Lourdes Verónica Arévalos Elías tenía la misma edad de Nadia Ferreira cuando dio un tremendo alegrón a todo el Paraguay, aquella épica noche del 23 de julio de 2006. A los 22 años, la imponente modelo sanlorenzana de 1.82 de estatura se ubicaba como tercera finalista de la 55ª edición del certamen Miss Universo que celebró en Estados Unidos.
La concursante paraguaya reprisaba así el exitoso papel que en 2004 había tenido Yanina González, quien logró posicionar a nuestro país, por primera vez en la historia, en el privilegiado top 5 de las mujeres más bellas del universo, en un certamen donde competían por la corona cerca de 100 delegadas provenientes de todas las regiones del mundo.
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En aquella final, en el Shrine Auditorium de Los Ángeles, California, Lourdes Arévalos deslumbró al jurado y al público desde su primera aparición en escena. Su elegante figura, su belleza y seguridad hicieron que sin más apremios fuera superando etapas, pasando del top 20 al top 10, y todo Paraguay se mantenía en vilo frente al televisor.
Todo marchaba sobre rieles, superando inclusive las expectativas, en un show lleno de glamour, cuando la organización de Miss Universo aún estaba en manos de la organización de Donald Trump, hoy expresidente de EEUU. Pero un gran susto puso a prueba el temple de la paraguaya en medio mismo de la velada internacional televisada para millones de personas alrededor del mundo.
Al quedar entre las diez semifinalistas, Lourdes debía cambiarse de atuendo para seguir compitiendo, esta vez en traje de noche. Desbordada por la emoción, corrió al backstage para enfundarse el vestido de fiesta que había llevado por si clasificaba, pero grande fue su sorpresa cuando encontró que la elegante prenda tenía un corte de tijera que hacía imposible usarla. Por un momento, la desesperación se apoderó de nuestra miss. ¿De dónde sacaría otro diseño de alta costura para una instancia tan crucial del evento?
Cuestión de actitud
Afortunadamente, allí estaba la señora Gloria Limpias, la empresaria boliviana dueña desde hace muchos años de la franquicia de Miss Universo para Paraguay y Bolivia, quien acudió a su ayuda. Le prestó el gown que la Miss Bolivia, María Desirée Durán Morales (quien también había clasificado en el top 10) tenía pensado usar en el after party del evento de belleza.
Se trataba del sencillo vestido de seda verde con estampado amarillo, que hoy ya es un icónico atuendo, que, si bien le quedaba un poco corto y ancho, le podía ayudar perfectamente a la miss a salir del apuro. Lourdes, una modelo consumada con muchos desfiles y pruebas de vestuario en su haber, supo encontrarle el lado a la prenda y ponerle su toque de sofisticación. Utilizó como broche uno de sus maxi aretes de pedrería que colocó en el pico de su escote, convirtiendo así un diseño básico en un vestido de alta costura.
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El percance no amilanó a Lourdes; la garra guaraní salió a flote. Con mucho aplomo, con un look más fresco y descontracturado que el resto de las concursantes, volvió a pisar el escenario con pasos de ganadora, conquistando una vez más al jurado en una pasada decisiva del certamen.
Con su salto al top 5, la paraguaya dejaba demostrado que, más allá de un vestido y los ornamentos, lo que realmente importa es la actitud con que se asumen los desafíos. Aun así, muchos expertos en certámenes de belleza coincidieron en aquel momento que, si no fuera por el vestido prestado, que claramente no era de grand soirée (gran fiesta), la paraguaya hubiera ganado la corona que finalmente fue a parar en manos de la Miss Puerto Rico, Zuleyka Rivera.