marchand. Ganador de cuatro oros individuales en París, el nadador de 22 años fue el encargado de apagar el pebetero y de iniciar el fin de estos Juegos que han sido también los suyos.

Hasta aquí había llegado la llama bajo la lluvia el 26 de julio portada por la exatleta Marie-José Pérec y el judoca Teddy Riner, y de aquí se marchaba hacia el Estadio de Francia, donde le esperaban más de 71.000 espectadores.

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Fiesta en la pista

Mientras, la pista se llenaba de atletas que venían a celebrar que ya pasó todo, que las interminables horas de entrenamiento, incertidumbres y caídas, al menos, les habían traído hasta aquí. Algunos lucían sus medallas, otros sencillamente sus ganas de festejar que había valido la pena.

Sonaron clásicos franceses, también “Freed from desire” o “We’re the champions” y el estadio se convirtió en una alegre discoteca antes de que las medallistas de la maratón femenina, que por primera vez cerraron unos Juegos, recibieran las últimas preseas de París-2024.

Viajero dorado

Se oscureció entonces el estadio mientras un personaje dorado se descolgaba por el techo entre una música apocalíptica. La llegada de este personaje venido del futuro, interpretado por el breakdancer francés Arhur Cadre, iniciaba un viaje distópico a una era en la que los Juegos Olímpicos habían desaparecido.

Empeñado en recuperarlos, como ya hiciera Pierre de Coubertin a finales del siglo XIX, este misterioso ser del futuro acabó consiguiendo su misión cuando junto a los 270 bailarines que participaron de la ceremonia consiguieron de nuevo levantar, como un gran trabajo colectivo, los aros olímpicos sobre el gigante escenario de 2.400 metros cuadrados.

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Foto: AFP

De “quejicas” a “fans”

Tras proyectar las imágenes de los héroes de estos Juegos, el estadio se convirtió entonces en un glamouroso club parisino mientras la banda francesa Phoenix ofrecía un concierto junto a varios artistas locales. “De un día a otro, París se convirtió en una fiesta”, se felicitó después el presidente del comité organizador, Tony Estanguet, que bromeó constatando que los Juegos convirtieron “a un pueblo de quejicas irreductibles en fans apasionados”.

También celebró el éxito de una edición “sensacional” el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, antes de que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo le pasara la bandera olímpica a su homóloga de Los Ángeles, Karen Bass. Junto a ella estaba la estrella de la gimnasta Simone Biles, que se quedaría la bandera mientras desde el cielo venían a buscarla.

Despedida

Solo quedaba la entrada triunfal de Marchand en el Estadio de Francia para apagar la llama y que Bach cerrara oficialmente estos Juegos que mostraron un París más amable, que quiso abrirse a la gente y sacó por primera de un estadio la ceremonia de apertura y llevó sus polémicas pruebas de aguas abiertas -no para gusto de todos- al Sena.

El público respondió y 9,5 millones de espectadores acudieron a ver las competiciones, superando el récord de 8,3 millones de Atlanta-1996. París puso su exuberancia al servicio de sus terceros Juegos, y funcionó. Dentro de cuatro años esperan Los Ángeles y sus estrellas.

Fuente: AFP.

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